El psicólogo y docente de la Universidad de Barcelona, cuestionó los tratamientos resocializadores de las cárceles occidentales y dijo que es un error focalizar las políticas criminales sobre los autores de los delitos

Abordar la cuestión criminal de la mano de un psicólogo permite dimensionar con mayor precisión y humanización los alcances que el poder punitivo, el encierro, la selectividad y la estigmatización generan sobre los individuos que atraviesan el racional y siempre rígido sistema penal. Posibilita, en definitiva, pensar las consecuencias no jurídicas del castigo, porque pone bajo la lupa la subjetividad de la persona y por ende los efectos que produce en las estructuras psicológicas de los llamados o sentenciados como delincuentes.

Josep García Bores, quien además de Doctor en Psicología es docente de la Universidad de Barcelona y del Master Internacional en Criminología y Sociología Jurídico Penal, fue quien analizó la problemática subjetiva del encierro. En diálogo con el programa “Crítica Penal”, que se emite todos losjueves de 21 a 23 por FM De la Azotea 88.7 Radio Comunitaria, ahondó sobre el fracaso de los tratamientos resocializadores, sobre la equivocación de denominar a todos las personas en conflicto con la ley penal como delincuentes y sobre los efectos que el castigo imprime en la subjetividad de los detenidos.

Además, el profesional explicó que existen prácticas de control y censura informales, que tienen que ver con los cánones culturales de “ser de una determinada manera”. En este sentido, brindó una aclaración que bien podría constituirse en una invitación al cambio: “Si consideramos que las cosas son naturales nos estamos obligando a la resignación. Pero si las vemos como construcciones culturales nos daremos el lugar a problematizarlas y discutir colectivamente si queremos seguir ejerciendo la autolimitación de nuestras libertades”.

-En los estudios que has realizado en el marco del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona sostenés que las políticas estatales frente a la criminalidad están equivocadas ¿Qué fundamenta a esta afirmación?

-La equivocación es respecto al problema. Las actuales políticas penales de los Estados occidentales están vagando en toda una tradición de pensamiento criminológico con más de 130 años de historia, nutrida por diversas disciplinas con multiplicidad de teorías, pero que pese a esa diversidad se engloban en una misma lógica o paradigma: el etiológico, en el sentido de que su preocupación fundamental es tratar de comprender qué le pasa a aquel que cometió actos delictivos.

Es una focalización en las causas individuales de la criminalidad. Tenemos a los biologistas, a los psicólogos, antropólogos y sociólogos, entre otros, tratando de comprender qué le pasa a ese individuo.

Eso provoca una focalización en el autor, que pasa a ser visto como un sujeto aceptable. Por una u otra razón, esta individualización termina por producir un protagonismo del autor que es patologizado, y que es convertido en el punto de partida de la problemática criminal.

Esta lógica es la que avala las propuestas del Estado sobre qué hacer con esa persona, cómo corregirlo, cómo curarlo; esa es la lógica que está detrás de las actuales políticas.

Desde el pensamiento crítico, que tiene más de 40 años de trayectoria, lo que se plantea es que esta obsesión por el autor nos hace olvidar cuestiones previas, como es la definición de delito (qué es y qué no) y los procesos de selectividad, que empiezan con la policía definiendo quién les parece sospechoso y quién no, criminalizando obviamente a ciertos sectores sociales.

No sólo se están omitiendo estos procesos, sino que también se está aludiendo a esa obsesión por el autor; se está evitando centrar sobre las causas que están detrás de los comportamientos delictivos, que son causas estructurales de naturaleza social, económica, psicopatológica, política y cultural.

-Asegurás que es una “salvajada” que todas las personas que atraviesan un conflicto con la ley penal sean denominadas delincuentes ¿A qué responde esta calificación?

-Sorprende que usemos una sola categoría para meter adentro a una variedad enorme de situaciones que van desde el que le da palos a un cajero automático hasta el que mata a su mujer, la corta en trocitos y la mete en la nevera. Esto nos obliga a hacer un análisis de qué hay detrás de la utilización de una sola categoría en la que metemos situaciones muy diferentes. Esto implica una simplificación de la problemática criminal, en donde todo es aglutinado bajo un mismo término. También nos invita a pensar en que unos y otros, un extremo y otro y por medio toda la gama de actividades delictivas, responderían a una única extraña causa que nos permite hablar utilizando el mismo término.

-¿Cómo impacta esta simplificación en el tratamiento resocializador que por ley se asigna concretar dentro de los contextos de encierro?

