Hace algunos días el Papa Francisco le hizo llegar una carta alertando sobre el punitivismo penal. ¿Qué significado le asigna a ese pronunciamiento?

–Creo que el Papa Francisco pone de manifiesto en esa carta el perfecto conocimiento que tiene de lo que está sucediendo en el mundo en cuanto a lo que están haciendo los Estados con su poder punitivo y, por ende, de la tendencia que van marcando unas derechas que cada día parecen alejarse más de los tradicionales principios humanistas y se vuelven más xenófobas, racistas, clasistas y autoritarias, en ocasiones nostálgicas del totalitarismo. En este sentido, la carta del Papa ratifica lo que en nuestro campo siempre sostuvieron penalistas católicos respetados como Giuseppe Bettiol o Antonio Beristain, por no mencionar más que a dos que conocí cercanamente.

–¿Usted, entonces, no vincula la carta papal con el ataque al anteproyecto del Código Penal?

–No, por favor, no. Que cada cual se ponga el sayo que le venga a tono, pero no. Los argentinos debemos morigerar un poco nuestra soberbia, pues de lo contrario van a resultar ciertos algunos juicios de nuestros hermanos latinoamericanos cuando bromean con eso del «buen negocio» y otras cosas. El Papa es argentino, pero habla para el mundo, porque, precisamente, es el Papa. No me dirige una carta porque presidí una comisión que hizo un anteproyecto en el país más sureño del sur de América ni porque soy ministro de la Corte de ese país. Ambas cosas son accidentes de la vida que en esto no tienen ninguna importancia. La carta del Papa es institucional, entendamos. Está dirigida a la AIDP (Asociación Internacional de Derecho Penal) y a ALPEC (Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología). La AIDP es una organización mundial con sede en París, fundada por tres famosos profesores (von Liszt de Alemania, van Hammel de Holanda y Prins, de Bélgica) en 1890. Tiene 124 años y nos reúne a los penalistas de todos los países del mundo y hace su congreso mundial en Río de Janeiro en septiembre. Desde hace más de 30 años, fui primero secretario para América Latina y luego vicepresidente, hasta ahora. ALPEC es mucho más nueva, se fundó en Guatemala, hizo un Congreso en la Universidad de La Matanza y hará el próximo en Tegucigalpa en noviembre. No tenemos presidente, sino un consejo directivo y una secretaría ejecutiva, que está a mi cargo.

 

Mi militancia en las asociaciones de especialistas tiene más de 40 años y es por eso, y no por otra cosa, que estoy hoy en ellas a cargo de las funciones que me hacen el conducto institucional de un trascendental mensaje a los penalistas de todo el mundo.

 

–¿No cree que la crítica argentina haya influido en la carta del Papa? Hubo contactos de colaboradores suyos con Francisco.

–Nunca le hicimos llegar al Papa cuestiones argentinas. Nuestra preocupación fue, es y seguirá siendo el llamado «neopunitivismo» mundial y en particular sus consecuencias en nuestra región, donde parece que lo único que interesa es destrozar códigos para obtener votos, sin que nadie repare que esos no son más que shows televisivos sobre crecientes montañas de cadáveres. Estamos hablando de una región donde hay índices de homicidios que alcanzan cifras anuales de 30, 50, 80 y más, por 100 mil habitantes. Creo que cualquiera se indigna si se da cuenta de que esto sólo se menciona para ganar votos demagógicamente, con promesas falsas, o para usar funcionalmente esa misma violencia para enriquecerse con negociados.

–¿Qué índices tenemos en la Argentina?

–No tengo cifras de todo el país, pero la zona más «caliente», Buenos Aires y Conurbano, está en algo así como seis por cien mil, conforme a relevamiento expediente por expediente que hicimos en la Corte junto con la Procuración de la provincia.

–Son relativamente bajos…

–Sí, pero hay que dejar de discutir bobadas y esforzarse por bajarlos más, hasta tres o dos por cien mil, que es el promedio de los más bajos del mundo.

–¿Cómo se arregla lo que usted llama neopunitivismo mundial cuando hay índices como los nuestros o los de los países que los tienen aun más bajos?

