Matías M., un carpintero de Dorrego de 30 años, vivió una experiencia traumática: el martes por la noche, cuando su mujer y sus dos hijos se acostaron, entró en Facebook y cuando estaba en algún lugar del ciberespacio, un estruendo lo hizo volver a la realidad: la Policía le volteó el portón del taller.

Estuvieron casi tres horas buscando droga; le dieron vuelta la casa, le amenazaron, le apuntaron; su mujer vivió una situación tan estresante que se indispuso, repentinamente; les rompieron muebles; dejaron escapar el perro de su hijo. Lo más parecido a droga que encontraron fue aserrín del taller.

«Después de tres horas, los tipos se fueron. Antes me dijeron: ‘Usted está liberado. Esto es normal en un procedimiento’ y ahí todos me empezaron a dar la mano como si hubieran ido de visita», cuenta Matías, todavía conmocionado por la situación que le tocó vivir a su familia y con un temor tal que no quiere que su apellido aparezca.

Matías tiene una casa en calle Miller de Dorrego, con una salida a Gualberto Godoy, en donde tiene el pequeño taller de carpintería. El portón de la carpintería no tiene numeración. Durante todo el martes, la Policía estuvo vigilando esa entrada. En los primeros minutos del miércoles irrumpieron en la vivienda del carpintero.

¿Ladrones o policías?

Matías, al sentir los ruidos se fue al baño y por una ventanita pudo ver a un móvil policial y unos autos particulares frente a su casa. «Veo al perro que se escapa y pensé que la Policía había detenido a algunos ladrones. Sentí pasos en el patio y entonces empecé, a los gritos, a llamar a la Policía. Instintivamente me fui para tratar de proteger a mis hijos; tenía que ir al choque si entraba un ladrón. Abro la puerta del comedor y había 5 ó 6 tipos de civil apuntándome», explicó la víctima.

Matías entró a la habitación donde estaban su mujer y sus dos hijos, de 2 y 7 años, tropezó con un mueble y cayó sobre una cama. «Yo seguía pensando que eran ladrones. Me llevaron al comedor, me hicieron una zancadilla, me dieron una patada y me taparon la cabeza con una campera», explicó el hombre.

Luego le leyeron de un papel algo que no entendió del todo, hasta que le dijeron «posesión, fraccionamiento y comercialización de estupefacientes».

«No papá, están equivocados», dijo el mueblero. «No soy tu papá, soy policía», le dijo uno de ellos.

Durante algo más de dos horas Matías -con la cabeza cubierta- fue separado de su familia y llevado por distintos lugares de la casa.

En un momento, volvieron a llevarlo con la familia. Su mujer estaba sentada en la cama y los niños dormían -«mi hijo de 7 años es hiperactivo y cuando se duerme no se despierta fácilmente»-, mientras los presuntos policías seguían buscando droga por los muebles.

Dos cosas terribles

«Pasaron dos cosas terribles. A mi mujer se le adelantó el período menstrual, estaba muy nerviosa. Les pidió a los policías ir al baño pero no la dejaron. Además una mujer policía se subió a la cama para ver arriba del placard y le pisó la pierna al nene y el nene instintivamente la corrió. Mi mujer le dijo que tuviera cuidado pero la mujer la hizo callar», contó Matías.

Luego, habló con un policía «que no se mostraba hostil» y logró que su mujer pudiera ir a baño. Al hombre le hicieron firmar un papel pero no lo podía leer porque se lo tapaban. Alcanzó a ver una numeración y dijo que no era la suya. El hombre se fue, hizo una consulta por radio y le dijo: «Acá no hay ningún error».

El allanamiento duró más de dos horas y cuando los sujetos se fueron Matías vio que por su casa «había pasado un huracán».

Le rayaron la pintura de un Ford Falcon modelo 65 que está restaurando, le rompieron muebles, una playstation, le destruyeron el portón del taller, los sillones, la vajilla.

«Un tipo de barba, el jefe, me dijo: ‘Todo esto es normal en un procedimiento. Estamos autorizados para entrar, romper y golpear, si es necesario’. Lo más llamativo es que antes de irse todos me saludaron dándome la mano».

Un fiscal investiga el caso

Matías M. denunció el allanamiento ante el fiscal Gonzalo Marzal, quien ya se encuentra investigando el caso.

Ayer, personal de la Oficina Fiscal 8 de Guaymallén fue hasta la casa de las víctimas y constató los daños denunciados.

«Nosotros tenemos miedo. Esto nos ha alterado la vida. Hay autos que se paran en la cuadra y son sospechosos. Antes de irse me dijeron: ‘Quedate atento que podemos volver’», sostuvo el denunciante.

Por otra parte, ayer Matías y su abogado fueron a los Tribunales Federales -todos los procedimientos por droga son ordenados por la Justicia Federal- y les indicaron que se trató de una equivocación, que esa noche se allanaron dos viviendas de forma errada y que no podían decir nada más porque «hay secreto de sumario».

 

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