Violada, asfixiada y quemada en una bolsa. Así terminó la pequeña Rocío tras haber sido raptada por un depravado hace días en la ciudad de Córdoba. El acusado es un joven mecánico, confeso drogadicto y con intenciones suicidas. Tiempo atrás, otra chica fue sodomizada por un hombre en el cementerio de Río Cuarto. Idéntica suerte corrió una joven que, esperando el colectivo, fue abordada por un depravado. Hace poco, un transportista escolar fue condenado por abusar de niños. La misma suerte corrió un profesor universitario que corrompía menores. No hace mucho, un joven técnico en computadoras fue sentenciado a 17 años de cárcel por violar a seis mujeres en sus domicilios. Los casos, sin pausa, se repiten en Córdoba, al igual que en el resto del país (ver infografía).

¿Cómo son los violadores de Córdoba? ¿Cuál es su perfil? ¿Cómo es su patología? ¿Cómo se volvieron así? ¿Planifican? ¿Son recuperables?

En las cárceles de la provincia pasan sus días unos seis mil presos por distintos delitos. Gran parte por robos, otros tantos por homicidios. La minoría por abusos sexuales (el 14 por ciento). Según datos del Servicio Penitenciario de Córdoba de 2011, en las cárceles hay 963 presos por abusos sexuales: 439 condenados y 524 procesados.

Del total de violadores, según fuentes del Poder Judicial, la gran mayoría cometió abusos sexuales infantiles; el resto atacó a mujeres desconocidas en la calle. Esto viene de la mano con el aumento exponencial de abusos sexuales intrahogar.

Funcionarios judiciales y psicólogos coinciden: no existe un patrón o perfil de violador. Sí, en cambio, existen características comunes en muchos casos. Los expertos concuerdan en que el abusador es un psicópata que planifica sus ataques, pocas veces se arrepiente y en contados casos tiene cura (es rehabilitado). En libertad, el abusador vive por lo general con su familia (mujer e hijos) y hasta goza de buena reputación en el barrio. Tiene una gran disociación de valores. Puede ser un ejemplar padre, mientras que en la calle es un “cazador” de mujeres de la misma edad que sus hijas (ejemplo, Marcelo Sajen, el violador serial de jóvenes). O, por el contrario, puede ser un depravado con sus hijos o hijas, mientras que en el barrio dirige una sociedad de fomento.

En prisión, a diferencia de ladrones y homicidas, los violadores son presos que no causan conflictos. Son correctos, tienen excelente conducta, estudian y son “limpios”. En Bouwer, están en un pabellón especial. 
En la Penitenciaría, son mezclados con el resto, aunque pocos les dicen a sus pares que han violado. Un poco, porque tienen una gran negación de lo que han hecho; también para evitar venganzas.

La Voz del Interior solicitó información al Ministerio de Justicia –a cargo de Graciela Chayep– del que depende el Servicio Penitenciario para saber cuántos violadores presos hay y qué se hace para curarlos. La respuesta de Prensa fue que “al Ejecutivo no le parece conveniente informar a la población sobre los violadores. Es un tema doloroso para la gente”.

El Poder Judicial no tuvo reparos en informar. La División Equipos Técnicos de Ejecución Penal, a cargo del psicólogo forense Pablo Duje, trabaja con violadores condenados. Atienden sus casos, los intentos de suicidio y tratan de elaborar un “mapa” para conocer la mente de los depravados. Esa información, clave, permite no sólo adentrarse en sus características, sino también sirve a los jueces de ejecución para otorgar la libertad condicional. Ya veremos cifras.

No importa la clase social. Los expertos afirman que hay abusadores en todas las escalas sociales. “Violadores hay en todos los niveles sociales”, afirma la criminóloga Hilda Marchiori. “Se ve de todo en los juicios. Es un flagelo que atraviesa todos los estratos sociales”, opina el fiscal Marcelo Altamirano, quien agrega: “El abusador de clase alta seduce, es educado, se disfraza con la doble moral. El de clase baja se relaciona con la violencia, el alcohol y la promiscuidad”. “Hay abusadores de todo tipo. Está desde el tímido y que lleva su desviación sexual con angustia y culpa; hasta el depredador violento de nula conciencia, pasando por el delincuente intelectual, seductor que reivindica la pedofilia”, sostiene el médico Carlos Cornaglia en el libro Abuso sexual de menores .

