Crece la indefensión entre los ciudadanos de la región, que ven cómo quienes deberían protegerlos, son cómplices de la criminalidad que los agobia

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El 74% de los latinoamericanos de 11 países consultados cree que la policía es corrupta o extremadamente corrupta, según el Barómetro Global de la Corrupción 2013, que realiza Transparencia Internacional.

El país más afectado es México, donde 9 de cada 10 personas cree que las fuerzas de seguridad están corrompidas. Lo siguenEl Salvador (87%) y Bolivia (86%).

En el extremo opuesto se encuentran Chile, donde el 53% de la gente cree que la policía es corrupta, y Uruguay, donde la proporción desciende hasta el 47%. Éste es el único país en el que la desconfianza ciudadana no llega a la mitad de la población.
No es casual que los países que encabezan la lista sean México y El Salvador. Se trata de dos sociedades totalmente convulsionadas por el accionar de las mafias, especialmente del narcotráfico.

Sin complicidad policial, no hay crimen organizado

A diferencia de los delitos comunes, que están presentes siempre y en todas las sociedades del mundo, el crimen organizado necesita condiciones particulares para desarrollarse.

Una de ellas, quizás la más importante, es la complicidad de las fuerzas de seguridad. La planificación que suponen las grandes redes delictuales como el narcotráfico no sería posible sin el acceso a información detallada sobre los procedimientos de control que realizan la policía y la justicia.

De la misma manera, si ciertas instancias de las agencias de seguridad no se muestran intencionalmente pasivas frente a las organizaciones criminales, muchas de sus operaciones serían inmediatamente descubiertas.

«Cuanto más corrupta es la policía, mayor es la penetración del crimen organizado. Lo vemos por ejemplo en los países con más criminalidad, como Honduras, Guatemala o México, que tienen serios problemas en sus cuerpos de seguridad por corrupción y por su participación en las redes del delito organizado», explica José Miguel Cruz, especialista en violencia criminal y política comparada de la Universidad de Florida, en diálogo con Infobae América.
Los distintos niveles de corrupción policial

«La primera etapa es la entrega de información a las organizaciones criminales. La segunda es la protección, que tiene que ver con alertar sobre investigaciones judiciales. Muy ligadas aparecen la manipulación de pruebas en el marco de una pesquisa policial y la intervención para dirigir esos operativos hacia otras bandas, y así desviar la atención. Hay casos más extremos de funcionarios policiales que son parte del delito de manera proactiva, participando de la planificación permanente, pero es algo que se da en casos más específicos», dice, consultado por Infobae América, Jorge Araya Moya, especialista en seguridad ciudadana de la Universidad de Chile.

Si bien el último nivel de participación no es tan común, ya que supone un grado muy avanzado de corrupción, se pueden mencionar ejemplos en distintos países de la región. Cruz cita los casos deGuatemala y México, donde se descubrió que los más altos jefes nacionales y regionales de la policía llegaron a ser cómplices de bandas narcotraficantes.

«No es algo exclusivo de América Latina la copresencia de crimen organizado y corrupción policial -dice Cruz-. Lo particular es que la policía potencia la violencia, siendo brazo armado de las organizaciones o promoviendo la formación de grupos armados ilegales, lo que contribuye a convertir a la región en la más violenta del mundo. Eso no ocurre en otros países, como en Italia por ejemplo, donde hay complicidad policial con la mafia, pero sin llegar a participar de las dinámicas de violencia».

Se pueden señalar dos grandes causas de los altos niveles de descontrol que existe en las fuerzas de seguridad de la región. Una es la debilidad de las instituciones públicas, que se traduce en menores mecanismos de control, tanto al interior de la propia policía como desde el resto de las instituciones públicas.

La otra causa está directamente relacionada al inestable pasado de la democracia latinoamericana. «La historia de golpes de Estado perpetrados por las Fuerzas Armadas hizo que tuvieran un vínculo especial que las revistió de cierta autonomía y poder fáctico sobre la sociedad. Esto dificulta que se conozca el rendimiento de su trabajo y los problemas que tienen», cuenta Araya Moya.

Una distancia cada vez mayor con la ciudadanía

«No podemos esperar que la gente colabore con una policía en la que no confía, y la confianza ciudadana es fundamental para que las fuerzas de seguridad funcionen», dice Cruz.

«Así -dice Araya Moya-, el vinculo necesario de las instituciones con la ciudadanía se quiebra, lo que impide que haya una interacción que permita que la policía cuente con colaboración de la ciudadanía, que está menos predispuesta a que se aprueben recursos para las fuerzas de seguridad o que se le otorguen mayores facultades operativas».

En casos extremos, que se dan especialmente en los barrios relegados de los suburbios de las grandes ciudades, el nivel de desconfianza en la policía local es tan grande que los vecinos terminan prefiriendo la «protección» ofrecida por las mafias antes que acudir a las fuerzas de seguridad.

Algunas estrategias para combatir la corrupción

Todo comienza con la formación. Sin una buena instrucción de base que prepare a los agentes correctamente es imposible tener una buena policía.

«Es clave que en el proceso de selección haya criterios súper estrictos, para captar los perfiles de postulantes adecuados. Para ello, la institución tiene que ser atractiva como alternativa profesional para los jóvenes. Además, necesitamos que tenga un programa de formación sólido, que dé confianza. Hay países cono Chile, donde el agente común tiene un año y medio de formación, pero en otros son apenas seis meses. Cualquiera comprende que en ese lapso puede adquirir un barniz, pero ninguna formación sólida en términos de comprender procedimientos, derechos, ni nada eso», dice Araya Moya.

¿Pero qué hacer con la institución policial una vez que se detectan bastas redes de corrupción?

«Tiene que haber una muy fuerte voluntad política de limpiar la policía. El mejor ejemplo es Colombia, que durante muchos años sufrió grandes niveles de corrupción en sus fuerzas de seguridad, hasta que los gobiernos hicieron un esfuerzo muy fuerte de depuración. Esto no solo supuso separar los elementos corruptos, sino también cambiar la doctrina y la cultura de la institución policial, reformarla para que se vea a sí misma al servicio de los ciudadanos», explica Cruz.
Ese proceso incluye también el despliegue de mecanismos de rendición de cuentas, para que otras instituciones públicas controlen el funcionamiento de la policía, al margen de las tareas que realice su unidad de asuntos internos. Al mismo tiempo, es necesario que la sociedad civil y sus organizaciones participen del control y la supervisión.

Todo esto forma parte de la accountability de la institución, lo que implica que esté dispuesta a dar cuenta de lo que hace. Para que esto se produzca de manera integral, al trabajo del Estado y de los ciudadanos se debe sumar el de las ONG que se dediquen expresamente a revisar el funcionamiento de la policía.

 

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