-Esa simplificación en una única categoría invita a aplicar una misma receta de tratamiento para el del cajero automático y para el que colocó a su mujer en trocitos en la heladera. Esta propuesta se expresa en la mayor parte de los códigos normativos en términos de resocialización y es clave para entender las respuestas de los Estados frente a la criminalidad.

Es un concepto estrictamente psicológico y su pretensión de tratamiento no es sólo que esa persona salga del encarcelamiento y no delinca, que puede producirse esencialmente por el efecto de escarmiento, sino que la idea de resocialización implica además la concepción de un ser patológico que hay que arreglar: no sólo para que no delinca sino para que transforme sus valores, sus pautas morales, que termine por rechazar el delinquir.

Ese es un propósito de transformación de la personalidad que lo podemos cuestionar desde varios aspectos. Hay que preguntarse si es el Estado el que está legitimado para semejante tarea y si no es imposible el método carcelario para conseguir una intervención psicológica de este tipo.

-¿Por esto es que sostenés que es inevitable que el objetivo resocializador fracase?

-Sí, pero hay muchas otras razones para ello. Las condiciones de encarcelamiento nos hablan de una utopía cuando la pretensión tiene ese alcance psicológico. También lo podemos cuestionar por la orientación teórica dominante en el ámbito penitenciario como es el conductismo con una intervención muy superficial que en absoluto puede llevar a alcanzar ese mandato constitucional o legislativo. Pero fundamentalmente, vamos poniendo sobre la mesa otros aspectos más relevantes todavía: es una intervención contra la voluntad de los individuos, aunque digan que legalmente es voluntaria. Es una intervención coaccionada porque si participas de esa intervención eres premiado con beneficios y con mejoras en tu situación. Y de lo contrario, eres castigado.

Pero sobre todo, y fundamentalmente, la imposibilidad de éxito de esta intervención se vincula con el propio contexto en el que se realiza, que es un contexto que está programado, donde no el individuo no tienen ningún tipo de libertad de decisión, donde todo está bajo vigilancia, donde hay actos de sumisión, donde hay control disciplinario y donde hay una privación no sólo de libertad sino de sus roles sociales y familiares.

Esto nos lleva finalmente a la evidencia de que es una apreciación de castigo absoluto. Entonces, es imposible implementar una práctica de tratamiento con cualquier objetivo social. Los psicólogos lo sabemos: sin la voluntad del individuo es imposible trabajar.

-Esa vivencia del castigo y el encarcelamiento ¿Cómo afecta en la constitución del individuo?

-Esta pregunta es muy importante porque normalmente el debate sobre la cárcel es una discusión sobre si funciona o no. Y mayoritariamente, y por sentido común, podemos llegar a evidenciar que fracasa la intervención que se pretende. Pero ahí se para la discusión. Y entonces olvidamos que una cosa es que la cárcel no consiga lo que pretende y otra que no tenga efectos.

La cárcel tiene efectos y tiene efectos enormes. El castigo tiene, en mayor o menor medida, un impacto psicológico necesariamente. Ese impacto genera alteraciones en la vida psíquica de los individuos, generando ansiedad, depresiones, tendencias al suicidio, pérdida de la abolición y capacidad de tomar decisiones por sí mismo cuando por años las han tomado por ti.

Además, a si es mayor o menor ese impacto, le podemos agregar que si vos vives años encarcelado finalmente te adaptas a ese lugar. De ahí viene el concepto clásico de prisionización, en el sentido de una adaptación de la vida a las circunstancias del encarcelamiento, muy distintas a la de la vida en libertad. Por eso que la cárcel no sólo fracasa en sus objetivos, sino que incrementa el problema en el sentido de que incrementa la desadaptación para la vida en libertad.

PRÁCTICAS DE CONTROL INFORMAL

-La cultura dominante impregna en nuestras subjetividades las ideas de control y de censura; en tus trabajos asegurás que están profundamente enraizadas en las prácticas sociales ¿Cómo es que se constituyen?

-La línea dedicada al control social desde la lógica psicocultural arranca motivada por darnos cuenta que a la gente cuando se le habla de control social lo asocia directamente con los sistemas formales de control social. Inmediatamente miran para arriba porque los identifican con la policía, con la cárcel y en algunos casos hasta con el código penal.

Nos dimos cuenta que no tienen una conciencia de que esas practicas de control y censura no solo provienen de ahí sino que también las producen nuestras practicas sociales y cotidianas. Con ellas es que estamos desarrollando acciones de control y censura sobre los otros. Por esto, la idea de lo informal.