En las cárceles de Córdoba hay violadores que alguna vez fueron albañiles, remiseros, gendarmes, policías, abogados, docentes, transportistas, guías de turismo, empleados de institutos de menores y cirujas.

El equipo técnico de Duje realizó un estudio sobre 163 violadores condenados. La mayoría, por abuso infantil. Del informe se desprende que casi el 60% son adultos de entre 30 y 50 años. Los violadores jóvenes rondan el 16%.

La mayoría los victimarios tiene un nivel educativo limitado (el 33% apenas hizo la primaria; el 23% no la completó). Sólo el 9% terminó la secundaria. “Respecto a situación laboral –explica Duje–, la mayoría tenía trabajos esporádicos, informales, changas”.

No es que no haya muchos violadores de clase alta, lo que sucede es que el sistema, por distintas falencias, no llegó a ellos. “Como dicen los criminólogos, muchas veces pareciera que el sistema atrapa a los menos inteligentes”, señala Marchiori.

Drogas. El acusado de violar a Rocío reconoció drogarse. El violador de una turista española en el dique La Quebrada dijo que consumía de todo y que en prisión lo dopan.

Los expertos afirman que muchos violadores se drogan. Ahora, ¿los estupefacientes incrementan el deseo de violar? No. Pero disminuyen los frenos inhibitorios. “No es que por consumir, un hombre viola a su hija. Pero esa sustancia sí le baja la inhibición y ataca”, dice Duje. “Muchos confiesan ser adictos, pero es imposible saber si estuvieron drogados cuando atacaron. Por lo que sé, nadie nunca confesó que consumió para violar”, agrega Altamirano.

Características. El violador es una persona que planifica todo. No actúa al azar. Elige lugar, momento y víctima: por lo general, niños, los seres más vulnerables. El buscar, el “cazar” (como dicen los expertos) los excita. No importa si es dentro del hogar o fuera.

El fin del abusador no es el placer genital, el orgasmo, sino el poder. Controlar y ejercer poder sobre su víctima. A veces, ese control los lleva a matar.

“Hay inmadurez afectiva, egocentrismo, un historial de abusos y maltratos en su infancia, baja autoestima, no tiene frenos inhibitorios”, subraya Duje, quien aclara: “Cuidado. Que una persona tenga esas características no la hace violador”.

El violador tiene baja autoestima y rara vez confiesa. Cuando lo hace, pocas veces se arrepiente. Tiene una mirada distorsionada de lo hecho. “Se justifican. Llegan a decir que el niño se paseaba desnudo delante de él en la casa. ‘¿Qué quería que hiciera?’, alegó un sujeto”, sostiene Marchiori.

Ahora bien, hay personas que reúnen esas características y no violan. Dicho a las claras: que alguien haya sido violado de chico no significa que de grande hará lo mismo.

No son pocos los abusadores de niños que terminaron admitiendo, según el psicólogo Duje, que antes de violar a un niño por primera vez vieron pornografía horas antes. “Con la pornografía, crece la tensión sexual, caen los frenos inhibitorios y atacan. Pero esto no quiere decir que alguien que consuma pornografía salga a violar”, concluye.

Registro de abusadores

“Antes de que los tipos queden en libertad, se les saca sangre”, comenta una fuente judicial. ¿Para qué se quiere el perfil genético de un violador? La respuesta está en el Registro de Violadores que, creado en 2009, depende del Ministerio de Justicia de Córdoba. En el registro se guarda el ADN de cada abusador. Por la ley provincial 9.680, se dispuso que las cámaras del Crimen envíen al registro los expedientes y perfiles de los depravados, cuando el fallo queda firme. El objetivo: que sea más fácil identificar a un violador si llega a rein­cidir después de quedar en libertad.

Fuente: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/cazadores-sin-cura