Numerosos hijos y nietos de sobrevivientes de Auschwitz y Birkenau han decidido marcar en sus propios cuerpos la memoria de aquellos días siniestros. Lo hacen en Israel al tatuar en sus brazos los números con que sus abuelos fueron señalados en esos campos de concentración y exterminio.

La cuestión viene suscitando una acalorada polémica. Sobre todo, debido a que desde hace una década instituciones e individuos debaten cómo transmitir el legado del Holocausto a las generaciones venideras. Acontecimiento, claro está, que constituye una parte integral de la fundación y la identidad del Estado de Israel.

Los tatuajes fueron introducidos en Auschwitz en el otoño de 1941 y en el adyacente Birkenau en marzo siguiente. Fueron los únicos campos que emplearon esa práctica, donde miles de personas fueron marcadas en el pecho y más generalmente en el antebrazo izquierdo.

Allí sólo se tatuaba a quienes se consideraba en condiciones de trabajar, por lo que, pese a la degradación que trajeron aparejada, hubo quienes llevaron esos números con orgullo. En particular los más bajos, puesto que indicaban haber sobrevivido a varios inviernos brutales.

Según Jodi Rudoren, periodista del «New York Times», los jóvenes descendientes de las víctimas de la Shoá protagonizan ritos de iniciación a partir de los cuales se reapropian del símbolo más profundo de la deshumanización que experimentaron sus ancestros. Una suerte de pasaje desde la memoria de lo vivido hacia la memoria histórica.

Desde el Paleolítico superior, acaso como prolongación de la pintura y el arte rupestre, el hombre ha venido desarrollando técnicas de simbolización. En tal sentido, el tatuaje resulta una práctica ancestral que se desarrolló de forma independiente entre numerosos pueblos de la humanidad mediante diferentes técnicas y con objetivos diversos.

En la actualidad la impresión de los cuerpos permite recuperar un campo de múltiples posibilidades simbólicas. A veces opera como un elemento dirigido a señalar la pertenencia a un grupo determinado y en otras ocasiones forma parte de una estética inherente a cuerpos cosificados bajo una estricta ley de mercado que rige los consumos, los hábitos y los intercambios.

No menos cierto resulta que los tatuajes ejercen la función simbólica del lenguaje y permiten a los seres humanos construir imágenes. Son activadores, entonces, de paisajes capaces de sugerir formas que en ocasiones carecen de formulaciones racionales. De allí su potencia en tanto arte de la representación.

Los descendientes de los sobrevivientes que replican los números de la opresión los exhiben en su anatomía como marcas de un asesinato intentado sobre quienes, sin embargo, lograron sortear la muerte. De acuerdo con ello, retratan la potencia vital tras la tormenta del exterminio.

Suponen, por lo tanto, un salvoconducto gráfico en pos de la memoria. En primer término, respecto de la presencia omnipresente de las fuerzas de la muerte, el sometimiento y el crimen. Luego, en torno a los derroteros de lo viviente, capaces de emerger del infierno y de superar todos los intentos de su aniquilación.

Memoria corporal, iconográfica y simbólica dirigida a delimitar aquello que no termina de herir y lastimar. Puesto que lo que duele, acaso, sea la conciencia de que las repeticiones del mal son más frecuentes, más actuales y presentes de lo que acaso podía imaginarse luego de develados todos los capítulos del Holocausto y de los crímenes masivos a partir de entonces cometidos.

En paradójico antagonismo con las posibilidades de la memoria, Raoul Vaneigem sostiene que existe un uso saludable del olvido respecto de los provocadores de inhumanidad. Un olvido que no borra el recuerdo y no censura la memoria sino que procede de una suerte de repugnancia espontánea.

En función de ello propone que una vez denunciados por su inhumanidad los autores de las barbaries atestiguadas en el pasado sean envueltos en las mortajas de sus felonías. Y que el recuerdo del crimen erradique finalmente el recuerdo del criminal.

 

(*) Juez penal. Catedrático Unesco

 

fuente http://www.rionegro.com.ar/diario/los-tatuajes-de-la-memoria-981779-9539-nota.aspx