De las calles de tierra a la web, de la web a la celda. Un chico es convertido en el peor de todos. Anularlo es anular el mal. Rescatate che, que cayó la gorra y se pinchó.

Fue en marzo de este año, hace apenas dos meses según los archivos, que se instaló en la prensa el nombre (que no repetiremos aquí) de un adolescente que vive en uno de los barrios pobres de la rica ciudad de Neuquén.

Al adolescente se lo menciona siempre asociado con la violencia: homicidios, robos, abuso de armas. Nunca fue condenado, pero está anotado como sospechoso en varias causas.

Antes que él hubo otros, también con apodos infantiles. En el fuero penal juvenil los recuerdan bien. Algunos salieron del delito, otros están presos, otros están muertos. Ninguno había logrado semejante cartel a punto tal que el mismísimo jefe de la Policía, en violación de la ley 2302, lo nombró e identificó en una nota periodística.

“Con cuatro como él no hay seguridad que alcance”, dijo el comisario Raúl Laserna, reemplazando el “él” por el apodo con el que se conoce al pibe.

La construcción del monstruo se fue perfeccionando.

Creen, en el fuero juvenil, que en respuesta a esa visibilidad mediática que le estaban dando, el adolescente resolvió tomar el control de su imagen en sus propias manos.

Se filmó rodeado de armas y encapuchados, e hizo llegar el video a… un medio de comunicación, por supuesto. Así su discurso trascendió el barrio, llegó a Internet, llegó al mundo. ¿Por qué no, si tantos llegan?

Este Gran Hermano sin tandas publicitarias millonarias no podía ser legitimado.

El Estado reaccionó de la única manera que (al parecer) conoce para enfrentar estos hechos: envió un ejército de policías, armado hasta los dientes, que militarizó el barrio y detuvo al desafiante muchacho.

Los funcionarios se apresuraron a dar una conferencia de prensa para tranquilizar a las “buenas familias”. El enemigo público número uno ya no podrá molestarlas. Y si llegara a quedar en libertad ya no será culpa de ellos sino de la ley, como si ésta fuera un estorbo para vivir en paz.

En definitiva, ¿se acabó el problema?

Claro que no. Simplemente se cumplió un paso más en la construcción del enemigo.

Raúl Zaffaroni, en una charla que dio hace años en el mismo Neuquén donde pasan estas cosas (aquíestán los videos), lo explicó claramente:

“No es la primera vez que se inventan enemigos. Llevamos 800 años de derecho penal inventando enemigos”.

Jamás la criminología se ocupó del más grave de los delitos: el genocidio. ¿Por qué? Porque responde a una dinámica: elegimos el enemigo, lo erigimos en la única fuente de peligro, tratamos de que toda la violencia difusa de la sociedad se le pueda atribuir, lo aniquilamos, y se restablece la paz”.

Cada fabricación de enemigos en la historia ha conducido a matanzas. ¿Quién llevó a cabo los genocidios? Las agencias del sistema penal”.

Cuando el sistema penal no tiene capacidad para canalizar la venganza, se sale de su cauce, pierde su dimensión y se convierte en agente del genocidio”.

Cada vez que vemos que el poder punitivo se orienta hacia un enemigo estamos manejando un poder que potencialmente es genocida”.

La construcción de cada enemigo va precedida de un discurso, que tiene una característica de legitimación, de neutralización de valores”.

Si nada interrumpe el proceso de selección de un enemigo, eso invariablemente termina en matanza”.

El pibe hoy está detenido, mañana quien sabe. Siempre habrá otro/otra que lo reemplace, para que la maquinaria pueda seguir.

 

 

fuente http://fueradelexpediente.com.ar/2013/05/16/construccion-y-destruccion-del-enemigo-a-proposito-del-pibe-mas-buscado-de-neuquen/