Desde que se reflotó la Policía Caminera surgió en la comunidad cordobesa una polémica: de un lado, los que la defienden al entender que es necesaria para prevenir siniestros y controlar el delito en rutas provinciales; del otro, los que consideran que se trata de una estrategia con finalidad recaudatoria.

Desde el comienzo, los primeros hacen lo que pueden para explicar que el objetivo principal, la reducción de siniestros fatales, se está cumpliendo. Gracias a un ejercicio matemático, muestran que el crecimiento del parque automotor justifica el estancamiento del número de muertes, en rutas y calles de la provincia, en alrededor de 500 por año. “Las víctimas no bajan porque cada vez hay más autos y, con ello, más probabilidades de siniestros”, es la síntesis de su racionamiento. En tanto, los segundos llenan casillas de correo, mandan cartas y gastan horas en las redes sociales para demostrar que los lugares donde establece puestos la Caminera y la tipicidad de las multas son más recaudatorias que preventivas. Por caso, las penalidades por sobrepaso en lugares no permitidos duplican las de cualquier otra falta. La controversia se fue sazonando con ingredientes fuertes. En julio de 2011, unas 40 multas que llegaron al Juzgado de Faltas de Luque fueron anuladas por supuestas anomalías. Ahora, a principios de este mes, un policía fue imputado por serias irregularidades en una multa labrada en Colonia Caroya que, entre otras rarezas, señalaba que no llevaban cinturón de seguridad los pasajeros del asiento trasero de una camioneta… ¡de cabina simple!

A eso se puede sumar que la gran cantidad de turistas de otras provincias que se quejan de lo arbitrario y costoso de las multas viales en Córdoba atenta contra esa gran fuente de ingresos. A todo eso se sumó una sucesión de muertes de efectivos de la Caminera, lo que no tardó en generar reclamos de sus compañeros, incluso con llamadas a esta Redacción. El 29 de junio de 2010 perecieron dos policías al chocar con su móvil contra un camión cerca de Brinkmann. Ayer falleció el joven cabo Gómez, de sólo 28 años. Estaba casado, era padre de un niño de 5 años y para fin de año esperaba el nacimiento de su segundo hijo. ¿Por qué decidió salir solo a perseguir a un conductor sospechoso, sin hacer caso a los protocolos de la fuerza? Ayer, en San Francisco se escuchaban críticas de sus compañeros, quienes, por lo bajo, aseguraban que la exigencia de hacer un cierto caudal de multas por turno (aunque no existe orden por escrito, desde hace tiempo los uniformados aseguran que son obligados a hacer un piso de multas por infracciones) deriva en que los policías terminen arriesgando más de la cuenta y se alteren por la presión.

Así, en la disputa entre prevención y recaudación parece que hay un equipo que está obligado a hacer varios cambios.

El texto original de este artículo fue publicado el lunes 29 de julio de 2013 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel.