–¿De qué manera el arte puede desarticular el orden establecido?

–Creo que el carácter versátil del arte le da la posibilidad de cambiar sin tener en cuenta las normas. Entonces el arte permite siempre ir un poco más allá. Algunos artistas lo explicitan en sus obras y otros no necesariamente. No todos los artistas tienen interés en hacerlo, porque de hecho la ruptura no es la única forma de producir obras de arte. Pero yo particularmente empecé a ubicarme más en una actitud que apunta a tergiversar los límites.

–Pienso en el caso de León Ferrari, que fue un caso paradigmático de ruptura.

–Exacto, León Ferrari en lo que es el arte argentino contemporáneo, a pesar de sus noventa años, sus obras tienen un carácter muy novedoso, porque la lógica de construcción de su obra es muy actual. Era un joven a la hora de producir sus obras. A León Ferrari yo lo veo como un caso claro de coherencia entre su biografía personal, sus convicciones que no eran para nada las “establecidas” en la sociedad que vivimos. Gracias a su obra, su militancia y sus estudios, porque León Ferrari era un estudioso de la Biblia, no era simplemente un rebelde que tira piedras contra el poder. León estudió muchísimo, especialmente la problemática que tiene que ver con el castigo, que no salta a la vista cuando uno tiene en cuenta la iconografía religiosa. El castigo, el infierno, los demonios, son el material que León tomaba para criticar ese aspecto de la iglesia.

–¿El trabajo en el taller de León Ferrari te impulsó a desarrollar este tipo de obras que tienen un carácter más rebelde?

–Sin dudas, haber trabajado algunos años en el taller como asistente de producción de las obras de León resultó para mí una experiencia maravillosa. No sólo por mi admiración hacia él que es histórica, sino porque él no dio nunca clases, nunca trasmitió sus conocimientos de forma sistemática. Tuve la suerte de trabajar con él en el taller, lo cual me permitió aprender lógicas de producción de obra con las que él trabajaba. Yo veo mucha relación entre la producción de León y muchas obras que yo hice después de mi paso por su taller. Entrar en contacto con su producción me alentó ya que yo tenía una actitud más tímida. Actualmente me veo más confiado a la hora de cuestionar, provocar rupturas, etc.

–¿Las obras de monstruos cubiertos con marihuana presentaron algunos problemas legales?

–Los juguetes forrados en marihuana, que empecé a realizar el año pasado, constituyen una serie de doce figuras. El año pasado en la Feria ArteBA algunas de ellas se vendieron al exterior, y todavía no se las pude entregar a los compradores porque hay un problema de tráfico de estupefacientes. Aparentemente no se trata únicamente de contrabando de obras de arte, sino que pasa a ser contrabando de estupefacientes. En este caso se requiere un permiso especial, en caso contrario se incurre en ambos delitos. Pero como es muy complicado preferí idear el siguiente mecanismo: yo salgo del país con las figuras, que son figuras industriales, premoldeadas que compro en jugueterías y con una capa de material de maquetería cruzo las fronteras sin problema. Y arreglo con el coleccionista que él me provea la marihuana en el país de destino para terminar de formatear la escultura.

–Se trata de obras de arte “ilegales”. Esta obra vuelve absurdo el circuito legal de la planta.

–Me interesaba que estuviera en ese vértice. La obra claramente es ilegal dentro del marco de la ley en Argentina. Actualmente frente a cualquier denuncia, la policía tiene la obligación de actuar, de la misma forma en los aeropuertos, como el límite entre una cantidad para consumo propio y el narcotráfico no está claramente definido, entonces la Policía Aeroportuaria no puede tomar una determinación al respecto y generalmente el que porta cualquier cantidad de marihuana queda detenido. La ley vigente me parece monstruosa, porque legitima la persecución a los usuarios y a aquellos que pueden tener problemas de adicción sin solucionar el problema sino metiendo a un par de chivos expiatorios en la cárcel sin ningún tipo de solución. En el caso de estas obras, un abogado podría señalar que el uso que yo le doy a la planta es poco usual y que no entra en la categoría de “tráfico” o de producción de estupefacientes para la venta. Lo que yo vendo es una obra de arte. Si lo vemos en términos económicos, mi obra es más costosa que comprar directamente una determinada cantidad de marihuana para consumo personal. Además, estas obras tienen un proceso de cristalización para preservar la planta y que dure en el tiempo que la vuelven totalmente tóxica. En cambio en la obra que presento este año en la feria, la planta está viva. En este caso metí la planta en una caja que tiene la forma de un ataúd de color blanco con una cruz roja pintada. Remite directamente a un botiquín. Yo planteo dos cuestiones: por un lado el prejuicio social de que la marihuana lleva directamente a la muerte y por otro la imagen de un botiquín con la cruz roja tiene un sentido más vinculado a su aspecto medicinal. De hecho muchas universidades están investigando y testeando las propiedades de la marihuana para su uso medicinal.

