Cientonueve abogados desaparecidos. Acto en el hall de tribunales, 2011. «Para nosotros no es un simple acto de memoria, sino la reafirmación de un compromiso», expresó Duhalde, y exhortó a los abogados a cambiar la visión del Derecho, toda vez que «la producción social del Derecho no admite ir en contra de la soberanía popular» (2011, Palacio de Tribunales). No resulta paradójico que la Argentina de los ’90 haya renunciado, con la sombra de impunidad, a la soberanía, a su posibilidad de hacer Derecho, de hacer justicia, para poder endeudarse. El país de la impunidad era el país de la renuncia.

Dos años después de sus palabras, que vaticinaban el cambio (porque el Derecho no puede ser el mismo después de la memoria, esas políticas le cambian el rostro a la democracia), el gobierno lleva adelante la democratización. Los que antes se opusieron a la memoria con argumentos falaces (porque todo argumento que admite la impunidad siempre es falaz), los que no querían «mirar al pasado», hoy se oponen a la democratización. Los que apoyaron los juicios de Derechos Humanos, porque entendieron que eran parte esencial de la renovación de la sociedad, promueven la reforma, la apertura, la resignificación de la Justicia. La Justicia debe renovar sus palabras, sus conceptos. Sus ideas. Y sus ideales. Su vocación. Por eso apelamos al otro. A la cultura del otro, señalada por Lyotard. El discurso del otro anula el discurso del odio que muchos querían asimilar a la memoria. El otro no puede ser usado.

Nussbaum propone la creación de una justicia diferente, sensible (desde la formación poética del abogado), capaz de ver a los demás. De sentir empatía, no sólo de «impartir» o «imponer» condenas al otro desde su pedestal. Este es el nuevo Derecho (que es el modelo del humanismo, que se separa de la corriente de Law and Economics, Análisis económico del Derecho, no casualmente con su cuna en la Escuela de Leyes de Chicago, donde también nacieron las ideas económicas que arrasaron nuestro país). No es casual que allí nació ese modelo del Derecho (impunidad-endeudamiento-mayoría automática-control social, Parsons, pérdida de soberanía, deuda). Los Chicago boys no son sólo economistas. También están los disimulados Chicago boys del Derecho. La poesía pide precisión, humanidad, dignidad, coraje. Nadie es más independiente que el poeta. Su palabra renueva el Derecho. Contra las mentiras del endeudamiento (la Argentina en New York también defiende una nueva visión del Derecho) va la poesía. La filosofía, que cree en el valor de los principios. El Derecho. En Chicago nacieron las políticas a las que ese Derecho fue funcional. Ejecutor cómplice de la pobreza eficiente y callada. Invisible. El Derecho renunció a ser Derecho, renunció, dejó en suspenso durante mucho tiempo todos sus postulados. Olvidó que su misión esencial es defender al que no puede defenderse. Los indignados en todo el mundo son los hijos que el Derecho no reconoce. El efecto no deseado, pero visible, cada vez más visible, del «progreso» desigual. De la Injusticia. La gente que se manifiesta se manifiesta, lo sepa o no, contra el Derecho viejo. Contra la injusticia incapaz de avanzar en temas sensibles.

A la Justicia le falta algo. Caras jóvenes, no comprometidas con el pasado. La renovación general del Derecho es imperiosa. La Justicia necesita caras nuevas. Necesita jueces independientes. Un Derecho capaz. El abogado se vuelve independiente y justo si sabe pensar por sí mismo. Rescatar la otredad es rescatar el Derecho (la economía ve medios, donde el Derecho ve personas). Esta es la diferencia del Derecho con la economía. El Nuevo Derecho vuelve a las críticas de Juan B. Justo (y Alfredo Palacios, no casualmente la UBA rechazó su tesis doctoral llamada «El Nuevo Derecho, símbolo moral», el Derecho no puede ni quiere ver la pobreza) cuando defiende la ética, y dice que el Derecho, a diferencia de la economía –que defiende como valor central la «eficiencia»– defiende un valor muy distinto y más importante: la dignidad. Por eso el Nuevo Derecho supera la lógica del derecho Law and Economics, que se reproduce aquí, que reduce todos los derechos del hombre (si el mercado necesita desaparecer, desaparece en nombre del «crecimiento»; la lógica de la desaparición no terminó con el Proceso, empezó con el Proceso, luego se fue refinando, el Derecho laboral se ve así como un costo, como una carga). «Mirad lo que me habéis hecho, me lo habéis quitado todo», dijo una mujer en España, mientras se prendió fuego y murió entre las llamas en el suelo del banco, que se iba a quedar con su casa: «me lo habéis quitado todo». Eso es lo que los tribunales parecen no estar viendo. Porque han sido educados para no ver.

