Si uno de los problemas del encierro en las cárceles es el desconocimiento público de lo que significa, sacar una celda de intramuros y situarla en tamaño real y condiciones extremadamente semejantes, al alcance, digamos, de cualquiera que tenga interés en curiosear, preguntar y opinar, la movida implica como mínimo una idea muy interesante y osada. La idea, que ya no es idea sino celda, fue levantada en una carpa adjunta a la de la 9ª Feria del Libro de Mar del Plata. Se llama celda itinerante por esto de que se la ha extraído de su territorio cerrado y ciego, y se la trasladó al evento cultural abierto y a la luz pública. Desde el sábado pasado y durante 16 días, la celda estará abierta al público que se acerque, se reproducirán los sonidos carcelarios, se mostrarán los enseres cotidianos, las dificultades prácticas, la vida misma en el encierro. Y a lo largo de esos días jueces, defensores, educadores, recibirán al público con más ánimo de escuchar opiniones y responder preguntas que de bajar línea desde la academia. La intención es hacer de la cárcel y el encierro una cuestión cultural que integre a la sociedad. Y para integrar, se sabe, hay que informar.

Una anécdota describe buena parte de los motivos de la itinerancia. Los carpinteros que trabajaban en la construcción de la celda en la carpa se mostraron tan asombrados como incrédulos: “¿Y cómo hacen para meter dos tipos en este espacio?”, se preguntaban. Tendrán que ver la muestra para entenderlo.

El proyecto “Celda itinerante” fue ideado el año pasado, durante la 8ª Feria del Libro en Mar del Plata, por el defensor oficial marplatense Ricardo Mendoza, con la colaboración de María Fernanda di Clemente. El origen de la idea fue y sigue siendo visibilizar el problema de la violencia institucional, instalar el problema en la comunidad, con la premisa de que mientras la comunidad desconozca la violencia institucional va a ser imposible erradicarla. El arquitecto Daniel Funqueiriño se presentó en Batán 15, prisión de máxima seguridad, y capturó todas las imágenes posibles de una celda preparada para alojar a dos personas. Tomó medidas, analizó los espacios, describió los implementos y luego, plano en mano, empezó la tarea de levantar la “itinerante”. Dos carpinteros, los de la anécdota de más arriba, armaron piso, paredes y techo de madera, y los recubrieron hasta dar un símil cemento, tal como lo ven los presos en el día a día. La puerta impresiona, es doble, de reja adentro y maciza por fuera, con pasaplato incluido. La ventanita, arriba, tiene los vidrios rotos. El inodoro, tapado, está desparramando intimidad junto al lavatorio en el mismo ambiente, y desde una de las paredes, desde lo alto, baja un cable que se conecta al enchufe de un extremo, y del otro atraviesa el espacio como una típica soga de ropa, con ropa colgada para secarla, y llega hasta la bombita para dar algo de iluminación a tanta oscuridad.

Estará el clásico calentador, los dos catres de cemento con la frazada para dar abrigo. Una grabación, con los gritos y su eco que retumba en las paredes de los pasillos, dará ambiente sonoro, y la mirada del encierro dará el resto.

Depende del día, los visitantes podrán asistir a encuentros con educadores de cárceles, o ser recibidos por un juez, un fiscal, o un defensor, médicos, psicólogos, habrá talleres de teatro, se presentará el libro Masacre en el Pabellón 7, de Claudia Cesaroni, el libro recomendado por el Indio Solari. Se pasarán videos, películas, muestras fotográficas. La intención es que el público no asista a una charla sobre cárceles, sino que la celda se abra a la sociedad, que el visitante pueda opinar y reflexionar si el único modo de castigo es éste. Una encuesta anónima sobre la opinión de la gente respecto del cupo carcelario circulará durante los días de exposición. El slogan de la presentación es “la cárcel es nuestra, vamos a pensarla”. La muestra estará abierta hasta el domingo 24 inclusive.

 

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-233308-2013-11-11.html