Adriana Lestido mujeres-presas-14

 

Julia Varela – Cosecha Roja.-

– A mí se me prendió fuego la celda con ella adentro. Yo me podía haber muerto con ella.

Noelia debe andar por los 38, aunque es difícil adivinar. Estuvo presa en la Unidad 33, la cárcel de Los Hornos en La Plata con su hija Agostina, que va a cumplir 2. Ahora ambas están libres.

– Hubo un cortocircuito por mal mantenimiento de la Unidad. Pero cuando me traían del hospital con mi hija, porque se había intoxicado con monóxido de carbono, mis compañeras me decían que me estaban echando la culpa a mí, decían que yo había incendiado la celda a propósito.

Marta tiene 65 años y está criando a Santiago, que tiene 4. Se lo turnan con su consuegra, para que pase menos tiempo dentro de la cárcel, donde está Nora, su mamá. Marta también vive con sus otras dos nietas adolescentes y sabe que en la cárcel, cuando es el horario de visita, las celadoras la tratan bien; hola que tal, buen día, todas de acá para allá, dice.

– Pero sé que hay muchas madres que no pueden dormir. Que a la noche tienen que taparle los oídos a los chicos para que no les entren las cucarachas.

Ana María Canal es la directora de la Comisión de Cuestiones Penitenciarias del Colegio de Abogados de Morón y organizó, durante dos días, un encuentro para debatir sobre la violencia institucional y para reflexionar sobre los niños que viven en prisión con sus madres. Un encuentro con fiscales, jueces y madres sobre cómo es tener menos de cuatro años y vivir en una cárcel.

En Argentina, las mujeres que tienen hijos y caen presas pueden ir con ellos a la cárcel y vivir ahí hasta que se termine la pena o hasta que los chicos cumplan cuatro años. Para que el vínculo madre-hijo no se rompa. Porque muchas veces, afuera de la cárcel, no hay padres, abuelos ni vecinos que puedan hacerse cargo.

Según la Comisión Provincial por la Memoria, en la Provincia de Buenos Aires en 2012 había 1209 mujeres presas, 17 de ellas estaban embarazadas y 74, detenidas con sus hijos que sumaban 91 niños y niñas. Las opciones son dos: dependencias para madres de cárceles comunes o en unidades de madres, diseñadas igual que cualquier otra, con las mismas rutinas, las mismas ventanas, las mismas prohibiciones. Pero con chicos y bebés.

“Es un tratamiento diferencial que se remonta a lo largo de la historia. No hablamos de la paternidad en prisión”, dijo a Cosecha Roja Graciela Angriman, jueza del juzgado correccional Nº5 de Morón y participante del encuentro. “En el marco de las nefastas condiciones de habitabilidad que ofrecen las prisiones, las mujeres tienen que cargar la pesada mochila de asumir el cuidado de una criatura en uno de los momentos más vulnerables de su vida, que es hasta los 4 años. Ya sobrevivir a la prisión es complejo. Porque no ofrecen condiciones de habitabilidad respetuosas de un umbral mínimo de dignidad humana. Y si a eso le sumamos la responsabilidad de algo tan frágil como es una criatura recién nacida, estamos hablando de adosar a las mujeres una responsabilidad que es desconocida para el universo masculino. Eso es un trato discriminatorio hacia la mujer.”

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Santino Villalba murió el 4 de febrero de este año. Tenía mocos, se le taparon los bronquios, no pudo respirar más y tuvo un paro cardíaco. Santino había nacido hacía 21 días, y su mamá Karina estaba presa en la Unidad 33 de Los Hornos.

A Karina la habían acusado de robo calificado y la declararon inimputable porque era “peligrosa para sí misma o para terceros”. Pero el juzgado de Ejecución 2 de San Martín dijo que de todas formas debía estar encarcelada y la mandó a la Unidad 45, a Melchor Romero, donde están los presos psiquiátricos del Servicio Penitenciario Bonaerense.

Un día Karina quedó embarazada y fue derivada a una cárcel de madres con hijos. Aunque necesitaba atención permanente, en Los Hornos convivía con otras 250 internas madres y 72 chicos menores de 4 años.

“Hacemos un llamado a todos los compañeros solidarios para manifestar nuestro repudio a este crimen”, dijo una de sus compañeras. “El 70 por ciento de las mujeres aquí presas está en condiciones de recibir el derecho de arresto domiciliario. No es una dádiva, es nuestro derecho que se pisotea con verdugueo y muerte”, agregó.

Después de la muerte de Santino las madres de Los Hornos publicaron una carta. Pedían que la unidad sanitaria cuente con una ambulancia en condiciones, que sea de uso exclusivo y excluyente para los servicios sanitarios y que sea manejada por ambulancieros.

– Muchas veces con la ambulancia se va a buscar el pan, se carga la leche, se lleva a los encargados a sus casas, dijo Rosa a Cosecha Roja.

También pedían que hubiese medicamentos en cantidad suficiente, y que haya un obstetra y un pediatra de guardia permanente.

