Así lo sostuvo el doctor en Derecho y licenciado en Sociología. Además, defendió la importancia de que se hagan públicos los juicios penales, para poder “controlar y criticar al propio sistema”

La palabra discurso tiene, según la Real Academia Española, más de diez acepciones: desde el “uso de razón” hasta el “razonamiento o exposición sobre algún tema que se lee o pronuncia en público”, sin dejar de lado que el discurso deja entrever una “doctrina, ideología, tesis o punto de vista”.

Ahora, ¿de qué se habla cuando se habla de “discurso criminológico? ¿Es posible analizar este concepto saliendo de la teoría y observando la cotidianidad en la que está inmersa una sociedad?.

Volviendo a las definiciones, la criminología es la “ciencia social que estudia las causas y circunstancias de los distintos delitos, la personalidad de los delincuentes y el tratamiento adecuado para su represión”. Sin embargo, en la construcción de un discurso criminológico, o de un discurso en general, la realidad supera a una mera definición y se entrelazan cuestiones más complejas que las significaciones.

Hoy, el discurso criminológico predominante es el que ha construido una realidad en la que se discrimina a una supuesta masa de criminales identificada a través de estereotipos. Así es como se configura la idea de “ellos” (individuos que son separados del resto de la sociedad, por ser un conjunto “diferente y malo”). Así, es ese “enemigo cambiante” -que va mutando constantemente de acuerdo a las necesidades imperantes- el que está siempre presente, acechando y amenazando a la sociedad.

Cuando los hechos son narrados casi como si fueran ficción y el discurso es utilizado como un mecanismo de control, no hay espacio para la reparación, el tratamiento o la conciliación. Lo cierto es que sólo el modelo punitivo violento es el que limpia la sociedad y eso es parte de lo que se instala en el imaginario colectivo, dando lugar a la permanencia de un “discurso criminológico” que, en lugar de llevar a una comprensión, conlleva a la desinformación de una sociedad que no está interesada en ver más allá de lo que le muestran.

Gabriel Ignacio Anitua es doctor en Derecho, master en Sistema Penal y Problemas Sociales por la Universidad de Barcelona, licenciado en Sociología y autor de varios libros, entre ellos «Historias de Pensamiento criminológicos» y «Justicia Penal Pública”.

En diálogo con el programa Crítica Penal, que se emite todos los jueves de 21 a 23 por FM De la Azotea 88.7 Radio Comunitaria, el profesional ahondó sobre la cuestión de los discursos criminológicos en una extensa entrevista. Así, Anitua se caracterizó el derecho penal simbólico, la gestión de riesgos en materia penal, recordó los debates con Roberto Gargarella acerca del rol de los jueces y los discursos legitimadores de la práctica penal, además de defender la existencia de los juicios penales públicos. “Hoy en día muchas personas pierden su libertad en busca de seguridad”, arrojó.

– Desde los años 70 se ha teorizado a partir del desprecio por otros seres humanos, especialmente en lo que se conoce como la “criminología de la vida cotidiana” ¿Qué ideas sostienen criminólogos de la derecha punitiva estadounidense y qué recepción han tenido en nuestro país esas ideologías?

– Para empezar la “criminología de la vida cotidiana” se corresponde también con la denominada “criminología del otro”, en la que se ve a los estereotipos de delincuentes como otros, diferentes a nosotros y objetos de prevención: se los ve como monstruos. También es cierto que está la teoría de la “criminología de la vida cotidiana” que es más racional que la del otro, pero que sigue siendo una criminología que pone muros, para separar las cuestiones y que fomenta el desprecio, aunque no haya castigos aberrantes como la pena perpetua.

La criminología de la derecha (que engloba a ambas) tiene más que ver con un ánimo clasificatorio, pero no son proviene de los años setenta sino que data del inicio del poder punitivo y su legitimación. En ese sentido, en uno de los últimos libros de Zaffaroni hay una distinción entre la criminología académica y la mediática; yo disiento de eso porque no creo que haya que generar un odio a los medios, porque ellos podemos ser nosotros. Nosotros también debemos hacer una criminología mediática, pero una que transmita otros valores y otros fundamentos, porque me parece que esa es la manera dar lucha a la otra criminología, que no genera más que separación.