–Muy fácil. La gente, con toda razón, le teme a la violencia criminal, especialmente homicida. Cuando esta violencia es realmente alta, basta con mostrarla y cargarle un poco las tintas. Cuando es relativamente baja, como en la Argentina, Uruguay, Chile y más Europa, la construye con el bombardeo de noticias rojas, reitera hasta el cansancio el homicidio del día o de la semana o del mes, los comunicadores claman venganza, y bueno, todo el arsenal televisivo con que se construye la criminología mediática. En Europa se repite el homicidio cometido por un albanés o un rumano y listo, ya está el chivo expiatorio; aquí es el de un adolescente de villa. Esto es lo que le preocupa al Papa y a nosotros, los penalistas y criminólogos. Pero, por favor, tenemos que sacarnos de la cabeza que el Papa nos manda una carta a los argentinos sobre esta cuestión. Por mucho que me haga un honor, no soy más que el conducto de un mensaje a todos los penalistas del mundo y en especial de América Latina. Controlemos nuestra omnipotencia argentina. Ni las travesuras de un aspirante a candidato ni si se sanciona o no un código en nuestro país, tienen nada que ver con un mensaje universal. El neopunitivismo vinculado a la exclusión social, al renacimiento de tendencias xenófobas, racistas, clasistas, totalitarias algunas, es un problema mundial. Vean lo que acaba de pasar en las elecciones europeas. Es absolutamente mezquino y miope pensar que el Papa se está ocupando de las diabluras nada originales de la política argentina, cuando nos habla de un drama mundial.

–Igual, es difícil no asociar su crítica a la demagogia electoral punitiva con la figura de Sergio Massa…

–Sí, veo en Massa una manipulación electoralista, me parece claro. Pero insisto, esto no es un invento argentino ni mucho menos. Las contradicciones son las propias de todo electoralismo, no hay coherencia ideológica, cuando se procura sólo ganar una elección no se puede actuar con coherencia, sino en cada caso ver cómo pega mejor en las encuestas. La política se vuelve marketing. Pero esto es un giro bastante difundido en el mundo, creo que el defecto de la política en casi todos lados es este: se busca en rating con el espectáculo y al final el público se da cuenta de que más que políticos tiene ante si a actores que, en la mayoría de los casos, no son precisamente Alfredo Alcón, lo que acaba desilusionando  y abriendo el espacio a algo muy peligroso, que es la antipolítica.

–Algunos han pretendido ver una secuencia temporal significativa entre la declaración de constitucionalidad de la reincidencia por parte de sus colegas de la Corte Suprema y la carta del Papa.

–Eso es un disparate mayúsculo. Ante todo el anteproyecto no propone eliminar la reincidencia como posible agravante, sino sólo la irracionalidad inconstitucional de la legislación vigente, que la hace mecánica y obligatoria en todos los casos. Lo que se propone es que sea el juez quien la valore en cada caso, conforme a la culpabilidad. Pero me fui de la cuestión. Esta es una cuestión técnica que tendría que explicarla más y no viene al caso. Lo que sucedió con la Corte es que el planteo de inconstitucionalidad de la regulación vigente avanzó en la jurisprudencia y eso hizo que llegara a la Corte y la mayoría de esta no hizo más que ratificar su jurisprudencia en sentido contrario. Esto no puede leerse más que como un capítulo de un proceso natural de avance jurisprudencial, donde desde abajo se empuja a los tribunales colegiados, que por lo general son más viejos y conservadores, hasta que al final cambian su jurisprudencia. Es como funciona la dinámica jurisprudencial en todo el mundo, incluso en cuestiones muchísimo más graves. ¿O acaso la Corte norteamericana no declaró constitucional la esclavitud hace unos 150 años, precipitó una guerra civil terrible y después cambió? Son procesos dinámicos, de avance y resistencia, pero el Papa no se ocupa ni tiene nada que ver con las discusiones técnicas entre jueces argentinos, esto me parece un auténtico disparate.

–De todas formas, hay muchos que consideran significativo que el Papa argentino se dirija precisamente al ministro de la Corte argentino que presidió la comisión del anteproyecto cuando existe este debate en nuestro país.

–Alguien o algo, cada cual puede creer lo que quiera, nos lleva a los seres humanos a cumplir ciertos destinos, lo que puede dar lugar a constelaciones significativas, pero nunca se deben tomar las causas como efectos. Mi militancia en las asociaciones de especialistas tiene más de 40 años y es por eso, y no por otra cosa, que estoy hoy en ellas a cargo de las funciones que me hacen el conducto institucional de un trascendental mensaje a los penalistas de todo el mundo. Por favor, insisto, no metan al Papa en las travesuras que en nuestra política copian pálidamente otras más graves que pasan en el mundo. Estamos ante una amenaza mundial, con riesgo de regresión a tiempos oscuros, se trata de un drama mundial, tomemos consciencia de esto por sobre cualquier suspicacia. Con toda sinceridad, no hablo en función de accidentes políticos que me llevaron a una función o tarea, sino como penalista, argentino por supuesto, pero vinculado a nuestra región y al mundo. Muchachos: levanten un poco la mirada, cuidado con la ola que se viene en el mundo. Esa y no otra es la síntesis del mensaje del Papa.

 

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