Eugenio Raúl Zaffaroni

El juez de la Corte Supre-ma Eugenio Raúl Zaffaroni inauguró con una clase magistral la Especialidad en Magistratura, la primera carrera que pone en marcha la Escuela de Servicio de Justicia, la vía de formación de posgrado que hace poco más de un mes creó el Ministerio Público. En el auditorio de la Universidad Nacional de La Matanza, la casa de altos estudios en donde se llevarán a cabo las clases y en presencia de la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, y la defensora general, Stella Maris Martínez, el magistrado destacó a los abogadas y abogados en vías de comenzar los estudios que “los conceptos jurídicos que aprenderán no son neutros, sino que están impregnados de política” y advirtió que “todos los días nos pueden jugar una trampa y hacernos funcionales a lo que no queremos ser funcionales”.

La apertura formal de la carrera estuvo a cargo del vicerrector de la Universidad Nacional de La Matanza, René Nicoletti, y de la directora del plan de estudios, la jueza del Superior tribunal de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires Alicia Ruiz, quien destacó que la especialidad es “gratuita” y desarrollada desde la educación pública, y deseó que el ciclo lectivo que comenzó ayer sea “el primer paso para comenzar una nueva manera de formar a quienes se desempeñarán en todos los peldaños del Poder Judicial”.

En esa línea coincidió Martínez, quien además de destacar la gratuidad de la carrera remarcó que la propuesta “cumple con nuestro concepto de formación permanente y que no se limite estrictamente a lo jurídico, sino que les enseñe a los jueces, defensores y fiscales a pensar en un contexto, a asumirse como servicio de Justicia, como servicio público, a tener esto presente en todo momento y a dejar la vieja idea de Justicia como poder”.

La especialidad, que contó con una inscripción de más de 700 personas y por “motivos de espacio” se redujo a una matrícula de 120 estudiantes, es la primera de las que ofrecerá la Escuela del Servicio de Justicia que se puso en marcha. El proyecto de formación ideado y concretado por la Procuración y la Defensoría General apunta a “revalorizar la administración de justicia como servicio público” y se perfila como un espacio de capacitación permanente.

Tras los peldaños formales, Zaffaroni se adueñó del atril para dedicar poco más de media hora a los primeros estudiantes. “Formar a futuros integrantes de la magistratura es realmente una aventura del pensamiento, porque no se trata sólo de impartir un saber sino también de impartir un vivir, algo mucho más difícil”, introdujo en su clase magistral.

El juez, único puente amable entre la Corte Suprema y la procuradora general de la Nación –Zaffaroni fue el único miembro del máximo tribunal que no firmó el fallo en que se exigió el apartamiento de la procuradora fiscal subrogante ante la Corte, Alejandra Cordone Roselló–, consideró que para ocupar la magistratura se necesitan dos saberes: conocimiento para superar los concursos y también aplicarlo en cada situación. “Hay que tener cierto saber, cierto conocimiento teórico, pero también hay que saber qué se hace con esa maraña de doctrina, jurisprudencia y lógica”, aconsejó. Y, entonces, advirtió: “Ahí está la trampa. Los conceptos jurídicos no son neutros, es necesario conocer dónde nacen, para qué nacieron y qué función cumplieron en cada contexto. En ese marco, mantener la coherencia ideológica no es fácil”.

Los ejemplos de los que se valió para probar que “lo recién dicho parece pura teoría, pero en realidad se ve en la práctica todo el tiempo”, no son actuales y locales. “Lo mejor es irse a algo lejano porque lo cercano, como estamos envueltos en medio, no lo percibimos.” Justificó su reseña de casos en Estados Unidos (en donde el impuesto sobre la renta fue, entre la Guerra de Secesión y las primeras décadas del siglo XX, el escenario de duras batallas contra la distribución de la riqueza y el otorgamiento de derechos a las mayorías) y en Alemania y México (y el particular contexto histórico del nacimiento de los amparos judiciales).

“Nada es inocente en la conceptualización jurídica, nada es porque sí, pese a que a los que a veces crean los conceptos estén convencidos de las casualidades. Ellos se convencen, pero después esa creación puede ser aceptada o rechazada según la funcionalidad que tenga”, remarcó Zaffaroni, y amplió su advertencia en cuanto a la unicidad y utilización de los conceptos: “No son únicos. Hay que tener cuidado en su origen, su estructura, su contexto funcional originario y también en la funcionalidad que tienen en el contexto que uno actúa”, puntualizó.

Por último, alertó a los futuros especialistas en Magistratura. “Hay que estar demasiado atento, con los ojos bien abiertos, el oído bien agudizado porque todos los días, en una sentencia, un dictamen o una defensa los conceptos jurídicos pueden jugar una trampa y hacernos funcionales a lo que no queremos ser funcionales”, concluyó.

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