Nos atrajo la evidencia de que no había una conciencia sobre las consecuencias que provocan esas prácticas informales de control, que generan en definitiva la autolimitación gratuita y espontáneamente de los márgenes de libertad de unos a otros.

-En este sentido, afirmás que una de las principales claves coactivas en nuestro sistema cultural es precisamente el que hace una equiparación entre el ser y el ser de una determinada manera. ¿A que te referís?

-Esto se aparta de la idea de control informal y se acerca a los análisis de conceptos. Uno de los que más hemos trabajado es el del adulto. Nos preguntamos qué connotaciones se tienen de este significado, cómo es que se adecuan las personas a este canon.

Cuando hicimos el análisis, nos dimos cuenta que es un significado muy sólido y que tiene aspectos muy nucleares y que quizás lo más relevante es la asociación entre ser adulto y definir un modo de ser adulto, que tiene que ser estable sí o sí en el tiempo.

Entonces, apreciamos que en el momento que uno se ve a sí mismo como adulto se ve obligado a hacer esa definición. Tiene que conocer sus límites, sus virtudes y conformarse con ellas. Tiene que estabilizar ese modo de entenderse de manera definitiva.

Veíamos una fuerte carga de imperatividad respecto a si un joven tiene 25 años, y por ende debería de ser debe de ser adulto, y por alguna razón no es capaz de estabilizarse. En esos casos, él mismo se problematiza como alguien que no sabe qué quiere de su vida.

También hay una respuesta social que te presiona. Si te perciben como alguien inmaduro y no adulto no tienes créditos, no te dan trabajo, nadie quiere ser la pareja de un inmaduro. Y por lo tanto hay una presión muy fuerte. No puedes seguir siendo lo que sos porque el ser implica ser de una determinada manera.

Lo que vemos en la actualidad, en una lógica posmoderna con una multiplicidad de referentes de distintos modos de entender, es que al joven le está costando mucho definirse y estabilizar una visión de si mismo y que como el canon del adulto sigue siendo muy fuerte está produciendo una amplificación de las experiencias de inmadurez

-Un canon que se impone y conlleva a la autocensura…

Completamente. Eso se evidencia en que, por ejemplo, no tienes que tomar decisiones hasta que no tengas todas las cosas claras. Y en momentos donde es difícil tener todo en claro, lo que sucede es que son mucho los jóvenes que postergan decisiones. Entramos en las lógicas de la postergación.

-¿Y cómo se lucha o combate a la cultura de la censura?

-Lo que pensamos de las prácticas de control y censura informales es que hay que atacar lo que las está caracterizando. Hay que abrir ese espacio de conciencia para darnos cuenta lo que nosotros mismos estamos ejecutando: prácticas de control de los unos sobre los otros. Tenemos que visualizar que nos está produciendo autolimitación de libertad. Y posiblemente, en algún momento, podamos cansarnos y hasta molestarnos saber que censuramos al otro.

Esto forma parte del mensaje de la psicología cultural. Si consideramos que las cosas son naturales estamos obligándonos a resignarnos. Pero si las vemos como construcciones culturales, nos daremos lugar a problematizarlas y discutir colectivamente si queremos seguir con esos mecanismos.

-¿Qué es la psicología cultural?

-Es un área de la psicología social, reciente desde el punto de vista histórico, porque los primeros textos con este epígrafe son de 1990. Es impulsada por nuevos planteamientos teóricos de los años 80, en pleno dominio del cognitivismo y de la psicología positivista.

Frente a esos planteamientos, surgen movimientos teóricos que comparten una sensibilidad no sólo anticognitiva sino también antipositivista. Presentan nuevas visiones del ser humano, recuperando conceptos clásicos de la psicología que son reconceptualizados y muy particularmente para vernos a nosotros mismos como seres subjetivos, como la manera que tiene cada uno de interpretar el mundo e interpretarse a si mismo.

A partir de esos conceptos, esa subjetivad se ve nutrida por contenidos culturales. Ver la cultura como la que aporta la materia prima para configurar esa mirada del mundo y de nosotros mismos. La cultura una variable constitutiva de la experiencia psicológica.

Por Andrea Pérez Julia Drangosch

Fuente: http://www.diarioelatlantico.com/diario/2011/08/01/31050-la-carcel-incrementa-la-desadaptacion-de-la-persona-para-la-vida-en-libertad”.html