Durante el juicio, Salinas aportó su inocultable visión “machista”, recriminándole a la propia víctima que “hacía cosas para que el hombre se enoje”. El fiscal general terminó bajando la acusación de “homicidio en grado de tentativa”, que impulsó desde el inicio Boga Doyhenard, a “lesiones graves”.

General Pico (Agencia) – Conocido como el “Caso Ferreyra”, fue el primer expediente que se tramitó en los Tribunales de Pico por violencia de género. Durante el debate oral y público, la joven víctima reclamó: “No quiero que se haga justicia”, pero los jueces condenaron al hombre a tres años y medio de prisión. La mujer se radicó en Santa Rosa y comenzó a visitarlo en la Unidad Penal 4. Hace tres semanas tuvieron su tercer hijo.

De fuentes vinculadas al caso, El Diario pudo acceder en las últimas horas a las particulares derivaciones que tuvo el caso que sorprendió en 2011, no solo por la violencia física ejercida por el hombre y la reticencia de la mujer a que su pareja quedara preso, sino que hoy también expone a las claras las dificultades que aún perduran en el sistema, para intervenir en un conflicto que pudo terminar en muerte, donde la víctima se niega a recibir ayuda.

Los cronistas que cubrieron el debate aún recuerdan la intervención del exfiscal general Carlos Salinas, quien por su condición de adjunto acompañó a Maximiliano Boga Doyhenard quien investigó- en el juicio. Salinas aportó su inocultable visión “machista” sobre el caso, recriminándole a la propia víctima, en reiteradas oportunidades, que “hacía cosas para que el hombre se enoje”. El fiscal general, que por momentos fue un brillante “defensor”, terminó bajando la acusación de “homicidio en grado de tentativa”, que impulsó desde el inicio Boga Doyhenard, a “lesiones graves”.

La mujer y Carlos Ferreyra se conocieron en el año 2003, cuando ella tenía apenas 16 años. Desde ese momento convivieron en distintas casas de familiares y hasta en un colectivo. Tuvieron una criatura, que falleció a los dos meses, y luego dos hijos más.

Durante el debate, la víctima reconoció que existieron varios eventos violentos y que ambos eran “enfermos de los celos”, de hecho sobre Ferreyra pesaba otra causa por “lesiones leves” del año 2010, contra la misma víctima.

El hecho

Ferreyra, quien desconfiaba de la fidelidad de su esposa, llegó el 25 de marzo de 2011 por la noche hasta la vivienda que compartía con la mujer, los hijos y otra pareja, en calle 37 entre 2 y 102, donde discutió con ella y la tomó del cuello para trasladarla luego hasta un canal de desagüe, en inmediaciones de ruta 1 y calle 2. Allí, la sometió a una terrible golpiza.

La mujer trató de escapar de su agresor, pero Ferreyra se ubicó sobre el cuerpo de su víctima y continuó golpeándola en la cabeza con sus puños sobre el mismo cemento del canal de desagüe, hasta dejarla inconsciente. Según se señaló en el juicio, el hombre se retiró del lugar, dando por entendido que la había matado.

El informe del forense que participó del expediente, Rubén Bocchio, señaló que los golpes que sufrió la víctima pusieron su vida en “serio riesgo”. El forense informó que la mujer sufrió “fractura de nariz, hematomas completos fuera y dentro de ambos ojos, pérdida de un diente, escoriaciones en hombros, hematomas en la región lumbar, en muslos y rodillas”, entre otras lesiones detalladas por el profesional.

Ferreyra-sentencia-043

La joven, que tenía entonces 24 años, quedó por un largo rato tendida en el canal de desagüe, hasta que reaccionó y como pudo llegó hasta su casa, distante a unas pocas cuadras, donde recién advirtió la gravedad del caso -según señaló en el juicio- en el momento en que se miró al espejo. Allí pidió a un familiar que llamara a la Policía y a una ambulancia, y se desvaneció en la cama.

