Tal vez ningún crimen sea más aborrecible que el asesinato de un niño. Las muertes violentas de pequeñas criaturas generan un impacto en la sociedad que deja marcas imborrables. Un poco eso, y otro poco el morbo, el mito y el sensacionalismo lograron que Cayetano Santos Godino, alias » El Petiso Orejudo «, pasara a la historia como una especie de «monstruo».

Escritores, periodistas, criminólogos y especialistas de otras áreas, que mañana a las 17 hs presentarán un coloquio en el Museo del Libro y de la Lengua , analizan qué significaron los asesinatos y delitos cometidos por este singular adolescente en el marco de la historia criminal argentina.

(Escriben: Osvaldo Aguirre, Álvaro Abós, Rodolfo Palacios, Javier Sinay, Raúl Torre, Carlos Elbert, Leonel Contreras, Diego Galeano, Daniel Silva) 

EL CARÁCTER HISTÓRICO Y SOCIAL DEL DELITO

Por Osvaldo Aguirre*

En los relatos más convencionales, el Petiso Orejudo aparece como un caso único, extraordinario; un «monstruo», un otro radicalmente ajeno a la sociedad en que vivió. Sin embargo, precisamente el acento que se pone en desvincular al criminal de su época denuncia el carácter histórico y social del delito y de los delincuentes.

Creo que la historia y los actos del Petiso no pueden ser comprendidos sin tener en cuenta, por un lado, su escenario y sus coprotagonistas: las transformaciones de la ciudad de Buenos Aires a principios del siglo XX y la situación de los niños que, como Cayetano Santos Godino, padecieron entonces la pobreza, la explotación laboral y el acoso de instituciones represivas que pretendían normalizarlos.

Al mismo tiempo, también ser considerados en el análisis los narradores de esa historia, los actores que construyeron la leyenda del Petiso tal como ha llegado a nuestros días: los criminológos, la prensa sensacionalista y la policía.

El Petiso nos muestra ejemplarmente que los crímenes y los criminales pertenecen íntimamente a una sociedad y a una época y que las historias de «monstruos» son los modos más comunes en que una sociedad desconoce su propia responsabilidad en tales episodios.

* Periodista, autor de «Enemigos públicos», «Historias de la mafia en la Argentina» y de otros libros.

EL ASESINO QUE SE CONVIRTIÓ EN MITO

Por Álvaro Abós*

Los atroces asesinatos que, durante el año 1912, cometió Cayetano Santos Godino, de 15 años, en la persona de niños del barrio de San Cristóbal, plantearon a la ciudad de Buenos Aires un desafío inédito: qué hacer con un asesino semejante, quien actuó con una crueldad desconocida y quizás nunca igualada, hasta hoy.

El asesino se convirtió en un mito. La curiosidad y el miedo trenzaron fábulas y fantasías sobre Godino, el Petiso Orejudo. Su historia, además de comportar una tragedia humana, desnudó las caras de la Argentina de entonces, el régimen conservador y el país de la inmigración.

 

 

El Petiso ahorcaba a sus víctimas con un piolín. Foto: Archivo 

 

 

Se pusieron en juego los mecanismos policiales, penitenciarios, médicos, judiciales, periodísticos. La historia criminal de un país forma parte de la historia «grande», aunque pudibundeces e ideologismos suelen confinar su materia al anecdotario truculento y banal.

Que criminólogos, investigadores de diferentes disciplinas sociales, escritores, periodistas, artistas reconstruyamos, reflexionemos y tratemos de comprender un episodio -en este caso un personaje- de la historia negra, es promisorio.

Es aceptar con madurez que el pasado no es una colección de cromos heroicos sino una construcción difícil, levantada con oro y barro.

* Escritor, autor de «Asesinos», «Al pie de la letra» y otros libros.

UNA VIDA DESGRACIADA

Por Rodolfo Palacios*

El caso del Petiso Orejudo trascendió la frontera del crimen. Se convirtió en una leyenda. Una huella que perdurará en el tiempo. También refleja una época. Por entonces, el asesino era demonizado hasta el extremo: a Santos Godino lo llamaron hiena, sátiro y bestia imbécil.

Los criminólogos basaban sus teorías en el positivismo y hasta propusieron operarle las orejas al criminal. Y el Petiso Orejudo no era un ser extraño de la sociedad: era producto de la sociedad. Pocos tuvieron en cuenta su vida desgraciada, los golpes que recibió de su padre, la falta de educación y el hambre que lo llevaron a cruzar los límites. En un contexto donde la policía y la justicia tampoco hacían mucho para prevenir o actuar a tiempo.

