Daniel Rafecas admite que el tema del Holocausto judío lo atrapa por completo, y que esa fascinación es algo que no puede manejar. A los 44 años, el titular del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nº 3, se prepara para el lanzamiento de su libro Historia de la solución final, resultado de cinco años de un arduo trabajo que debió repartir entre sus responsabilidades como juez a cargo de causas como los delitos de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del Primer Cuerpo del Ejército, o el espionaje ilegal dentro de la Armada que le costó el puesto al titular de la fuerza, Jorge Godoy , y su segundo, Benito Rótolo. Se convenció de la necesidad de escribirlo, al advertir que los estudiantes de Derecho y otras carreras de Ciencias Sociales no contaban con un texto que sistematizara el marco histórico que llevó a la “solución final”, como se conoce al plan de la Alemania nazi para exterminar a la población judía durante la Segunda Guerra Mundial.

“El libro es un trabajo que claramente apunta al público hispanoparlante y al lector que se acerca desde distintos ámbitos académicos. Pero también desde inquietudes intelectuales, filosóficas a esa pregunta que atraviesa a toda la modernidad: ‘Cómo pudo haber sido humanamente posible Auschwitz-Birkenau’, es decir, que a mediados siglo XX hayamos tenido en el corazón de Europa, generado a partir de una nación culta y avanzada como Alemania, el levantamiento de unos establecimientos industriales dedicados exclusivamente a la matanza a escala nunca antes vista, y que entre 1942 y 1944 se engulló entre 2,5 y 3 millones de personas: las cámaras de gas y los hornos crematorios de los seis campos de exterminio. Esa es la pregunta que dispara la indagación, y lo que yo estoy ofreciendo en este libro en definitiva es el método de la indagación judicial, con el cual yo he trabajado en estos 25 años en Tribunales, para intentar acercarnos a la comprensión de cómo fue materialmente posible esto. Porque como ha dicho algún historiador precedentemente, por más inhumanos, por más inconcebibles que hayan sido estos episodios de la historia, son explicables a través de factores de causas y efectos”, expresa.

–Usted en el libro separa por etapas los diez años previos a la solución final.
–Esa es la idea, para entender los antecedentes, y en la medida de lo posible, advertir esos posibles presagios tempranamente. Tratándose de un episodio tan complejo, ese método me llevó a segmentar el avance de los sucesos de los diez años anteriores en cinco etapas, porque el libro se enfoca entre 1933 y 1943.
–Y cuál es la conclusión?
–Que la solución final está atravesada por tres factores fundamentales que están por encima de los demás: uno el pensamiento y la acción del eje que encabeza Hitler y luego sigue por Himmler y lo que era el aparato de seguridad del Estado nazi, que son las SS. Esa es la columna vertebral, desde la mirada del Estado nacional-socialista que lleva adelante el proceso de destrucción del pueblo judío primero en Alemania y después en el resto de Europa. El segundo factor, absolutamente fundamental, es la marcha de la II Guerra Mundial, es decir, los acontecimientos relacionados con la solución final que están condicionados por la guerra y, especialmente a partir de 1941, la guerra con la Unión Soviética. En el libro yo me detengo en un momento crucial de la guerra que es la batalla de Moscú que para muchos historiadores fue el momento bisagra en la suerte del Tercer Reich, y también fue un momento de una densidad desde el punto de vista histórico muy difícil de sopesar. Yo le recomiendo al lector que me acompañe en ese momento. Estamos hablando entre octubre y diciembre de 1941, y la suerte del mundo entero dependía de un puñado de batallones y del pueblo soviético que estaban defendiendo la ciudad de Moscú. Si caía Moscú en octubre, noviembre del 41 todo hubiese sido distinto, hubiese significado la caída de la Unión Soviética. Sin embargo, Moscú resistió, San Petersburgo resistió, la Unión Soviética no cayó y por lo tanto los nazis tuvieron que desarmar los planes que tenían. No es un aspecto muy conocido de la Shoá, es un aspecto muy solapado que no ha sido reconocido, porque cuando uno ve los documentos del año ’41 ve que la idea de las SS era deportar a todos los judíos europeos a Siberia, tal cual como habían hecho los turcos con los armenios en 1915. Eso me permitió conectarlo con ese otro genocidio tremendo del siglo XX que fue el genocidio armenio y buscar coincidencias, que las hay muy interesantes. Está claro que los nazis se inspiraron en el genocidio armenio, que había sido un genocidio “exitoso”, entre comillas, que había sido coronado con impunidad, pese a la matanza de 1,5 millones de armenios. Y ese plan fracasó no por inviable sino porque la URSS resistió y no cayó en el frente oriental y por lo tanto los nazis no alcanzaron las estepas siberianas y ahí emerge la solución final que fue el exterminio con gas en los campos en territorio de Polonia .