Juicio

El fiscal Boga Doyhenard instruyó el expediente como “homicidio en grado de tentativa” y mandó a detener a Carlos Ferreyra el 1 de abril de 2011. En el mismo momento en que la víctima radicaba la denuncia, el imputado y sus familiares le enviaban mensajes intimidatorios para que no lo hiciera.

La joven finalmente impulsó la investigación, pero ya a poco de iniciarse el juicio comenzó a dar muestras de no querer avanzar judicialmente. Y lo dejó bien claro en el debate, donde pidió declarar ante su victimario. “No me importa que me haya pegado, no lo odio, es más, lo amo más todavía”, sostuvo.

La víctima se responsabilizó de “hacer enojar” a su concubino y reclamó a los jueces “no quiero que se haga justicia, no quiero que mis hijos vean a su padre preso, quiero cerrar todo acá”. Y aventuró: “Creo que podemos volver a estar juntos, quiero llegar a un acuerdo con él”.

Las psicólogos y psiquiatras que declararon, confirmaron que durante ocho años la mujer fue sometida a maltrato psicológico y físico en algunas ocasiones. Y explicaron que la joven “no conoce” otro tipo de vínculo de pareja y teme a lo desconocido.

Una de las profesionales que atendió a la víctima remarcó su “reticencia” al tratamiento y coincidió en que “no es extraño” que después de todo lo sucedido, la mujer “sienta culpa y arrepentimiento y quiera volver” con su agresor.

El psiquiatra que atendió al acusado aseguró que Ferreyra reaccionaba de forma “violenta y primitiva”. El doctor Marcos Koncurat también señaló que Ferreyra “no mostró arrepentimiento por lo sucedido”, sino una preocupación por su situación judicial. “El detenido solo tenía preocupación por sí mismo, ya que presentaba antecedentes y sabía que estaba complicado”, afirmó el psiquiatra.

El 26 de julio de 2011, los jueces Carlos Pellegrino, Florentino Rubio y Alfredo Alonso condenaron a Carlos Ferreyra a tres años y seis meses de prisión, el máximo de la pena solicitada por la Fiscalía, por “lesiones leves”. Tras la lectura de la sentencia, la víctima despidió a su exconcubino entre lágrimas y con un beso.

Derivación

Con poco más de un año y medio de detención en la Unidad Penal 4 de Santa Rosa, la particular historia enmarcada en un caso de violencia de género ahora tiene otro capítulo. La víctima se instaló en la capital pampeana, lo visita frecuentemente y reanudaron la relación, hasta el punto de quedar embarazada. Hace tres semanas, aproximadamente, nació su tercer hijo.

El abogado del detenido gestionó la salida de Ferreyra desde la Unidad Penal, para que conociera a su hijo en el Hospital Molas y posteriormente lo registrara con su apellido en el Registro Civil.

Pero ya en el juicio, los propios jueces advirtieron que este caso tendría nuevas derivaciones por los dichos de la propia víctima. El juez de audiencia Alfredo Alonso, durante el debate, reconoció que la Justicia aplica en estos casos solo “una sentencia, o una pena”, pero “no da una solución al conflicto”, ante la postura de la víctima. Y, en tal sentido, le pidió a una de las profesionales que opinara sobre posibles caminos a seguir por parte de la Justicia, además de la sentencia, para evitar que en el futuro suceda “algo peor”.

La psicóloga reconoció que podría servir un seguimiento médico sobre las partes, pero en este caso, la reticencia de la mujer complica cualquier posibilidad.
La figura de violencia de género introducida en el andamiaje judicial proporciona una herramienta muy importante para proteger a las víctimas. Pero al parecer no se contempla del mismo modo la situación del victimario, quien en casos como este también requeriría un tratamiento psiquiátrico para su recuperación, para que en el futuro, cuando salga de la cárcel y tal como lo advirtió entonces el juez Alonso, no suceda “algo peor”.

 

 

fuente http://www.eldiariodelapampa.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=127643:desde-la-carcel-victima-y-victimario-reanudaron-su-relacion-y-ahora-tuvieron-un-hijo&catid=62:nacionales&Itemid=3#.USf8TB3cmSo