Un librito ilustrado con una caricatura de una oreja y un ojo desorbitado de Godino, publicado en 1953 y escrito por J. E. Fentanes, acaso define en una frase la forma de pensar de esa época: «Que el cielo juzgue al horripilante monstruo, que tuvo la desdicha de nacer para desgracia de sus semejantes».

 

 
Hijo de inmigrantes italianos, Cayetano se crió en medio de la pobreza y la violencia. Foto: Archivo 

 

Hasta el mismo Carlos Eduardo Robledo Puch, a quien entrevisté en Sierra Chica, reconoce que el Petiso Orejudo fue una víctima más. «Los golpes lo dejaron idiota. Es más, quiso ir a la cárcel para aprender de otros delincuentes», dice Robledo, quien entre 1971 y 1972 mató a once personas. Está preso desde entonces.

* Periodista, autor de «El Ángel Negro», «Adorables criaturas» y «Pasiones que matan».

EL MIEDO AL ALUVIÓN INMIGRATORIO

Por Javier Sinay*

El Petiso Orejudo es el mayor asesino argentino. No por la cantidad de sus víctimas (cuatro muertos y siete heridos, una cifra superada por Carlos Robledo Puch, por Francisco Laureana, por Mateo Banks y por muchos otros), sino por la calidad de sus crímenes.

Y esto tiene que ver con lo que significaron para su sociedad y lo que dejaron para la nuestra, que un siglo después sigue hablando de él. Godino fue el primer asesino serial, fue un agresor social cargado de negatividad que condensó en sus orejas aladas y en su mirada opaca todos los miedos que generaban el aluvión inmigratorio (el mismo Godino era hijo de italianos) y la modernización y el crecimiento urbano (la ciudad de Buenos Aires pasó de tener 663.854 habitantes en 1895, según el Censo Nacional elaborado un año antes del nacimiento del Orejudo, a 1.576.597 habitantes en 1914, según el Censo Nacional elaborado dos años después de su detención).

* Periodista, autor de «Sangre Joven» y «100 crímenes resonantes que conmovieron a la sociedad argentina».

¿SE HIZO JUSTICIA?

Por Raul Torre*

Cayetano Santos Godino (a) «El petiso orejudo» ha sido el primer caso registrado por la criminología argentina al cual se le aplica el labeling de asesino serial. El total de homicidios que se le adjudican es de cuatro, además de por lo menos siete tentativas; en todos los casos se trató de menores de corta edad. Fue condenado y enviado a cumplir su sentencia en la cárcel de Ushuaia. Allí le operaron sus orejas aladas, con la convicción de que en ellas podía encontrarse la causa de su maldad.

La plena vigencia del positivismo de Cesare Lombroso, en la criminología de la época, tuvo influencia capital en el caso. Es que era llamativo en Godino su aspecto físico, por su cuerpo mal formado de niño con rostro y sexo adultos, y una personalidad básicamente instintiva. Sus gestos y el contenido de sus conversaciones evidenciaban, rápidamente, a alguien de muy escaso desarrollo intelectual. Tenía orejas y extremidades desproporcionadamente grandes, y era muy limitado físicamente.

 

 

La historia de Godino era común a la promiscuidad, la miseria y la marginalidad, estructuradas en las condiciones propias de la inmigración campesina pobre. Sus padres eran italianos provenientes de Calabria, a quienes en general se los conocía como genoveses, en una clara alusión al puerto de embarque y no específicamente a su lugar de origen.

Pertenecía a una numerosa familia (tenía ocho hermanos), de las que habitaban los conventillos del Buenos Aires de fines del siglo XIX y hasta casi mediados del XX. Su padre, Fiore Godino, de profesión farolero – encendía el alumbrado a gas – y luego albañil, sufría de dos enfermedades, verdaderos flagelos en la sociedad de aquellos años, la sífilis y el alcoholismo, y era abusador y golpeador. Sobre su progenitora, Lucía Ruffo, hoy en dia sentenciaríamos: madre claramente abandónica.

Fue hallado sin vida en su celda, la nº 90, el 15 de noviembre de 1944. Y se llevó tras él la curiosidad de su sórdida historia… quedaron el mito, el paradigma y unas preguntas que tal vez hoy tengan una adecuada respuesta. ¿Era imputable? ¿Debía ser recluido en una prisión para delincuentes comunes? ¿Cuál fue el origen de su peligrosidad? Consecuentemente… ¿se hizo justicia?

