Mientras algunos reniegan de la rutina, Ariel M. disfruta de ella. Cada momento junto a su hija y su mujer es una segunda oportunidad de vida después de haber pasado cuatro años en el penal de Villa Urquiza, acusado de homicidio simple. A ese nivel de goce también llegan sus horas en el taller de herrería; allí vuelca su dignidad y olvida ese capítulo del pasado.

Ariel suelda un enganche de auxilio en el paragolpes de un auto. Es uno de los «laburos» de la mañana; temprano, había construido un carro tipo trailer de tiro y estaba listo para la entrega. «Hoy, poder hacer un trabajo y que la gente reconozca mi laburo son cosas importantes para mi», exterioriza. Es que el joven es uno de los ex internos del penal de Villa Urquiza que logró saltear la gran barrera del perjuicio e integrarse al sistema laboral provincial.

Ariel, de 36 años, fue paracaidista en el Ejército Argentino. Pero el oficio terminó siendo su alternativa de progreso. Aprendió las técnicas de soldadura eléctrica en el taller de sus hermanos, cuando daba sus primeros pasos laborales. Dentro de la cárcel reforzó esas habilidades -también trabajó en la dirección general de la penitenciaria: sirvió café, cocinó e hizo mandados-. Luego, en el Patronato del Liberado, su capacitación se sustentó en el programa de reinserción laboral. «Controlaban e informaban todo mi desempeño: si estaba presente o si faltaba. Fue empezar de cero cuando la calle estaba difícil».

El Patronato, según establece la Ley 24.660 de «Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad», es un centro de «reinserción social». El organismo oficial debe responder «a la recepción de condenados que se encuentren en semilibertad, prisión discontinua y semi detención». Ariel buscó protección y asistencia, y se sometió a un programa de capacitación para volver a empezar, como deben hacerlo todos en la etapa poscarcelaria. «El que quiere y pone empeño, lo logra», dice la directora del Patronato, Josefina Cliver.

Sin embargo, en la institución saben que las barreras del mercado laboral son cada vez más altas. Hubo casos de inclusión, pero no todas las historias tienen un final feliz. La red laboral -describen en el organismo- es aún más indiferente cuando se trata de un individuo que carga con una condena penal dentro de su hoja de vida.

«Se tratan de personas que tienen baja instrucción académica o no tienen formación educativa, vivieron de changas o aprendieron un oficio frente a sus posibilidades. Se intenta desde aquí incentivar la capacitación laboral», describió la funcionaria.

«No todo el que sale del penal cumplió una sanción por un delito agravado. Pero es un desafío para todos», enfatizó Cliver.

El trabajo es uno de los pilares en el cumplimiento de la condena. Pero la ley 24.660 nada dice de la asistencia laboral una vez concedida la libertad definitiva. El desamparo se presenta en ese momento y desorienta al ex interno ante un sistema laboral que hoy por hoy no ofrece mucho, a nadie.

El mercado informal suele ser el nicho de subsistencia de la mayoría de los liberados. Salen adelante como cartoneros, albañiles o ayudantes de albañilería, y hasta llegan al cuentapropismo. Hubo casos, aunque menos, de inserción mediante oficios calificados, como plomería y algunos iniciaron una carrera universitaria.

La ayuda extra
El incremento de la desocupación, no registrado en los datos oficiales, convirtió al Patronato en la primera vía que tienen los liberados para poder salir adelante. Es que la institución logró ampliar sus redes de programas de trabajo porque en los últimos años se ha registrado una mayor participación de Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s), tanto nacionales como extranjeras, en la provincia.

Las líneas de microcréditos del Estado, a través del Ministerio de Trabajo, o los planes de inserción provincial y municipal, también son parte de las opciones con las que cuenta el Patronato.

En 2009, tres años después de lograr su libertad definitiva, Ariel fue distinguido como emprendedor destacado de la provincia y a nivel nacional. «Recibí el apoyo de mucha gente que interpretó mi caso como un accidente. Y lo siguen tomando así. Aunque salir de ahí (el penal) fue bastante difícil. La fundación me dio una mano enorme, al igual que el Patronato», dijo el soldador.

A través de la Fundación Impulsar, en este caso, Ariel pudo obtener un crédito que le permitió proyectar sus propio emprendimiento.

«En 2007 nos contactamos con el Patronato. Allí tenían mucha gente que tenía ganas de reinsertarse en el medio laboral, que, desde ya, es muy hostil y difícil para este perfil de trabajador contar con antecedentes penales», comentó Soledad Paz, directora regional de la ONG Impulsar.

Estos organismos proponen actualmente un programa integral que brinda a los emprendedores una capacitación para poder diseñar un plan de negocio. «Buscamos potenciar sus habilidades y darles herramientas de gestión. Son cursos intensivos para que puedan generar una base e iniciar así sus emprendimientos, o potenciar lo que ya tienen en marcha», agregó Paz.

El patronato actúa de filtro para detectar a personas que cumplan con el perfil requerido por la ONG. «Trabajamos con personas que tengan una idea o un proyecto, que tengan ganas de llevarlo adelante y el ánimo y la fuerza de afrontar un programa como el nuestro. No todos tienen rasgo de emprendedor, y no todos encajaron en nuestro programa», enfatizó la directiva.

Ariel comenzó a trabajar; primero lo hizo en el taller de sus hermanos y luego consiguió independizarse; logró recuperar a su familia y tener su propia casa. Hoy, Ariel tiene su microempresa, compró una camioneta y una moto.

http://lagaceta.com.ar/nota/488514/Economia/ONGs-salida-trabajo-tras-carcel.html