Antes de pasar a señalar y desarrollar algunos motivos por los cuales creo que la reinserción es una mentira producto de la aplicación de penas privativas de la libertad, quiero hacer una aclaración. Si la/el que lee este post ha leído anteriores, debe pensar que entro en una contradicción cuando celebro programas como UBA XXII o la ley 14.301 que garantiza trabajo en el Estado de la Provincia de Buenos Aires. Tal contradicción puede presumirse, mas no existe. Esto se debe a que celebro ese tipo de políticas debido al tipo de sistema penal y carcelario que tenemos actualmente. Un sistema que cree y está motivado en esta idea (la reinserción) la cual no comparto, pero dado que es lo que tenemos hay que generar la mayor cantidad de mecanismos para que esos (pocos) casos existan y puedan ser logrados.

Reinsertar a alguien a través del derecho penal y sus penas privativas de la libertad implica necesariamente una posición del Estado frente al conflicto. En nuestro sistema, el Estado se ha quedado con la potestad de perseguir a las personas que cometen acciones que están tipificadas en el Código Penal, salvo contadas excepciones que tienen un pasado oscuro y machista. Es aquí donde encontramos un primer problema: el Código Penal es elaborado por un grupo reducido de personas de, en su gran mayoría, un sector social específico, con sus propios problemas y alejados de los problemas de la mayoría. Tampoco se somete la sanción del mismo a un debate abierto en el que puedan participar el resto de los actores afectados y regidos por este, me refiero a la sociedad entera.  Qué tenemos entonces? Tenemos un Código dictado por una pequeñísima minoría del país en muchos sentidos (económicos, sociales y culturales), que afecta de manera directa a los sectores más marginales con poca capacidad para defenderse.
Mi principal argumento es que la reinserción es una ficción creada para justificar la pena privativa de la libertad. Si pensamos en la cárcel como aquella institución en la cual las personas que han incumplido con las pautas que (supuestamente) todos acordamos son enviadas con el objeto de reformalos, que piensen lo que hicieron y cambien, estamos desconociendo muchas cosas.
Primero, que una persona cometa una acción tipificada como delito no implica que la misma no sea parte de la sociedad, no entienda los valores de la misma o cualquier otro tipo de posibilidad que signifique que esa persona no es parte del «nosotros» bueno que respeta las normas. Entonces, si la persona es parte de la sociedad pero por «x» motivos decide delinquir, tiene sentido alguno la cárcel como «institución reformadora»? La respuesta es no, dejando al descubierto el verdadero objetivo de las instituciones carcelarias: el castigo. Imaginemos a un empresario que comete el delito de estafa. Podemos decir que esa persona necesita reinsertarse, aprender los valores y las leyes que rigen la vida cotidiana. Es necesario que esa persona vaya a la cárcel para entender lo que hizo. En mi opinión, no.
Cuando una persona es víctima de la pobreza estructural, de la marginalidad, de la falta de educación, de falta de salud, de la ausencia de un Estado como garante de las necesidades básicas, podemos decir que esas personas pertenecen a la sociedad? Gran cantidad de los que hoy en día cumplen condena en una cárcel pertenecen a los sectores más desaventajados de la sociedad y los motivos que llevan a estas personas a delinquir suelen estar vinculados de manera directa con los problemas en los que están inmersos y, tal como están dadas las condiciones hoy en día, de los que no pueden salir. Acaso estas personas necesitan ir a la cárcel para reinsertarse o necesitan primero ser parte de esa sociedad que les da la espalda y los excluye?
La cárcel goza de un prestigio mitológico, ya que los resultados que se pretenden obtener a partir de la misma son inexistentes. La cárcel es violencia (en este caso institucional), genera mayor discriminación y mayor exclusión. Tanto en el caso del empresario como del pibe de la villa que sale a robar para poder conseguir plata y comprar paco, la cárcel solo empeora la situación. Hoy en día aceptamos que los presos sean separados de sus familias cuando son trasladados a kilómetros de distancia de la comunidad a la que pertenecen o tienen sus vínculos afectivos; aceptamos que los presos no puedan votar, pero cómo, no es que la idea es reinsertalos; aceptamos las condiciones inhumanas a las que son sometidos [1]; aceptamos la discriminación laboral como producto de haber cumplido una condena y los estigmatizamos de por vida con la figura de la reincidencia. Dado todo esto, estamos aceptando tácitamente que estas personas vuelvan a delinquir, lo aceptamos a partir de crear y sostener un sistema perverso del cual es muy complicado salir una vez que uno ingresa.
Si entendemos a la cárcel como aquella institución a la cual le dejamos el trabajo de reeducar a las personas que no han cumplido con las normas establecidas, nunca lograremos el objetivo. Como he intentado demostrar, la cárcel genera una situación de exclusión más severa, al punto que la vuelva más difícil de subsanar. La reinserción no es alcanzada por las instituciones carcerlarias, todo lo contrario, la reinserción se termina volviendo en una preocupación post-cárcel. Cuando alguien cumple una condena penal sale a una sociedad a la cual no pertenece y muy difícilmente pueda hacerlo. Es por ello que el Estado debe preocuparse por reinsertar a estas personas, ya que su primer mecanismo de reinserción falla en todo sentido y se vuelve todo aquello que no debe ser.
Sin cárceles no se incrementaría la exclusión. Sin cárceles la reinserción no existiría y podríamos ocuparnos de los verdaderos problemas que sufren las personas que no pertenecen a la sociedad. Las cárceles excluyen a las personas de la sociedad, las hunden en la marginalidad y alimentan el sistema perverso que lleva a las personas a delinquir. Es por eso que una vez que salen de la cárcel debemos acudir a reinsertalos, pero pensar que van a la cárcel para reinsertalos es desconocer que esas personas o pertenecen a la sociedad y lo que hacen refiere a motivaciones morales/éticas/económicas distintas o, en el peor de los casos, nunca fueron parte de la misma. La reinserción es el producto de la cárcel.