* Profesor de Criminalística, autor de «Homicidios seriales» y otros libros. Presentador del programa de televisión «Forenses».

LA CREACIÓN DE LA FIGURA DEL «MONSTRUO»

Por Leonel Contreras*

Los crímenes del Petiso Orejudo ocurrieron esencialmente en 1912, un momento en el que Buenos Aires estaba dejando de ser la Gran Aldea que contó Lucio V. López e incluso la posterior «París de Sudamérica» que soñó Torcuato de Alvear, para convertirse en una de las metrópolis más habitadas del mundo. Fue en este momento cuando empezaron a emerger en la ciudad una serie de situaciones que nunca antes habían ocurrido y que tenían protagonistas más bien propios de una ciudad de masas.

Estos personajes protagonistas (es el caso de Godino) tuvieron una existencia concreta, ya que fueron seres de carne y hueso que nacieron, vivieron, actuaron y murieron en distintos momentos históricos que casi siempre es posible ubicar cronológicamente.

Es común, sin embargo, que sus existencias estén permanentemente vinculadas con hechos ficticios o mitológicos, lo cual hace que pierdan su ubicación temporal para así ingresar en un mundo paralelo, un mundo «mágico» sin tiempo ni espacio.

En Buenos Aires, de alguna u otra manera, todos o casi todos conocen la historia del Petiso Orejudo. Su «carrera» criminal lo ha convertido en uno de los asesinos más famosos (posiblemente el más) de toda la historia criminológica argentina. Sin embargo, de alguna forma integra la galería de estos personajes mitológicos que comentamos en el párrafo anterior.

El hecho de que en una ciudad como Buenos Aires, que en 1912 estaba comenzando a nacer como una metrópoli masiva, haya aparecido un muchacho enfermo con instintos criminales, capaz de clavarle un clavo en la cabeza a un nene de 3 años, generó una de las figuras que toda ciudad de masas necesita: la del monstruo.

 

El asesinato de Jesualdo Giordano puso fin al raid criminal de Godino. Foto: Archivo 

 

En el caso de Latinoamérica y especialmente de Argentina, donde no existió puntualmente una literatura gótica, tenemos que muchas veces estos monstruos tuvieron que ser tomados de la misma realidad. Ese es el caso del Petiso Orejudo, quien fuera el protagonista exclusivo de la página más oscura que tuvo la historia criminológica de Buenos Aires desde 1580 hasta la fecha.

El Petiso fue el «monstruo» de Buenos Aires durante muchos años. No casualmente mi abuela, nacida siete años más tarde de la detención de Godino, suponía cuando ella era chica que éste andaba suelto por la calle raptando y matando chicos.

Ocurre que evidentemente, el Petiso sirvió, al ser un asesino de niños, como un instrumento de poder para los padres porteños, que muchas veces se veían obligados a utilizar su figura como método para obligar a sus hijos a comer o bien para que no salieran solos a la calle.

En este sentido tenemos que recordar que existen algunas figuras míticas tradicionales tales como el «Cuco» o el «Hombre de la Bolsa», que también han surgido con este fin y han servido desde antaño para «asustar» a los chicos a la hora de la comida. Este uso mítico de la figura del Petiso Orejudo obligó a magnificar la figura de ese personaje, cambiando incluso su fisonomía o haciendo que ésta se ignorase para convertirlo de esa manera en el monstruo que se necesitaba.

En la actualidad, aunque ya casi no se use para asustar chicos, la figura del Petiso Orejudo como «monstruo» sigue completamente instalada. Es por eso que sigue siendo común escuchar a historiadores y periodistas afirmar que Cayetano Santos Godino fue el «más terrible asesino serial de la historia cronológica argentina». De la misma manera, también es costumbre sostener que fue el primero de todos ellos.

Pues bien, no fue ni el primero ni el más terrible, es más, algunos sostienen que ni siquiera puede ser considerado como un «asesino serial» convencional, ya que no tuvo un plan concreto de elección de sus víctimas. Sí, en cambio fue «asesino múltiple», aunque tampoco el primero: solo basta recordar las «andanzas» de Pepe Requejo y Domingo Cayetano Grossi.

*Escritor, autor de la biografía «La leyenda del Petiso Orejudo».

LAS INCONGRUENCIAS POLÍTICO CRIMINALES DE LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

Por Carlos Elbert*

El caso del Petiso Orejudo ha sido, en suma, un caso que permitió poner a prueba los conocimientos penales y criminológicos de comienzos del siglo XX, sus incongruencias, y lo que significaba llevar a la práctica las ideas positivistas dominantes.

