El oficio del juez consiste en cumplir estrictamente con las sanas prácticas de la magistratura en cuanto al expediente. La solución sustantiva del caso es lo de menos. Si algo siempre se ha hecho así, que el legislador no pretenda que uno modificará prácticas vigentes hace siglos, que alguna razón debieron haber tenido cuando entraron en vigencia.
Las resoluciones judiciales no se dictan para satisfacer los derechos de las partes del proceso. Por el contrario, se dictan como manifestación del imperium que tenemos los magistrados en nuestra calidad de ordenadores del procedimiento. Los actos procesales no son relevantes, lo esencial son las actas. Las resoluciones deben ser redactadas conforme a las prácticas inveteradas de nuestra magistratura toda, en el exquisito estilo propio de la función jurisdiccional.
Que los pretensos republicanos no os engañen, con su reclamo de que redactemos nuestras decisiones para que el vulgo pueda comprenderlas. Si así fuera, ¿dónde quedarían el decoro, el pundonor y la autoridad propios de nuestra función? ¿Ehhhh? ¡Retroceded, impíos!
El juez no cree u opina algo, sino que dice “tengo para mí”, igual que Cervantes.
“Saque de paralizado” escribe el juez, y suena a que todos se pusieron a trabajar.
“De tal guisa” equivale a “de este modo”.
La “manda” del art. 33 es lo que el artículo 33 dispone.
Desde otra “banda” es desde otro punto de vista.
“Vienen los autos a esta instancia” quiere decir que ha llegado el caso.
El planteo de la defensa será un “mero intento de mejorar su situación procesal”.
El “argumento sentencial” es el fundamento contenido en el “dispositivo sentencial”.
El juez de cámara es el “distinguido colega preopinante” cuyo voto suele ser “enjundioso”.
Las tres barras de “///nos Aires” significan algo distinto a las las tres de “///ma” (que resulta ser “Viedma”).
La “validancia” hará referencia a la validez de algún acto.
El secretario del tribunal amontonará preposiciones antes de dar fe de las firmas de los jueces y escribirá “por ante mí”.
Las resoluciones estarán llenas de “huelga decir”, de “inveterada” jurisprudencia, de elementos que siempre resultan ser de “marras”, de cuestiones que nunca son “baladíes” y que pueden tener favorable o desfavorable “acogida”.
Los médicos son “galenos” que trabajan en algún “nosocomio”, y los incendios son “procesos ígneos”.
Las partes no piden ni solicitan, presentan un “petitum”.
El imputado es el “caco compinche”, el “encartado”, el “expedientado”, el “incuso”, el “reo”, el “encausado” o el “malviviente”, mientras que una cámara puede ser el “Excelentísimo Órgano Colegiado”.
El recurso presentado por una de las partes es el “flama recursivo” o la “exhortación revisora”
Una frase debe empezar con un “que”, con un gerundio, o con un elegante “evacuada que fuera la vista”.
Si no entendemos de qué va la cosa estamos frente a un “intríngulis procesal”.
Cuando no tenemos ni idea de qué hacer con el planteo, “el mismo” se tendrá “presente para su oportunidad”.
La brevedad se “honra”, la pena se “compurga” y la caución se “obla”.
El expediente no se lee, se “compulsa”.
Las esquinas son “intersecciones” de dos calles que casualmente suelen ser “ambas de la misma ciudad”.
Ejemplos de una elegante conjugación verbal: “desinsacúlese”, “estése”, “desacollárese”, “apiólese”, “apiolínese”, “solicítole”, “refóliese”, “hágole saber”, “erróse”, “memórese”.
No utilice verbos conocidos, que pueden hacer que su decisión se comprenda, utilice, por ejemplo, barruntar, adunar, oblar, colegir, incoar, impetrar, enrostrar, achacar.