– ¿Qué diferencias existen entre esas campañas de ley y orden y lo que vos denominas “el derecho penal simbólico”?

– En el ámbito europeo, la explicación del para qué y por qué castigar ha estado cayendo, cediendo en todos los sectores, desde el punto de vista en el que a través de él no se logra la resocialización y por eso se busca, desde las burocracias, una explicación de repuesto, no para cambiar las prácticas pero sí el discurso.

Cuando se habla de un efecto simbólico es en referencia a algo más cercano, jurídicamente, a lo que se denomina prevención general positiva, que tiene que ver con castigar no para decir algo sino que para reforzar a aquellos que están convencidos de la norma. Es algo como que está bien hablar de que es grave porque antes no se hablaba. Se reivindica el efecto simbólico, pero el problema es que en lo efectivo no hay muchas respuestas.

Si especulamos en lo simbólico se va la mano con la utilización de la herramienta, no se reducen los hechos sociales negativos. El problema es que se lleva a exagerar para dar mayor transmisión de significado: se difunden allanamientos, detenciones, y se provoca una ampliación de lo prohibido: finalmente se le da una mayor irritabilidad a los agentes burocráticos: se da pie a decir “si casi todo está prohibido, haré lo que pueda”, motivo por el cual, justamente, hay que tener mucho cuidado con la utilización simbólica del derecho penal.

– ¿A qué se denomina gestión de riesgos en materia penal?

– Los que difundieron esta idea fueron sociólogos que pensaron en cómo actúa la justicia penal estadounidense. Más que nada en el sistema carcelario, se analizan cuáles son los criterios por los que se encierra a alguien o se le concede libertad. La cuestión es que hay cálculos de probabilidades realizados, que no quiero decir que esté mal hacerlos, pero sí mal utilizarlos de ese modo.

El sistema funciona con este tipo de cálculos de riesgos y encarcela a los que son peligrosos, a los denominados “grupos de riesgo” para manejarlos y evitar que causen problemas. Las estadísticas están mal usadas, porque en ningún ámbito se puede prever el futuro, justamente porque no estamos determinados como individuos ni como grupo humano.

LOS JUICIOS PENALES PÚBLICOS

-Teniendo en cuenta que tu tesis doctoral estuvo relacionada al principio de publicidad de los juicios penales ¿Qué dificultades existen en nuestro medio para hacer efectivo el principio de publicidad de los juicios y cómo se puede corregirlas?

– Para empezar, en general la administración pública es reacia a transparentarse, por eso la primera dificultad es la burocracia, porque no van a querer transparentar sus acciones tan fácilmente.

En ese sentido, la implementación de los juicios penales públicos, tiene varias funciones: se le da más tranquilidad a la población, porque se pueden mostrar cuáles son las leyes y cómo se aplican; además hay un acompañamiento a las víctimas en los juicios.

Principalmente, se plantea una función de control sobre los funcionarios, para derrumbar eso de que “lo que no se puede ver no se puede hacer”. Hoy muchas cosas se hacen porque no son conocidas, me refiero a las prácticas de castigo en la cárcel por ejemplo. Lo que pasa es que hay delitos más graves internamente de los que se ven, pero lo que se hace es poner a la violencia debajo de la alfombra.

La publicidad de los juicios penales posibilita no sólo el control a los funcionarios judiciales sino que también permite criticar al propio sistema penal. Básicamente, si algo no es importante, no debería ser público, ni penal.

Además, la posibilidad de hablar al público legitima la decisión del juez y, lo que es más importante, existiría una especie de obligación para que haya un cambio de lenguaje. Lo penal es tan importante que deberíamos poder entenderlo todos, no sólo los que conocen del tema.

– ¿La televisación de los debates orales es una herramienta útil para la legitimación democrática de las decisiones del poder judicial? ¿Qué riesgos entraña?

– No hay riesgos para mí, sé que se señalan pero cuando se marca un error es cuando no se transparenta el juicio real. La forma de evitar ese espectáculo triste en los medios es dar la información que manejan las autoridades.