–¿Por qué pensó en escribir este libro?
–La obra tiene un sentido de divulgación, que sirva como herramienta de introducción en todos los ámbitos académicos porque el fenómeno de la Shoá se estudia en Psicología, en Ciencias Políticas, en Derecho, se estudia en Sociología, en Antropología, y entonces uno de los objetivos es que sirva como una base desde el punto de vista histórico y luego si, estudiar a Viktor Frankl, a Primo Levi.
–Usted dijo en otra entrevista que la Shoá era el agujero negro de los discursos de la modernidad
–Me parece que es una metáfora interesante para señalar que –y esto viene dicho de la Sociología– Auschwitz es un producto más de la modernidad y en ese sentido ha habido un cambio de paradigma, porque hasta los años ’30, ’40 estaba vigente la teoría del progreso de la humanidad, del progreso civilizatorio. Auschwitz es la negación de ese proceso, porque debe ser considerado no como un paréntesis de esa barbarie, sino como un producto más de esa civilización moderna que no ha sido posible sin la lógica de la burocracia, que es un fenómeno moderno, sin la lógica de la industria, el montaje en cadena , no hubiese sido posible sin teorías imperialistas, sin las doctrinas científicas racistas, son todos productos de la modernidad.
–La lógica de propaganda y comunicación…
–Los sistemas de comunicación que también se aplicaron aquí, claro, pero también el ferrocarril, la lógica carcelaria, en fin. Y si Auschwitz es un hijo más de la modernidad como son las vacunas y los teléfonos celulares, ahí se puede hacer una proyección metafórica en el sentido de que si la modernidad fuera un universo, Auschwitz es como un agujero negro que forma parte de ese cosmos. Esta cuestión es la que nos tiene que llevar a comprometernos a conocer estos hechos, también en parte para demoler los discursos negacionistas, porque hay una vertiente de los discursos negacionistas, o neofascistas o neonazis que sostiene que lo que se está afirmando del millón de víctimas de Auschwitz y Birkenau es francamente inconcebible. Los negacionistas se apoyan en eso para decir “es mentira, no existió”.
–¿Cómo se explica la repetición de un genocidio varias décadas después, por ejemplo, en la Argentina?
–Yo creo que en parte es por el hecho de que la cultura autoritaria que dominó la atmósfera de occidente durante los ’30 y los ’40 caló muy profundamente en nuestras sociedades, y la Argentina no sólo no fue la excepción sino que es uno de los países donde más fuerte se instaló esa cultura autoritaria. No nos olvidemos que en 1930 tuvimos el primer golpe de Estado de una inspiración fascista muy clara, el golpe de Uriburu quería crear un Estado corporativo al estilo de Mussolini. Y tampoco nos olvidemos que todas las élites de aquel entonces –políticas, económicas, judiciales, eclesiásticas, militares– miraban con fascinación a los movimientos autoritarios que había en Europa.
–¿Esa cultura autoritaria la sucesión de golpes de Estado y dictaduras serían nuestras propias etapas?
