Carlos Pagliere fue el juez que investigó durante la dictadura las primeras horas del secuestro del abogado laborista Carlos Moreno, de Tandil. El sumario que reconstruyó ahora es una de las pruebas más importantes del juicio oral a los represores que se lleva a cabo en Olavarría. El juez actuó en base a un hábeas corpus impulsado por el Colegio de Abogados de Azul y por abogados de Tandil y Olavarría. Usó su auto particular, cargado con la máquina de escribir, un secretario, un defensor y un fiscal, con los que lograron encontrar en la oscuridad la casa donde había estado Moreno en uno de sus frustrados intentos de huida. Por las presiones que recibió, Pagliere salió a buscar apoyo hasta en la Corte Suprema de la provincia de Buenos Aires. La respuesta de los jueces y su periplo, que incluyó la decisión de renunciar a la Justicia, acaba de ser relatada en el juicio oral por el ahora ex magistrado. En plena sesión, recibió un caluroso y emocionado homenaje de toda la sala.

“Me causó una fuerte impresión el reconocimiento que hizo la sala y que me aplaudieran, porque realmente yo sentí que no debía ser así”, dice Pagliere. “Claro, uno hace las cosas que normalmente se debe esperar de alguien con una función pública. Lo único que hice fue cumplir fielmente el juramento que asumí y eso ha sido mi manera de manejarme en la vida, no quiero espectacularidad porque sería destruir lo hecho en cuarenta años de ejercicio.” En momentos en que las causas de lesa humanidad echan luz sobre la inacción de buena parte de las estructuras judiciales durante la dictadura, aquello lo convierte en un juez singular. No sólo por el desempeño o las presiones, sino incluso por cómo explica que aún no sabe si su intervención no precipitó finalmente el asesinato de Moreno.

“Me intriga –dice– y no creo que alguna vez pueda dilucidarlo, que mi intervención no haya precipitado que se le diera muerte a Moreno. Eso siempre lo he llevado conmigo como una carga muy pesada, no lo voy a poder develar, pero creo que pasó al día siguiente de que yo estuviera en el campo al que él llegó escapándose cuando era prisionero.”

En abril de 1977, un grupo de abogados pidió verlo en su despacho. Pagliere los recibió, le dieron un hábeas corpus y uno de ellos le dijo que Moreno había sido visto en la comisaría primera. “Rápidamente me voy en mi auto particular, con mi secretario y escribiente”, dice el ex juez. “Le doy la noticia al fiscal y al defensor de turno y por supuesto por la discreción necesaria, quería ser sorpresivo. En Tandil allano la comisaría, pero no estaba ahí y allano los otros dos posibles lugares que eran la comisaría segunda y el destacamento de Villa Italia, pero todo dio negativo.”

El juez volvió entonces a la Comisaría 1a, donde encontró a otros abogados que le dijeron que aparentemente había un testigo que había visto a una persona que podía haber sido Moreno, en las afueras de la ciudad. Lo dejaron por escrito e inmediatamente el juez salió para la sierra.

“Era de noche, yo no conocía la zona así que no podría hoy identificarla. Llegamos, el lugar no tenía luz y me acuerdo que tomamos la declaración al hombre con un sol de noche que de pronto se apagó y generó una sensación bastante fea, porque yo tenía la íntima convicción de que en algún lugar cercano debía estar el doctor Moreno, porque de la manera que había llegado no podía estar muy lejos de ahí.”

El hombre les dijo que había visto a una persona barbuda, con el torso desnudo, descalzo, con los pies lastimados, que le pidió auxilio, pero que él se negó a dárselo por miedo. El juez se retiró pero al otro día buscó una foto de Moreno; le pidió a un dibujante que le agregue una barba y volvió a llamar al testigo que lo identificó como el abogado. Ese tipo de contrapruebas son las que consolidaron el expediente. Como sucedió cuando el jefe de la Regional Azul lo llamó para decirle que tenía una prueba que podía entregarle o no, en alusión a la política de desaparición. Finalmente lo hizo, le dio el saco de un traje que había encontrado en un alambrado. El juez nuevamente volvió a contrastar si era de Moreno y hoy cree que lo dejó el abogado, para avisar que había pasado por ahí.

En el relato hubo otros puntos importantes. Un nuevo llamado del jefe de la Regional para avisar que en un radiograma le estaban pidiendo información sobre el juez. Como los únicos que manejaban los radiogramas eran las fuerzas de seguridad, Pagliere no tiene duda de dónde venían las preguntas. Luego lo llamó uno de los abogados que había impulsado la denuncia y le avisó que estaba totalmente presionado. En ese contexto, el juez decidió entrevistarse con el presidente de la Corte Suprema bonaerense, Gerardo Peña Guzmán.

“Me di cuenta de que estaba poniendo en riesgo a mi familia. Arriesgarme yo no era tanto problema porque yo sabía que era mi deber. Pero había gente de por medio, abogados, y entonces me pregunté: cómo hago para mantener la discreción y a su vez que se sepa esto sin que trascienda. Decidí ir yo mismo y en soledad a La Plata, me llevé una fotocopia del sumario y me entrevisté con Peña Guzmán.”

“Mire, doctor –le dijo–, estoy investigando una cuestión que quiero que el máximo tribunal conozca. No vengo a pedir instrucciones porque sé lo que tengo que hacer pero quiero que se sepa por si pasa algo.” Peña Guzmán le pidió dos horas. Pagliere volvió y lo recibió otro ministro, del que no da su nombre porque está muerto. “Me recibe en el salón de verano de la Corte, que es una sala especial en la que se hacían los acuerdos de los nueve jueces, un lugar que impone formalidad, digamos, una actitud reverencial hacia la idea de la Justicia.”

“¿Qué está haciendo usted investigando esta causa?”, le inquirió el ministro. Le dijo que era un tema de la Justicia militar. Pagliere respondió: “Hasta este momento, lo que tengo es que ha desaparecido una persona, yo soy un juez penal e intervengo ante un hábeas corpus y hasta he encontrado una punta”. El ministro repitió sus palabras y Pagliere insistió: “Creo en la Justicia pero siento que me están pidiendo algo que no es lo que mi deber me pide”.

El ministro le pidió entonces otras dos horas. Pagliere decidió renunciar al cargo de juez. Cuando volvió lo recibió Peña Guzmán. El juez le habló de la renuncia, pero Peña Guzmán le dijo que él mismo había aprendido que las cosas debían pelearse desde adentro. Mientras conversaban, de pronto sonó el teléfono. Era el entonces ministro de Justicia de la provincia, Jaime Smart, que ahora que es juzgado dice no haber hecho nada. Smart llamaba para decirle que en ese momento el Primer Cuerpo estaba dando a publicidad que Moreno había muerto en un enfrentamiento.

Este viernes, al terminar su alegato, los fiscales de la causa saludaron los actos de Pagliere y anunciaron que iniciarán una causa por lo actuado en esos años contra los miembros de la Corte Suprema provincial.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-189346-2012-03-11.html