En esta oportunidad voy a referirme a un tema del que quería hablar hace tiempo pero un poco por desconocimiento y otro por lo sensible del mismo he postergado injustificadamente.
Tiempo atrás, tomaba un café en un bar céntrico, cuando observé a una señora que caminaba empujando un cochecito por uno de los caminos de hormiga que tiene nuestra ciudad, de vereda y, en dirección contraria, venía un joven en silla de ruedas. El conflicto de intereses se planteó al instante. La mujer no podía bajar a la calle porque el tránsito vehicular era muy fluido, sumado a nuestra habitual falta de educación que al conducir nadie detenía el auto, idéntico problema para el joven, vereda rota de por medio, etcétera. Un policía atento en su trabajo detuvo a los apurados conductores para permitir la misión imposible de que ambos peatones sigan su epopeya. La mujer indignada con lo sucedido, siguió su camino, y el joven, observando que nosotros mirábamos lo ocurrido, nos dijo: “Es que el tránsito en la vereda está muy pesado”, sonrió y siguió su larga travesía hasta el quiosco de mitad de cuadra.
La anécdota no tiene mayor trascendencia. Sin embargo, si miramos un poco más allá de nuestra nariz, nos daremos cuenta de lo difícil que es la vida para algunas personas. Hay un grupo muy numeroso de personas a la que todo le cuesta mucho pero mucho más, y lo más grave es que no les cuesta tanto por su discapacidad sino por la incomprensión, discriminación y falta de solidaridad del resto de la sociedad.
En relación con las personas con discapacidad, las leyes están bastante completitas y, en mayor o menor medida, los organismos del Estado están funcionando conforme lo dispone la ley. Su funcionamiento es mejorable en mucho, pero funcionan.
Para que el régimen de atención integral a las personas con discapacidad funcione, debe tener al menos tres patas. 1) El texto de la ley debe respetar los Derechos Constitucionales de las personas destinatarias de la ley, más aún si tenemos en cuenta que se trata de personas con un especial estado de vulnerabilidad. 2) Los órganos del Estado, creados al efecto, deben actuar conforme su objetivo y, 3) La sociedad en general debe colaborar al cumplimiento de los fines de esa ley que busca proteger a los más vulnerables de todos los sectores de la sociedad.
Suelo ser muy crítico de las leyes y del Estado en su conjunto en cualquiera de sus tres funciones básicas. Sin embargo, en este caso particular quiero hacer hincapié en la sociedad, una sociedad apurada, individualista que no ve más allá de lo que quiere ver, por eso las personas con discapacidad, sobran, son invisibles, estorban. No hay tiempo de reconocer sus derechos, de respetarlos, sin embargo no observamos el enorme potencial humano que estamos desperdiciando, la calidad de personas que dejamos fuera del sistema, lo mucho que nos pueden enseñar de cómo superar problemas de verdad, de afrontar la vida pese a la adversidad.
Y en relación con la calidad humana de estas personas, a riesgo de ser demagogo, solo falta con ver las estadísticas penales de la provincia. ¿Cuántas personas con discapacidad fueron sindicadas como autores de delitos y cuántas personas de la “parte sana” de la sociedad lo fueron?
Quienes emplean a personas con discapacidad, saben que en sus funciones son responsables, competentes, comprometidos y, por sobre todo, honestos. Entonces ¿Por qué no se cumple con la Ley Provincial Nº 4.848? Que establece que el “Estado provincial… estarán obligados a ocupar personas con discapacidad… en una proporción no inferior al 4 % de la totalidad de su personal…”.
Es muy bueno que se garantice la cobertura social, que se tomen todas las medidas necesarias para su asistencia integral, prevención y rehabilitación; que los nuevos edificios deban prever el acceso de personas con discapacidad, tengan acceso gratuito a los servicios de trasporte público, a la educación integral y sin discriminación alguna, pero no alcanza, la verdadera integración solo será posible si se les permite participar en la sociedad como al resto de sus integrantes y la única forma de hacerlo es mediante el trabajo, derecho constitucional de todo habitante de la Nación Argentina. Mucho, por no decir casi todo, de lo que pensamos de la discapacidad viene de la enseñanza que nos dieron nuestros padres y la comunidad en la que vivimos, que suele ser reproductora de violencias a gran escala pese a que no sea su intención. Para apalear esta situación quisiera dejarles unos consejos que me reenvió una amiga, los cuales se pueden ver en la página oficial del Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación.
“[…]Hay padres que regañan a sus hijos cuando preguntan qué le pasa a ese niño o niña, hasta otros que con toda naturalidad dejan que sus hijos se acerquen y platiquen con ese niño o niña. Hay algunas actitudes en los papás que son bastante comunes y se repiten. Por ejemplo, decirle a sus hijos que no miren a la persona con discapacidad, o darles una explicación general y poco clara sobre ellas. Todo esto puede generar errores sobre la manera de entender la discapacidad… Sugerimos ayudar a sus hijos a crecer con una visión correcta de la discapacidad:
1) Cómo responder a la pregunta de ‘¿Por qué no camina?’. Es lo más normal que los niños pregunten, ellos son curiosos por naturaleza y no tienen filtros, lo cual es una de sus mejores cualidades… Si tu hijo es pequeño, decirle: ‘Es que se lastimó un poquito’, puede ser suficiente. Si tu hijo es más grande, debes ser honesto, siempre buscando usar palabras sencillas que tu hijo pueda entender. Lo maravilloso es que cuando le hables con la mayor claridad posible y tu hijo sienta que ya entendió, cualquier indicio de miedo ante la discapacidad, desaparece.
2) No te enojes cuando tu hijo tenga curiosidad. Es muy loable que los papás quieran asegurarse de que sus hijos no ofendan a otros niños. Sin embargo, debes evitar enojarte cuando tu hijo te hace preguntas sobre la discapacidad. Si te enojas frente a sus preguntas, tu hijo puede crecer pensando que la discapacidad es una cosa fea o mala.
3) Enséñale que ser diferente no es algo negativo… Esto es vital, no solo para que tu hijo entienda la discapacidad como algo que simplemente existe, sino para que entienda que hay muchas otras diferentes personas con las que se encontrará en su vida, y que él mismo será “diferente” de otros en algún aspecto.
4) Un niño con discapacidad no está indefenso y también le gusta jugar. También puedes enseñar a tu hijo a que si quiere acercarse al otro niño, no necesariamente tiene que ser para tratar de ayudarlo en algo, si se quiere acercar para saludarlo, darle una sonrisa, platicar con él o invitarlo a jugar, déjalo y trata de que vea que aún con las diferencias, puede encontrar la manera de convivir con él o ella.
5) Ten cuidado con tu propia reacción. No es ningún secreto que los niños son como esponjas y que de inmediato se dan cuenta de lo que están sintiendo sus papás.
6) El niño con discapacidad, en general, no vive con dolor. A los niños puede angustiarles pensar que el otro niño tiene dolor, y les puede ser difícil manejarlo o querer acercarse a ese niño. Es importante enseñarle a tu hijo que simplemente le cuesta más trabajo hacer ciertas cosas, pero que es un niño feliz.
7) Los niños con discapacidad también pueden ser divertidos y buena onda.
8) Promueve que haya ambientes en que tu hijo pueda convivir naturalmente con niños con discapacidad. Las actitudes que tú tomes frente a la discapacidad y la manera en que se la expliques a tu hijo, tendrá efectos muy importantes en su manera de ver las diferencias.
Ser padre es una gran responsabilidad y, ayudar a que tus hijos se desarrollen para llegar a ser adultos buenos y felices, es la meta de cualquier padre».

 

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