–Sí, en ese sentido es posible pensar, y de hecho lo hago, que la dictadura militar de Videla de 1976 y el terrorismo de Estado que impuso la emergencia de los 300 centros clandestinos de detención y tortura, la dimensión del exterminio, también puede ser leída en clave de solución final. La lógica impuesta por la dictadura de Videla, Massera, Agosti fue la lógica de “vamos a darle una solución final a la cuestión subversiva”. Porque en las etapas previas se exploraron otras, los tribunales del Camarón, las leyes especiales, el plan Conintes, las bandas paramilitares… nada funcionó y entonces aparece la solución final, y la solución final, ¿cuál es? El exterminio de las organizaciones armadas, de las organizaciones de superficie, de todo lo que colabore. Ya en 1977, la dictadura se jactaba de que en la Argentina la cuestión subversiva había sido totalmente eliminada, exactamente lo mismo que los nazis a medida que iban despejando de judíos los distintos territorios en el Tercer Reich. Hay una lógica ahí llamativamente similar.
–Qué sintió usted cuando leyó la entrevista a Videla en la revista Cambio 16?
–En mi caso, como yo hace siete años que estoy trabajando con la causa Primer Cuerpo, estoy totalmente superado de lo que digan los imputados, no me mueve del eje en el cual estoy trabajando. Y además, lo veo también desde el punto de vista de juez y abogado: el imputado tiene todo el derecho a decir lo que le plazca sin tener consecuencias, es un derecho que tiene constitucional, que no tuvieron las víctimas de la dictadura, forma parte de las reglas de juego y en el marco del Estado de Derecho no se pueden tomar represalias ni se puede reaccionar contra el por lo que pueda decir.
–¿Cree que aportó algo nuevo o dijo lo que aquí ya varios jueces le habían escuchado decir?
–A mí todo eso me lo dijo en persona en mi despacho, en la causa XIII. Yo en la causa Primer Cuerpo del Ejército lo imputé por 700 casos más que no habían sido objeto de indagatoria en el primer Juicio a las Juntas, y cuando termino de formular los cargos, que nunca más, ni a nadie en mi vida le voy a formular, el hombre me dice: “Bueno doctor, yo quiero saber una sola cosa, ¿usted me imputa como autor material de alguno de estos hechos?”, “No como autor mediato, como autor intelectual, como la persona que comandaba el aparato”, le respondo. Me preguntaba si él estaba acusado de haber cometido de su propia mano estos hechos y yo le dije que lo hacía como líder de ese proceso, como quien conducía el aparato de poder clandestino dirigido a la represión.
–¿Por qué le interesaba?
–Porque para los cargos que se le formulaban como autor intelectual, él tenía todo este discurso preparado: que había dado las órdenes en el marco de una guerra y que, en todo caso, se le podía imputar algún exceso, que la justicia civil no es la que corresponde que lo juzgue, en fin, todo lo que ya dijo…
–Él habla ahí también de las complicidades civiles ¿no?
–Es absolutamente lógico, la reapertura real de estos procesos se produjo entre 2004, 2005, por lo tanto –y esto se ha visto también en los procesos a partir de Nuremberg en Europa–, tanto los fiscales como los jueces están dedicados en los últimos años a ir por los perpetradores, sacar de las calles a las personas que torturaron, que secuestraron, que participaron del aparto clandestino de poder. Transcurrida esta en tapa es lógico y esperable que, como círculos concéntricos comience a investigarse a otros partícipes en los crímenes, hay lógica expectativa de que esto suceda
–¿Ve posible que se llegue a juzgar la complicidad de los sectores económicos con la dictadura “exitosamente”?
–En Alemania hubo condenas, el Estado nacional-socialista fue financiado y apuntalado fuertemente por sectores de la industria que acompañaron la aventura bélica hasta el final, así que hubo directivos condenados. En el caso argentino pasa mucho por el tema de las pruebas. Desde el punto de vista probatorio, todos los aspectos de la revisión del terror de Estado son arduos, sobre todo por el paso del tiempo que dificulta la recolección de elementos de prueba de toda índole. En el caso de lo que fue el aparato clandestino se ha logrado con esfuerzo reconstruir las cadenas de mando, la vida cotidiana en los centros clandestinos, en parte se ha logrado, pero siempre hay dificultades. Yo creo que la clave va a estar en la manera en que los fiscales y los jueces puedan dar con elementos de prueba suficientes para llegar por ejemplo a un procesamiento o eventualmente a una condena.