El caso Godino es una documentación clara, tanto de la aplicación de los principios positivistas, en particular los referentes a la peligrosidad y a la defensa social, como de las incongruencias político criminales a que esos principios conducían.

Es curioso que, recurrentemente, el caso es reflotado por diarios y revistas, y reproducido de manera escabrosa, contribuyendo a perpetuar el mito del criminal nato, monstruoso y deforme.

* Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. Profesor de Derecho Penal y Criminología (UBA). Autor de «Manual Básico de Criminología» y diferentes libros en esa disciplina, traducidos al portugués y al italiano.

LA HISTORIA CRIMINAL QUE SOBREVIVIÓ 100 AÑOS

Por Diego Galeano*

El centenario de los crímenes del Petiso Orejudo es una invitación al debate, no tanto por la redondez del número o la fuerza de la efemérides, sino por el propio hecho de que un criminal perdure cien años en la memoria popular. No es algo común, ni obvio.

A lo largo de la historia argentina existieron crímenes resonantes, conmovedores, con mucha presencia en la prensa y en las conversaciones cotidianas, pero que no trascendieron a las generaciones que lo vivieron. Cómo un crimen y un criminal sobrevive cien años en la memoria de una ciudad: esa es la pregunta que nos convoca.

Para responderla, partimos de la premisa de que no es posible pensar a un crimen pasado prescindiendo de la forma en que fue narrado, repetido, contado una y otra vez. La leyenda del Petiso Orejudo tuvo fuerza por su capacidad de activar la vieja cuestión de la monstruosidad, muy presente en la cultura popular, y a la categoría de anormalidad, central para los discursos y las prácticas que edificaron al sistema penal moderno.

* Sociólogo e historiador, especializado en historia del delito y de la policía en América Latina. Autor de «Escritores, detectives y archivistas. La cultura policial en la ciudad de Buenos Aires, 1821-1910».

EL TRASTORNO ASOCIAL DE LA PERSONALIDAD

Por Daniel Silva*

Nos encontramos frente al caso de una persona que cometió diversos homicidios y delitos. Como resultado de las diferentes evaluaciones psiquiátricas que se realizaron a Godino y conforme a los diversos criterios diagnósticos que utilizaban los evaluadores, puede arribarse a una cierta controversia nosológica sobre cuál era en realidad la personalidad del «Petiso» y si el mismo presentaba alguna afección psiquiátrica que limitara o aboliera su capacidad para el reproche penal.

Godino fue examinado, según las fotocopias del expediente, a las cuales he tenido acceso por los Dres. Negri y Lucero en primer término, luego por el Dr. Victor Mercante, más tarde por el Dr. Nelson y por último por los Dres. Cabred y Estevez. En todas las pericias, los expertos consignan elementos indicadores de lo que hoy llamamos Trastorno Asocial de la Personalidad.

 

 

Las orejas aladas de Santos Godino fueron motivo de estudio de criminologos. Foto: Archivo 

 

 

Debe recordarse que por aquella época no existía en la Psiquiatría un ordenamiento consensuado de la nosología y cada profesional diagnosticaba el caso según la escuela en que se había formado. Los criterios diagnósticos tales como hoy los conocemos vinieron muchos años mas tarde. De cualquier manera, las pericias son coincidentes en destacar los «rasgos o estigmas degenerativos» típicos del positivismo reinante en la época. Aún más, Godino era el paradigma vivo de lo que el positivismo consideraba como «hombre delincuente».

Hoy en día, con los conocimientos actuales en psicopatología, no cabe duda de que Godino debió ser considerado un caso de trastorno de personalidad de tipo asocial, injerto en un individuo carente de estimulación psicosocial.

Es este aspecto el que a mi entender confundieron algunos de los examinadores cuando consideraron que el nombrado presentaba imbecilidad ( Dres. Lucero y Negri). Lejos de ello, el modus operandi de Godino evidenciaba un nivel de inteligencia práctica destacable. Lo que sí le faltaba era la impronta de la educación, pero no inteligencia.

Tampoco debe olvidarse el contexto social como lo señala el Dr. Mercante en su dictamen, absolutamente marginal y poco favorecedor del desarrollo de los sentimientos sociales. En éste sentido podemos ser contestes con la Ley de Salud Mental (26.657), cuando reconoce a la misma, como un proceso determinado por componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona.

* Psiquiatra, perito forense, autor de «Homicidios seriales» y otros libros.

 

fuente http://www.lanacion.com.ar/1512601-el-petiso-orejudo-a-100-anos-del-nino-asesino-que-se-convirtio-en-leyenda