Ricardo Videla marco un hito histórico en la historia judicial de Mendoza. Conocido a través de las crónicas policiales como «El Perro», recibió una condena a prisión perpetua por los delitos que cometió cuando era menor de edad. Por esto, Argentina recibió una dura sanción de organismos internacionales. Hoy, Mendoza tomó distancia de aquella condena ya que la Suprema Corte de Justicia resolvió que a los menores no se les puede imponer una pena como si fueran adultos.

La historia del Perro Videla -que falleció cumpliendo su condena- es el punto de partida. Pero el fallo de la Sala 2, integrada por Mario Adaro y Fernando Romano -Pedro Llorente estuvo ausente-, es la respuesta al recurso de casación presentado por la defensa de Saúl Roldán Caja, que recibió la pena de prisión perpetua cuando todavía no había cumplido los 18 años como autor de los delitos de homicidio agravado y robo agravado en concurso real en marzo de 2002.

El hecho había ocurrido en diciembre de 1998, cuando al mediodía, Roldán Caja ingresó a la farmacia Payem, de Dorrego, y disparó contra Eduardo Fabián García Ortega, cuando éste intentó impedir que el delincuente se llevara su vehículo. En abril del 2.000, el entonces adolescente era apresado y desde ese momento no recuperó su libertad. En prisión, también se lo juzgaría por otros hechos delictivos.

El fallo se basa a su vez en la opinión de la Corte Interamericana que conluyó que el Estado argentino había violado la Convención Americana en perjuicio de César Alberto Mendoza, Claudio David Núñez, Lucas Matías Mendoza, Ricardo David Videla Fernández y Roldán Cajal.

La Corte también señalaba la responsabilidad internacional de Argentina por mantener en vigencia un sistema de justicia de adolescentes que permite que éstos sean tratados al igual que los adultos. Y que la condena se impuso desconociendo la normativa internacional sobre justicia penal juvenil. A ello se le sumó que Roldán Cajal fue sometido a condiciones inhumanas de detención incompatibles  con la dignidad humana.

En los fundamentos, los magistrados del Alto Tribunal local citan a su par de la Corte Suprema de la Nación, Carlos Fayt, que asegura que la pena para los menores debe ser el último recurso y lo más breve posible.

En el escrito, también se da cuenta de la historia de Roldán Cajal: una vida familiar inestable; a los 7 años fue internado en la Colonia 20 de junio hasta los 14 años; consumió sustancias psicoactivas desde los 17 años y alcohol desde los 14. También se advierte que la institución no pudo contener al menor ni proveer lo necesario para un adecuado tratamiento tutelar.

Para Adaro, el juez opinante de la sentencia, no se le puedem endosar al imputado las falencias del sistema penal juvenil. Por ello, y con la adhesión de Romano, impuso a Roldán Cajal la pena de 15 años de prisión por los cargos ya citados. La condena de 15 años está en consonancia con lo establecido por la ley 22.278, que establece ese límite para los menores.

En otras palabras, hace lugar al recurso presentado por la defensa y deja sin validez la condena a prisión perpetua.

El fallo de la Corte mendocina deja un antecedente importante y encolumna a Mendoza, después de la condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la línea de las convenciones internacionales sobre penalidad juvenil. La demanda presentada contra Mendoza por el organismo internacional se presentó cuando la Cámara Penal de Menores condenó al Perro Videla -en 2002- a la pena máxima que establece el Código Penal, por dos asesinatos, cuatro robos agravados, tenencia de armas de guerra y otros delitos. En esos momentos, Videla era menor imputable.

Con la condena a perpetua para Videla y otros cuatro adolescentes más, la justicia mendocina quedaba así en el foco de los cuestionamientos por ir a contramano de lo establecido por la Convención Internacional de los Derechos del Niño, tratado que la Argentina había adherido.

En 2005, el Perro era encontrado sin vida en el interior de su celda en el Complejo San Felipe, ahorcado. Un suicidio que arrojó serias dudas sobre la trágico vida de uno de los delincuentes juveniles más famosos de la historia de Mendoza.