–¿Es necesario un fallo previo que los declare delitos de lesa humanidad y por tanto, imprescriptibles?
–Yo haría una clasificación en dos grandes grupos de casos: si hubo cómplices civiles que colaboraron activamente con la perpetración de crímenes de lesa humanidad, ahí no hay dificultades por el paso del tiempo, porque serían eventualmente condenados como partícipes primarios o autores o lo que fuera, de secuestros, torturas, que ya han sido considerados delitos de lesa humanidad. Para eso hay que demostrar que ellos colaboraron a la empresa criminal a sabiendas de qué se trataba. Luego, hay otras imputaciones relacionadas con la dinámica del propio régimen militar y no están necesariamente vinculadas con hechos puntuales. Por ejemplo, el Gabinete de Videla del ’76, algún funcionario que trabajaba para el régimen en aquel entonces pero no tenía implicancia directa con los delitos, en ese caso sí va a haber que hacer un análisis de si esos posibles delitos pueden ser o no considerados de lesa humanidad. En los delitos económicos diría que el eje va a pasar por ahí, por el tipo de colaboración.
–¿Cómo vivió lo que acaba de ocurrir con la destitución del juez Baltasar Garzón en España?
–Yo tuve oportunidad de estar en Madrid en mayo de 2008 en una conferencia con él donde justamente hablábamos del paralelismo y de cómo estaban avanzando las investigaciones en la Argentina. Esa, de casualidad, fue la última actividad oficial de Garzón como juez porque al día siguiente el Consejo de la Magistratura lo iba a suspender de sus funciones. Y por lo tanto, ese acto, que iba a ser poco trascendente, pasó a ser un acto enorme, porque fueron todos los medios… A mí me tocó pronunciar un discurso representando al pueblo argentino donde le expresábamos el apoyo en un momento tan difícil para él, reconociendo que en un momento en el que había un dique en la Argentina que impedía absolutamente avanzar con estos procesos, apareció una grieta, por esa grieta empezó a pasar agua, esa grieta se convirtió en un agujero y el agua terminó anegando todo. Y la grieta fue hecha por Garzón en 1998 con los fallos que dictó en relación al caso argentino.
–Hizo carne el concepto de justicia universal.
–Absolutamente, y con este principio tan fundamental de que si un país no se hace cargo de juzgar el terrorismo de Estado, otro país lo va a hacer, pero hay que hacerlo porque son crímenes contra la humanidad . De modo tal que es innegable la deuda que tiene la Argentina con este juez. Los que tenemos algún tipo de relación con él, conocemos su trayectoria, vivimos este momento con desolación y mucho dolor, tanto en lo personal como en lo institucional.
–¿Le preocupa que estos casos nunca se esclarezcan?
–Me da mucha pena que España no se decida a tener una mirada honesta con su pasado reciente de terrorismo de Estado.No solamente por los episodios del ’36 al ’39, sino por todo lo que fue la vigencia del franquismo que nos deja en 1975. Yo soy de los que piensa como muchos que, tarde o temprano, aunque sea por juicios por la verdad, esto va a tener que cambiar, tarde o temprano la verdad va a tener que surgir. Todo esto permite subrayar la enorme importancia que tienen los procesos de memoria, verdad y justicia que estamos llevando adelante en la Argentina. Nos reafirma en el camino de velar por la legalidad de los procesos, de no salirnos de lo que es la justicia, del Estado de Derecho, cumplir con las garantías constitucionales, porque nos están observando de todo el mundo

Fuente: http://tiempo.infonews.com/2012/02/27/argentina-68779-la-dictadura-de-videla-tambien–puede-leerse-en-clave-de-solucion-final.php