Esta corriente nace con un trabajo simbólico, con un título que habla solo: The Problem of Social Cost. Se ve a los derechos sociales como un problema, como una «carga». Como un costo. No como un derecho. Posner está a favor de reconocer los derechos civiles de los homosexuales porque eso aumentaría el PBI per cápita de Nueva York, nosotros estamos a favor de reconocer esos derechos porque hacen a la dignidad del hombre. Son dos caminos muy distintos. El primero es la visión del Derecho que fue en paralelo a las políticas económicas que arrasaron a los argentinos. Renovar el aparato conceptual es fundamental para aprender a hacer justicia. Eso es lo que se está haciendo con los juicios de Derechos Humanos en este país: aprender a hacer justicia otra vez.

Nussbaum propone la resignificación del Derecho. Propone el advenimiento de jueces-poetas. De una formación humanista que recupere la democracia. El lenguaje. La cultura. La verdad. Este es el otro modelo del Derecho. Poesía no significa falta de rigor o de seriedad en el pensamiento, sino todo lo contrario. La poesía es el nivel más alto del pensamiento y el compromiso. El nivel más alto de la independencia. ¿Tenemos abogados capaces de afrontar ese desafío? El futuro pasa por el valor de las ideas que seamos capaces de construir entre todos. De idear. El futuro son los otros.

Cada vez que alguien lucha por sus derechos, lucha por su identidad. Por ser reconocido. Por ser escuchado. Ya lo dijo Ihering en su libro La Lucha por el Derecho, que me hacía leer Duhalde. El Derecho es una lucha de cada individuo, de cada pueblo, por ser más digno cada día. Más justo. El Derecho hay que ganarlo. Hay que saber construirlo. Sentirlo con la mente y con el corazón. Hay que verlo.

Un buen ejemplo del Nuevo Derecho son los jóvenes comprometidos por el otro. Lo que define a la militancia sincera no es la solidaridad, la entrega, el compromiso, no es tampoco la ayuda. No es el reparto. Es la abnegación. La abnegación es el cuidado del otro. A la idea de otredad hay que agregarle ahora la idea de abnegación, porque van juntas. Lo que vimos estos días fueron jóvenes abnegados, soportando la descalificación, para ayudar. La abnegación puede ser un buen ejemplo, como decíamos con Julián, (véase su nota «Los he visto») para el Nuevo Derecho. Superar «nuestro pobre individualismo», como dice Borges.
Necesitamos jueces abnegados. Profesores abnegados. Jóvenes abnegados. Periodistas abnegados. Poetas por el otro. Políticos abnegados (una cultura de la abnegación) es lo que necesita este país (la abnegación es lo primero y tal vez lo único que nos enseña y nos deja la memoria); es la abnegación de los políticos y de los que desaparecieron por ser abnegados lo que hizo a este país grande. La abnegación va de la mano de la poesía, y también de la memoria, decía Hemingway. Y ambos van de la mano del Derecho del otro. Sin abnegación no hay Derecho. Abnegación es transparencia. Verdad. Abnegación es Memoria.
Mariano Moreno o Sarmiento (el Sarmiento que escribió en una pared en una cárcel de Chile la frase de Voltaire) con sus muchos defectos eran seres abnegados. Por su país. Se formaron. Escribieron. Pensaron. Dejaron un legado literario y político que hay que retomar. Dejaron grandeza. Una vez escuché que un hombre decía en el Museo Judío de Berlín: «El ejemplo no es la mejor manera de educar que tenemos. Es la única.»

La abnegación es poner primero el derecho del otro. Poner ese derecho antes, por encima del derecho de uno. Porque son el mismo derecho. Eso es lo que nos enseñaron los desaparecidos. Su gran enseñanza. Fue la abnegación sin límite. Podemos discutir durante meses enteros en qué y en qué medida se «equivocaron». Pero la memoria tiene por fin precisamente eso: que la discusión no quede nunca cerrada. Por eso los enemigos de la memoria «incompleta» en realidad no proponen «otra memoria mejor»; lo ideal para ellos no es la memoria, es el olvido, el silencio, la impunidad. A eso le llaman «memoria completa».
Pero su abnegación (la abnegación de los desaparecidos) es un ejemplo para toda la Historia. Y para todos los argentinos. Sobre todo para los que queremos y creemos en un derecho mejor. Más justo. Más digno de su presente, de su futuro, y de su pasado.
Una cosa es la solidaridad y otra muy distinta es la abnegación. De la solidaridad no nacen derechos, sólo mansedumbre, como dice Bayer. Pero nosotros necesitamos crear derechos. Terminar con la pobreza moral y económica. Para todos los que estamos a favor de la democracia, el único camino es la verdad. Es el pensamiento.

La solidaridad tiene que ser una instancia de superación. No un accidente. Tenemos que fundar un nuevo Derecho todos los días. Tenemos que enseñarle a los abogados, a los profesores, a los jueces, una nueva forma de pensar. De hacer justicia independiente, elevada y digna, en vez de «administrar» justicia con cuentagotas. Esta es la única claridad a la que puede –y debe– aspirar el Derecho. No hay que pedir, pues, reglas claras. Sino reglas justas. Justicia.
El Nuevo Derecho es hijo de los que hoy no están. Pero que hicieron todo para que este Derecho, el Nuevo Derecho cuyas bases, hijas de la memoria, empezamos a señalar, aparezca.

Por: Julián Axat y Guido L. Croxatto

 

 

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