Por eso, esta herramienta sería una ventaja para evitar la distorsión. Esto tiene mucho que ver no sólo con una cuestión puntual, sino con la creación de una sociedad de control, que tiene miedo a los otros. Nos sometemos a millones de controles en busca de una seguridad total, que es una falacia, porque nunca va a ocurrir.

Hay una decisión política que tiene que ver con qué tipo de sociedad queremos para vivir: una en la que se corren riesgos, en la que se rompan los mitos de la seguridad total, o una de mentira. El tema del control y la seguridad es algo como una bola de nieve, se nos puede ocurrir siempre algo más, algo peor. Hoy en día muchas personas pierden su libertad en busca de seguridad y por eso, creo que la búsqueda de seguridad constante es contraproducente. Aunque sea imposible de creer, nunca estuvimos más seguros que ahora, porque hace cien años la situación era peor, hay mucho menos inseguridad, estamos más seguros que nunca, pero hay mucha más locura.

DEBATE SOBRE EL CASTIGO

Hace un par de años Gabriel Anitua sostuvo un intercambio de ideas con el jurista Roberto Gargarella en relación al problema del castigo.

– En el contexto del debate, ¿qué decís sobre las críticas Gargarella que plantean que algunas posiciones minimalistas (garantistas) en torno al castigo parten de un discurso penal encendido, de tonalidad marxista, muy critico del Derecho Penal, para luego dar un giro dramático que termina justificando muchos de los peores rasgos de las prácticas penales actualmente existentes?

– Para empezar, el intercambio Fue interesante porque la crítica que le hago a Gargarella es más por su ingenuidad, porque no hay que olvidar que la realidad choca con el discurso muchas veces. Lo que nos parece a nosotros es que el juez tiene una obligación social, de reducir daños, sabiendo que es si hay un mal, se debe buscar que sea el menor posible. Si yo me retiro de mi lugar dejo espacio para los que quieren hacer daños, por eso es importante reducir la capacidad lesiva del entorno, porque la burocracia también afecta. Es importante dar esta discusión en los medios, ya que la sociedad debe hacerse cargo porque me parece que si el sistema penal fuera menos ambicioso se podrían destinar más discursos a educación y demás.

– ¿Cuál es tu opinión en cuanto a que no basta con que un juez penal deje en libertad al más vulnerable, dado que este volverá a ser perseguido y marginado, sino que los funcionarios judiciales deberían impulsar desde su lugar medidas de integración?

– Creo que algunos jueces usando el garantismo usan las prácticas lesivas de la burocracia, pero eso es parcial. La crítica hay que hacerla a la burocracia judicial, porque sino los discursos legitimadores de la pena se terminan legitimando. El problema es que hay una crítica que no va al fondo, porque no se quiere reconocer que la violencia es inherente a la sociedad, estamos hablando de un mundo idílico sino.

ALGUNAS BREVES DEFINICIONES

– Estructuración de un modelo de prevención integrada

“La solución que tengo yo es de tipo político, porque creo en la importancia de que haya sociedades más igualitarias, ya que esas son las más integradas. El tema es que hay que querer más igualdad, menos pobreza, más oportunidades no para combatir la inseguridad, sino porque es lo más digno y justo”.

– Construcción de un discurso jurídico de seguridad humana en contraposición al bélico

“Hay que complejizar un poco la seguridad, no es sólo protegerme del otro, sino que la seguridad implica el goce de todos los derechos y el de la libertad. Si queremos seguridad, es en todos los ámbitos: en el empleo, en la vida, en los derechos sociales. La realidad es que eso es estar seguros, no, como se cree, entregar la libertad a la policía y vivir atemorizados”

– El sistema penal como fenómeno cultural

“Para estudiar lo penal no se debe reducir al análisis de normas, hay que ir, incluso, a algo que más allá de lo sociológico, hay una tarea comparativa, porque al comparar formas jurídicas, se comparan culturas”.

Por Julia Drangosch Andrea Pérez

Redacción El Atlántico
Fuente: http://www.diarioelatlantico.com/diario/2011/10/10/34435-muchas-personas-pierden-su-libertad-en-busca-de-seguridad”.html