Ya deberían estar dictándose los cursos sobre lo que deba entenderse por “seguridad democrática”, dedicados a los integrantes de las fuerzas de seguridad que supuestamente pronto deberán ajustarse a un nuevo paradigma policial que se espera que termine con la brava tradición de los uniformados de “gatillo fácil” y de “mano pesada”. La formación de los efectivos en esta concepción distinta es, sin duda urgente, pues si la nueva ley se pone en marcha con agentes no preparados, difícilmente podrá advertirse el cambio que se busca.
Y de que no puede asegurarse que esa formación ya exista no hay duda, por cuanto las denuncias por apremios ilegales en las dependencias policiales de la provincia no parecen haber disminuido. Por el contrario, la información periodística diaria deja la impresión de que los casos aumentan. En verdad, llega a temerse que esos apremios sean parte de un hipotético protocolo no escrito ni citado en acta alguna, y tal vez el obligado rito que hace de un egresado un verdadero policía.
El Ancasti del miércoles informa que “durante el fin de semana, policías que prestan servicios en las comisarías en la Comisaría de La Merced, Los Varela y Seccional Octava fueron denunciados por cometer supuesto apremios”.
En la Octava, un joven de 18 años habría sido golpeado, ya detenido, en circunstancias en que circulaba en motocicleta por la avenida Los Terebintos. La presunta víctima detalló que fueron varios los policías que lo maltrataron. En La Merced, el denunciante fue otro joven, de 19 años. Reclamó porque mientras se hallaba descansando en la Plaza principal, efectivos policiales se dirigieron a él de mala manera ordenándole que se fuera del lugar, ante lo cual respondió también con energía. Contó, también, que después de esto, los policías lo agredieron físicamente.
El tercer caso tuvo como denunciante a un anciano de 81 años, a quien, según su demanda, uniformados de Los Varela lo patearon cuando estaba sentado en un banco de la calle y bajo los efectos del alcohol.
Alguien sostendrá que las demandas por apremios no deberían tomarse en cuenta en razón de que siempre quienes las hacen son gente vinculada con algún delito.
Semejante discriminación no puede admitirse. En primer lugar, porque es natural que sean las víctimas quienes denuncian. En segundo lugar, porque no se ve la ventaja de volver a recrear lo ocurrido, a menos que se haya sufrido verdaderamente el atropello. Y en tercer lugar, más de una vez estas denuncias han sido investigadas y los policías golpeadores fueron sentenciados por la Justicia y conducidos a prisión.
Debe hacerse notar que no fueron muchos los casos de policías castigados. No porque generalmente hayan sido encontrados libres de culpa, sino porque las investigaciones no han sido la regla.
Los apremios han sido -ojalá fuese correcto usar el verbo en tiempo pasado- una peca cultural en las instituciones policiales. Un reflejo profesional que costará muchísimo erradicar para insertar la cosmovisión humanista implícita en el Orden democrático.
Es de esperar que la puesta en vigencia de la nueva ley acelere este cambio, sin el cual la transformación que se quiere será imposible.

 

 

fuente http://www.elancasti.com.ar/opinion/Apremios-policiales-una-cultura-en-extincion-20121129-0098.html