–¿Cómo fue recibida la obra por los espectadores?

–Los espectadores sienten una gran identificación con la planta, se ríen, le sacan fotos, la huelen, etc. Pensé que iba a generar algún tipo de escándalo y no pasa absolutamente nada. Evidentemente no es una imagen perturbadora. Finamente a eso apunta mi trabajo simbólicamente. Creo que la reacción del público expresa un síntoma social, una realidad muy concreta respecto de esta cuestión.

–¿Considerás que tu obra acompaña el proyecto de ley de estupefacientes?

–Creo que es muy acertado el proyecto de ley en cuanto que al enfrentar usuarios que están muy complicados con la adicción, en lugar de meterlos presos, busca solucionar el problema de fondo tratando la cuestión como un tema relativo a la salud. La ley actual paradójicamente no limita el narcotráfico, porque las grandes producciones son interceptadas durante su traslado sin ahondar en los responsables últimos. La ley que está operando fue inyectada por la administración de Reagan en toda América latina.

Creo que el nuevo proyecto de ley apunta a destruir el tráfico que necesariamente es muy violento, y en todo caso apunta proteger al usuario al que consume en pequeñas cantidades. Cuando hice estas obras consideré totalmente la cuestión legal y mi apoyo consciente hacia un cambio fundamental. Al presentar una planta viva en una feria de exposiciones que convoca a miles de personas diariamente tuve que considerar opiniones, la perspectiva de los medios, etc.

–Las instituciones artísticas operan como entes legitimadores en estos casos.

–El Malba tiene entre sus adquisiciones una de mis figuras cubiertas de marihuana obras y hay otra de este tipo que es como un Hulk en la colección de Tedesco, una de las más importantes de Argentina y está actualmente exhibida en Fundación PROA en el marco de una exhibición sobre las últimas tendencias del arte contemporáneo argentino. Ahí se cierra el círculo de alguna manera. Como yo trabajo en el Malba podía estar en contacto permanente con la reacción de los espectadores, que se mostraban, como dije antes, muy entusiasmados y familiarizados con la planta.

–Tomando en cuenta las obras de los aviones de comando a distancia (los Drones) que se exhiben junto a la planta, parece mostrarse un poco la lógica que opera en ciertos países, donde es más sencillo comercializar un arma que un poco de marihuana.

–Sí, en ese caso se presenta un conflicto de intereses: creo que los grandes poderes que manejan el tráfico de drogas no parecen tener interés en legalizar el tráfico de drogas, quizás los beneficios sean mucho mayores de esta manera. Los Drones en cambio forman parte de una industria totalmente legitimada por la lógica de la guerra, está más presentado como una necesidad.

–¿Existe algún otro ejemplo controvertido en el arte contemporáneo?

–Se me ocurren ejemplos que desde mi punto de vista aprovechan cierta “impunidad” artística para realizar actos moralmente complicados. Santiago Sierra, por ejemplo, es un español que contrata gente que trabaja en condiciones deplorables para por ejemplo una escasa suma hacer que esas personas permanezcan en una caja metálica bajo el sol. Creo que él apunta a denunciar este tipo de acciones, pero en mi opinión la vía no es óptima, de hecho es muy cruel. Creo que la falta de límites del arte puede ser propicia para la crítica pero también puede traer consecuencias indeseables.

–El arte contemporáneo parece admitir cualquier cosa como objeto artístico en la medida en que se inserte en el discurso artístico. ¿Cuál es el límite del arte y qué límites moviliza el discurso artístico?

–Al estar dentro del universo del arte, mis obras tienen una suerte de inmunidad y la ley difícilmente pueda aplicarse a ello. El circuito de la obra no refiere tanto a la sustancia, sino a lo simbólico que se desprende de ese circuito y los problemas reales que trae aparejados. Se destaca entonces principalmente un cuestionamiento a la lógica social.

Creo que de alguna manera los límites para el arte los impone la sociedad misma, son móviles. Obviamente existen limites éticos y no se puede hacer cualquier cosa. Pero en casos de mayor ambigüedad los limites son puestos por los efectos propios de las exhibiciones. De hecho cuando hablamos del caso de Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, el principal vocero que acusó de blasfemo al artista por esa exhibición fue Bergoglio. Hubo denuncias, contramarchas y manifestaciones en repudio a la exhibición. Pero también hubo cartas de apoyo al artista, la directora del centro se mantuvo firme en la idea de mantener abierta la exhibición. Creo entonces que el límite es móvil y depende de las repercusiones sociales que se puedan llegar a generar. Lo que es seguro es que el arte logra movilizar y cuestionar los límites preestablecidos.

 

http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-228089-2013-09-02.html