Los días 2 y 3 de noviembre de 2007 se realizó en la ciudad de Necochea un encuentro convocado por la Asociación “Pensamiento Penal” donde se reunieron especialistas de diferentes disciplinas (psicología, ciencias de la educación, filosofía, criminología, periodismo, personas que atravesaron la experiencia de la cárcel, jueces, fiscales, defensores) con el objeto de reflexionar sobre el actual sistema carcelario y penitenciario y analizar la posibilidad de proponer modelos alternativos al mismo. En dicha oportunidad se elaboró un documento de trabajo en el que se detallaron una serie de “ideas fuerza” para iniciar un proyecto de investigación tendiente a repensar un modelo de gestión carcelaria que suprima a la más mínima expresión el ejercicio de la violencia institucional y que permita la participación democrática de los internos en la organización de la vida intramuros.

 

IDEAS FUERZA EN TORNO A LA ELABORACION DE UN PROYECTO ALTERNATIVO AL MODELO PENITENCIARIO             

Los días 2 y 3 de noviembre de 2007 se realizó en la ciudad de Necochea un encuentro convocado por la Asociación “Pensamiento Penal” donde se reunieron especialistas de diferentes disciplinas (psicología, ciencias de la educación, filosofía, criminología, periodismo, personas que atravesaron la experiencia de la cárcel, jueces, fiscales, defensores) con el objeto de reflexionar sobre el actual sistema carcelario y penitenciario y analizar la posibilidad de proponer modelos alternativos al mismo.            

Existió un generalizado consenso en torno al diagnóstico del manifiesto fracaso del sistema carcelario y penitenciario de nuestros días, caracterizado por la violencia institucional, el hacinamiento, la superpoblación, la acentuación de los rasgos criminógenos negativos y la ausencia de resultados plausibles, tanto para los destinatarios del sistema (los presos) como para la sociedad misma, convirtiendo en definitiva al sistema en una mera representación simbólica y en un mecanismo de neutralización de los indeseables por vía de su supresión.            

Sobre la base de tal diagnóstico se coincidió que en tanto y en cuanto la sociedad siga concibiendo a la privación de la libertad como una de las formas centrales de respuesta al delito y resolución de los conflictos es imprescindible articular alternativas a la cárcel desde una lógica distinta al paradigma tradicional, e inclusive pensándola desde el modelo constitucional, que la concibe para la seguridad de las personas allí alojadas y no para su castigo.            

A este respecto se coincidió —básicamente— en la conveniencia de desarrollar las siguientes ideas fuerza: 

  • Disminución de la violencia institucional
  • Democratización de la vida interna
  • Disminución de los niveles de vulnerabilidad de los internos 

Las ideas precedentes deben contribuir a imprimir una inercia contraria a las tendencias actuales de la lógica carcelaria, evitando recurrir en las fórmulas ya transitadas. 

 

DISMINUCION DE LA VIOLENCIA INSTITUCIONAL 

Tal como se señaló al comienzo —y coinciden la totalidad de los estudiosos del fenómeno penitenciario— la cárcel contemporánea es un aparato reproductor de violencia, característica que es intrínseca al sistema. A este respecto esta característica debe ser afrontada desde varios planos: 

  • Desmilitarización del servicio penitenciario reconvirtiéndolo a la órbita civil (supresión de uniformes y jerarquías de tipo castrense, mecanismos disciplinarios y premiales, drástica reversión de la relación de subordinación existente en el par carcelero/prisionero, etcétera)
  • Implementación del servicio de seguridad externo al sistema
  • Reformulación de la concepción arquitectónica del establecimiento, fungiendo de la opacidad a la transparencia, de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro
  • Abandono de la megalópolis carcelaria proclive a la completa despersonalización de los internos, al hacinamiento y la superpoblación, trocando por modelos comunitarios reducidos y autosuficientes. 

 

DEMOCRATIZACION DE LA VIDA INTERNA            

A pesar de los años transcurridos desde la normalización institucional, la democracia como sistema de vida no ha llegado a la vida interna de la cárcel, que muy por el contrario de lo que debería ser, persiste en desconocer e ignorar que el individuo privado de la libertad es el principal destinatario del sistema, insistiendo en darle el tratamiento propio de un objeto.            

Consideramos esencial a la naturaleza de la tendencia que propiciamos la participación de los internos en la vida institucional del establecimiento, incidiendo en forma determinante en la delineación del futuro de esa comunidad en particular.            

Se propone en concreto: 

  • Cogobierno de las comunidades, con participación en la dirección de los establecimientos de los propios internos electos por sus pares.
  • Autogestión de los establecimientos, que generen alternativas laborales, culturales y económicas tendientes a la autosuficiencia.
  • Presencia en la vida comunitaria de comisiones de familiares de las personas privadas de la libertad, la universidad y demás entidades intermedias vinculadas con la problemática, procurando que la sociedad asuma al fenómeno carcelario como parte de su dinámica.
  • Efectiva consagración del derecho de los internos a contar con un domicilio —en el sentido constitucional— dentro de la comunidad, donde puedan desarrollar su intimidad y materializar la dignidad individual. 

 

DISMINUCION DE LOS NIVELES DE VULNERABILIDAD            

El sistema penitenciario contemporáneo ha funcionado sobre la base de la ficción del ideal “re” (resocializador, reintegrador, reinsertador, etcétera), lo que en los hechos y aún desde lo ideológico, ha implicado concebir al individuo privado de la libertad como un objeto que debe ser modelado a imagen y semejanza de un difuso ideal ciudadano.            

Propiciamos quebrar esta lógica y modificarla por el derecho de los internos a que el estado realice acciones concretas y positivas tendientes a disminuir los niveles de vulnerabilidad que lo llevaron a encontrarse privado de la libertad.            

En este sentido propiciamos 

  • Ofrecer la asistencia que requieran los internos, de acuerdo a su conflictividad específica.
  • Fortalecer las tendencias individuales positivas de los internos.
  • Garantizar el acceso a la educación, a la salud y a la cultura, procurando que tales derechos puedan ser realizados fuera de la comunidad y en los ámbitos ciudadanos normales, y excepcionalmente, en el interior del establecimiento.
  • Procurar el desarrollo de actividades laborales con salarios dignos, equiparados a los que se pagan en la vida cotidiana, amparadas por la seguridad y la asistencia social. La construcción de un modelo alternativo a la cárcel contemporánea no se basa en fórmulas mágicas ni en recetas solidificadas. El intento de generar modelos alternativos a la cárcel tradicional constituye un proceso que debe ser transitado y experimentado para procurar revertir una institución notoriamente fracasada que año a año sigue cobrando vidas y reproduciendo violencia.