Nunca una muerte violenta es justa, nunca la violencia es justicia, sea cual fuere el sector social de donde proviene la víctima: desde nuestros barrios populares o desde las clases medias.

El asesinato de Micaela y Matías estremecen lo más profundo de nuestra sociedad, dejando al descubierto la frágil huella por donde transitamos.

El odio, la venganza y la confusión en un discurso válido en el dolor que produce la muerte de un hijo solamente nos aleja de nuestra condición humana.

La democracia no es un estado estático, por el contrario, es dinámico, caótico a veces pero fundamentalmente es la titularización de derechos, en ese marco se alzan los Derechos Humanos, concepto que se distorsiona de manera no inocente, responsabilizándolos de la inseguridad.

Los Derechos Humanos constituyen la piedra fundamental dónde se sustenta el sistema democrático: cuando los poderosos se apropian del Estado con el objetivo de aniquilar a personas, ideas, creencias y de derechos de quienes los interrogan o desafían sus propios intereses, es cuando surge el accionar de los Derechos Humanos.

La actual defensa de los mismos, la  lucha sostenida durante 36 años por los organismo hoy encuentra a una sociedad dispuesta a que sea la justicia la que garantice la defensa integral de los derechos de la sociedad en su conjunto.

Hoy nuestras cárceles están llenas, también, de víctimas del modelos neoliberal que los dejo al margen de una oportunidad basada en el reconocimiento de sus derechos.

Los docentes que transitamos en estos espacios bregamos porque sea la justicia la única herramienta puesta al servicio de una sociedad más equitativa e igualitaria, por lo que queremos acercar nuestra voz de solidaridad tanto con las familias de las víctimas de los hechos acontecidos como a la lucha de los organismo de Derechos Humanos y sus abogados que día a día ayudan a construir la trama de la justicia.

El discurso totalitario basado en la intolerancia que llama a convertirnos en “justicieros” solamente reproduce más violencia.

Nosotr@s, desde las aulas de la cárcel, con nuestro trabajo cotidiano apostamos a que la educación sea el puente que nos iguale, nos acerque y podamos consolidarnos en una sociedad más justa y equitativa,, donde no quepa la violencia y la venganza sea un instrumento no sólo alejado de nuestras prácticas, sino superado por la vigencia plena de los Derechos.

“A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.” María Elena Walsh