“Nuestro sistema penal siempre criminaliza a los sectores populares de la sociedad. El binomio entre el poder penal y discriminación es muy fuerte histórica y estructuralmente. Si a eso le sumás el componente de género, eso se agudiza. Estas mujeres provienen de las capas más desprotegidas de la sociedad. Son mujeres que retratan el fenómeno de la feminización de la pobreza: fruto de políticas económicas neoliberales, mujeres jefas de hogares monoparentales que por esas condiciones socioeconómicas han tenido un acotado acceso a la educación, al conocimiento y a acceder a sus derechos sexuales y reproductivos. Estas mujeres entran a prisión arrastrando cadenas que los hombres no tienen, las cadenas de pertenecer a un colectivo históricamente subordinado”, dijo a Cosecha Roja Angriman.

Agostina convulsionó dos veces dentro de la cárcel y ese día no había pediatra que pudiese revisarla. “Yo pensé que se había ahogado, porque estaba comiendo carne. Pero había tenido una crisis y ni la médica me lo supo decir. Encima no había tubos de oxígeno, porque estaban descargados”, recordó Noelia. La segunda vez que Agostina convulsionó lograron llevarla a un hospital.

– Y cuando se me prendió fuego la celda, la encargada que vino a sacarme a las cinco de la mañana sin botas, dormida. De los nervios no podía abrir y estaba explotando todo. Volaban los vidrios, todo. Y después hubo que cruzar seis rejas hasta llegar a sanidad.

Desde enero de 2009 la ley 26.472 permite, si el derecho es concedido, que las mujeres embarazadas o con niños menores de 5 años cumplan su condena bajo arresto domiciliario. “Se concede pero muy lentamente, y los criterios para otorgarlo son disímiles, varían de juez en juez”, denunciaron desde la ONG Proyecto Yo no fui. “Hay confusión en la Justicia, eso explica la disparidad de criterio. Hay una falsa creencia de que el arresto domiciliario es libertad”.

Aún así, la mayoría, está en las cárceles.

-La culpa siempre la tiene la presa. Yo tenía una buena conducta, me decían que tenía que tener un oficio. Iba, barría el patio, hacía los cursos, todo lo que tenía que hacer para poder irme. Pero como el día del incendio tuve una mala reacción e insulté a una encargada, me bajaron la conducta, contó Noelia.

“Que el individuo sea condenado pero no torturado física y psicológicamente. Que se cumpla con la Constitución Nacional, tratados internacionales, ley de ejecución y en este tema en particular con la Convención sobre los Derechos del Niño”, dijo Ana María Canal, cuando presentó el encuentro.

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-Nosotras conseguimos poner una calesita en cada pabellón de la unidad 31 en Ezeiza, porque sino los pabellones eran igual a cualquier otro de varones.

Al principio Rosa no quiere hablar. Pero las palabras se le escapan de la boca. Se le enredan con la bronca. En 2009 hicieron un motín y así consiguieron más atención médica, un pediatra y un obstetra las 24 horas.

Las presas de los ámbitos federales dicen que ellas la pasan mejor. Que estar privada de la libertad en el Servicio Penitenciario Bonaerense es terrible. Que ellas son menos por pabellón, que tienen juegos para los chicos en el patio.

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A los tres años, los chicos presos van a un jardín público porque tienen derecho a la educación. Un transporte escolar los saca de la cárcel y los lleva. Pero las mamás no conocen a las maestras, no saben cómo es la salita a dónde van, no participan de su vida en el jardín.

Hace un año un nene vino con un coágulo de sangre en la cola. La madre lo llevó a sanidad y pidió un forense. Esa misma noche le pusieron un camión en la puerta del penal y la trasladaron a Bahía Blanca, un “castigo” por querer saber qué era lo que le había pasado.

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-No dejan pasar jabones perfumados y en ciertos días la mujer necesita tener limpieza. Ahora dicen que van a dejar pasar perfumes, se ríe Marta.

Porque en la mayoría de los penales hay que pedir una audiencia con el jefe para pasar toallas higiénicas, cepillo de dientes, dentífrico o jabón. “La provisión de toallas higiénicas es insuficiente, en algunas unidades son provistas por mes 8 toallas higiénicas para ser utilizadas cada 4 detenidas”, sostiene la Comisión Provincial por la Memoria en su informe anual.

“Existe un programa penal y una ley de ejecución penal que todavía no han sido sometidos al tamiz del derecho internacional de las mujeres. Es una ley misógina, que solo reconoce a la mujer condenada o privada de la libertad como sujeta de derechos en la medida que cumpla su función reproductora. Si no sos madre, te priva de derechos porque incurre en esa ficticia idea de igualdad propia de las constituciones liberales. Cuando las mujeres aparecemos solamente en las legislaciones de la mano de la maternidad es un motivo muy fuerte para sospechar de un puño patriarcal. Porque justamente la organización social patriarcal se monta en las funciones reproductivas de la mujer para de ahí establecer una división social del trabajo entre hombres y mujeres, donde los hombres están confinados a la esfera pública y las mujeres a la esfera privada”, aseguró la jueza de Morón.

En el pabellón de Noelia había un chico discapacitado. Las madres estaban casadas y el nene nació por una inseminación artificial pero el 8 por ciento del cerebro no le funciona. “Es un nene que no se puede sentar, que no puede caminar y que no está recibiendo el tratamiento de kinesiología que necesita. Y a esa edad necesita ser estimulado, trabajar los músculos.

-A mí se me terminó por suerte pero hay chicos que siguen, dice Noelia mientras dibuja con Agostina en el estrado.