José Solano*

Los días recientes han sido de una distorsionada pendencia entre el poder político y religioso de este país, debido a las controversiales guías de educación sexual que el Ministerio de Educación Pública está impulsando y que piensa iniciar, contra viento y marea, a partir del año 2013.

Las reacciones de la Alianza Evangélica y la Iglesia Católica no se han hecho esperar. Estas van desde atiborrar de recursos de amparo la Sala Constitucional hasta los inquisidores mensajes en la prensa nacional. No cabe duda de que este tema se las trae, tanto así que la misma Sala, en la sentencia 2012-10456, se pronunció a favor de brindar la educación sexual, pero exceptuando a los padres de familia en los casos que se viera atentada la libertad religiosa, para lo cual, los magistrados se ampararon en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (artículo 26, inciso 3) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (artículo 13, inciso 3), según reza en el fallo de la sentencia.

Sin embargo, una serie de hechos contradictorios dentro de la misma normativa permiten replantear el tema en un plano de mayor profundidad. Por un lado, los padres tienen la potestad de escoger el tipo de educación para sus hijos, pero este hecho no implica que a cada roce entre la ciencia y la fe se va a limitar el derecho del menor de acceder al conocimiento y la información, dando pie a que los padres estén “exceptuando” a sus hijos de cuanto tema se oponga a dogmas religiosos, como las teorías de la evolución o el big bang, por citar algunos ejemplos.

Hasta este punto es importante rescatar que la Constitución salvaguarda el derecho a la educación en los artículos 77 y 79 como un proceso de formación integral y libre; y por otro lado, la legislación internacional, en especial la Convención de los Derechos del Niño y la Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes, establecen la protección de la educación de los menores.

Derecho de los menores. En el caso de la Convención de los Derechos del Niño, esta es garante de los derechos a la libertad de expresión y conciencia del menor de edad, según lo establecido en los artículos 12, 13 y 14. Mientras que la Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes, en su artículo 23, establece que la educación sexual es un derecho de los menores, en especial el inciso b), que dicta que “la educación sexual se impartirá en todos los niveles educativos y fomentará una conducta responsable en el ejercicio de la sexualidad, orientada a su plena aceptación e identidad, así como a la prevención de las enfermedades de transmisión sexual, el VIH (Sida), los embarazos no deseados y el abuso o violencia sexual”, y donde los Estados se comprometen a velar por su cumplimiento. Esta convención, ratificada por Costa Rica, es obviada en la sentencia.

Por su lado, en la legislación interna, el Código de la Niñez y la Adolescencia establece la importancia del acceso a una educación sexual integral en los artículos 55, inciso c, 58, incisos a, d, e y f; e incluso va más allá al elevarlo a un asunto de salud pública, tal y como lo expresa el artículo 44, inciso c, donde le atribuye esta competencia al Ministerio de Salud, como una forma de evitar el embarazo en la adolescencia y los riesgos por las enfermedades de transmisión sexual, principalmente el VIH.

Lamentable omisión. Es lamentable que los magistrados evadieran parte de la normativa internacional y nacional a la hora de emitir su sentencia. Lo que viene a hacer este fallo de la Sala Constitucional es violentar los derechos de los menores de acceder a una educación científica, integral, equilibrada y abierta respecto a su sexualidad y violenta su libertad de expresión y conciencia, a la vez que agrava los riesgos sobre su salud y una prematura paternidad.

La posición castrante y prepotente de las posturas religiosas, que solo han augurado los castigos eternos, y aunque no es de extrañar, agravan el estremecedor error de la Sala Constitucional. Este es solo un hecho más que se suma a la decadente educación y a la crisis de los valores de la sociedad, la cual se podría resumir en aquella frase de John Lennon que reza así: “Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día.”

 

fuente http://www.diarioextra.com/2012/octubre/09/opinion8.php