A lo largo de la historia se ha escrito casi exclusivamente sobre gustos. Entonces podemos afirmar que todo o casi todo es sobre gustos. A mí, por ejemplo, me gustan los tintos espesos, de taninos concentrados, que se hacen en Mendoza. No los de Córdoba, ni de Salta, ni los de Uruguay, ni los de Chile, ni California, ni Rioja en España, ni los franceses, ni de Italia. A todos pruebo si alguien descorcha, pero si tengo que elegir, elijo los de estos lugares. Ese es mi gusto y pido en cada ocasión que eso sea respetado. Y así les pasa a todas las personas sobre gustos de lugares, la música, las pasiones íntimas, las comidas, los zapatos, los amigos, los autos, los besos, la pimienta, las flores, los corpiños, los licores, y varios etcéteras más. Pero los gustos personales no se deben imponer a otros. Por ejemplo, si nosotros pretendemos que a todos les gusten lo mismo que a nosotros, las chicas pulposas de cabellos color de oro, sería un despropósito que además atentaría con nuestros propios intereses. Si nos hicieran caso, todas las rubias estarían acompañadas y nosotros nos quedaríamos con las no elegidas, morenas, pelirrojas y castañas. Un desastre. Con la elección de los jueces pasa lo mismo. Yo preferiría que fueran electos en los tribunales mis amigos, aunque no pasaran nunca ni por la vereda de la Facultad de Derecho. Y me imagino a Darío Ángel conmutando penas a diestra y siniestra, solo porque es muy generoso. O al “Coco” otorgando permisos para importar muebles y objetos de arte sin pasar por las aduanas y pagar los impuestos correspondientes, solo porque tiene buen gusto y le gustan las casas con objetos admirables. O me imagino a mi amigo Pablito, metiendo preso a cualquiera que acusen de un hecho violento, porque nunca pediría una pericia forense, ya que le impresiona la sangre y se desmaya cuando ve algo relacionado con eso. Yo quiero que mis amigos sean jueces, porque también tienen buenos sueldos. A los que les toque ser juzgados por mis amigos, no les haría ninguna gracia. Cuando se trata de justicia y sus asuntos, no se deben tener en cuenta los gustos personales sino el cumplimiento de las leyes y la Constitución.
Hay un diputado al que no le gustan tres jueces de Cámara y entonces quiere cambiarlos. Los camaristas cumplen con la ley, pero como al diputado no le gustan esas leyes y no tiene tanto predicamento entre sus pares para cambiarlas, quiere sacar a los jueces que aplican las leyes. Ese diputado tampoco está de acuerdo con que los jóvenes sean libres y piensen por sí mismos, y hagan protestas y anden con pelo largo. Así quiere imponer que se reinstaure el servicio militar obligatorio. Será por envidia, pienso yo. Él no tiene pensamientos de libertad, no se puede peinar (igual que yo) y tampoco es joven.
A los jueces que conforman la única Cámara de Apelaciones de Mendoza los ha denunciado este diputado solo porque no le gustan sus fallos. Ha presentado 20 casos para fundamentar el Jury. Y lo ha hecho tan apurado que no se ha dado cuenta de que dos de los casos que denuncia no corresponden a ese tribunal. En estos tiempos todo el mundo opina de la justicia y sobre la ausencia de justicia. Cada familiar de víctima de hechos violentos que sale por TV pidiendo pena de muerte a los delincuentes se transforma inmediatamente en un especialista en seguridad. Así este diputado tiene repercusión asegurada. Los camaristas son acusados de “garantistas” como si fuera un insulto, y el diputado es tenido por especialista en seguridad porque pide “mano dura y tolerancia cero”, como en Nueva York. En el 2009, quedó la nueva y única Cámara de Apelaciones conformada por Luis Correa Llano, que venía de ser fiscal especial de investigaciones de Delitos Complejos; Ramiro Salinas era coordinador de todos los fiscales y después se agregó Alejandro Miguel, quien llegó con la mejor puntuación del concurso que rindió para ese cargo. Cuando los camaristas comenzaron a cumplir su función algunos a los que les gusta ver las cárceles llenas por las dudas, sin que importe lo que dice la ley, los señalaban por aplicar “demasiada justicia”. Así, este diputado de “tolerancia cero”, o mejor dicho el diputado intolerante, dice que los “dictámenes son inconvenientes” sin aclarar cuáles son los inconvenientes. Otra denuncia es por “negación de la posibilidad de que el interno cumpla con la totalidad del régimen progresivo de la pena, al posibilitar la soltura anticipada”. Los camaristas no pudieron responder. Nadie entendió lo que el denunciante legislador escribió. Una denuncia dice que “los magistrados otorgan beneficios extramuros con el fin de generar espacios libres en los establecimientos penitenciarios”. Así como cualquier vecino no puede poner a sus amigos que laburen de jueces, tampoco puede elegir cuáles leyes cumplir de acuerdo a su preferencia. Yo quisiera que nadie fuera preso y quiero que en los jardines de la Casa de Gobierno, los fines de semana sean de milonga, y que las chicas con las mejores piernas usen minifaldas y que los mejores besos sean para los labios más ricos. Y me gustaría que los diputados se ocupen de generar mejores instrumentos legales para que vivamos mejor y no que se publiciten con más restricción de libertades para los pibes y la intolerancia como bandera.
Sobre la generalización de las injusticias y la violencia sabemos bastante en la historia argentina. Apelo entonces para que intentemos hacer la prueba con el reparto de los derechos civiles y de las libertades públicas.
 

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