Generalmente se asocia el concepto de seguridad con represión y gobiernos de derecha y pensamiento conservadurista. No obstante, la seguridad también puede ser entendida como un valor democrático, como una evidencia de progreso y un indicador de cambio social. Es normal que en la agenda pública aparezca la seguridad como una preocupación de primer orden; asimismo, es usual que la política pública sólo considere como respuesta al problema medidas de «mano dura» y de aumento de la fuerza policial. Plantear mayor creatividad a la hora de construir una política pública de seguridad y convivencia necesariamente es un primer paso para los tomadores de decisiones.

En el 2013 Medellín (Colombia) fue elegida como la ciudad más innovadora del mundo en el marco del concurso City of the Year que organizan «The Wall Street Journal» y Citigroup. Resultó ganadora entre más de 200 ciudades que se postularon, entre las que se encontraban Nueva York, San Pablo y Tel Aviv, sólo por poner unos ejemplos. Uno de los elementos diferenciadores que permitieron este triunfo está ligado al aumento de la seguridad, traducida en la disminución de las tasas de homicidios. Sin embargo, no fue el único factor.

Para comprender mejor la dimensión del problema tratado, es pertinente señalar que Medellín alcanzó tasas de hasta casi 400 homicidios por cada 100.000 habitantes a principios de los noventa (1990-1993). Tenía en ese entonces una de las tasas de homicidios más altas del planeta: casi 7.000 muertos por año, un número mayor que el total de soldados de Estados Unidos muertos en la guerra de Irak en casi diez años de contienda. Posteriormente Medellín alcanzó una reducción considerable en las tasas de apenas 34 en el 2007, 52 en el 2012 y 38 en el 2013. Es decir, en veinte años la ciudad redujo su tasa de homicidios en más del 90%. Consecuente con lo anterior, hasta el 5 del corriente la ciudad completaba 29 días sin ningún homicidio, situación atípica para un distrito que vivió, en paralelo, el peso de la guerra entre cárteles de la droga, el conflicto armado interno y la interacción de múltiples violencias espontáneas.

Esta disminución en la tasa de homicidios le ha generado comentarios elogiosos como el del Banco Interamericano de Desarrollo, que asegura que «contra todos los pronósticos desfavorables, la ciudad de Medellín, donde reinaban el caos y la desesperación, ha logrado transformarse a través de la reafirmación de la esperanza y el logro de la seguridad ciudadana», así como de la publicación inglesa «The Economist», que lo denomina «el milagro Medellín». Pero ¿en qué consistió esta transformación?

Considero que las últimas tres administraciones municipales han apostado por la construcción de instituciones inclusivas, con normas de juego claras y creíbles, al igual que por la construcción de nuevos modelos mentales donde los ciudadanos son partícipes de lo público y abandonan la conducta extractiva frente a los bienes y recursos estatales. Estas ideas y enfoques se han concretado en programas de urbanismo social. También se han generado inversiones en políticas de seguridad y convivencia (donde la academia ha sido llamada a intervenir), acompañamiento cultural, formación de liderazgo juvenil y fortalecimiento del Estado en territorios históricamente marginados y pobres.

Como intervenciones concretas me referiré a dos, a los parques biblioteca y al sistema integrado de transporte.

Como afirmé al comienzo, seguridad no es sólo aumento en el número de policías (aunque es importante); también tiene que ver con la prevención y la reconfiguración de la confianza.

Los parques biblioteca han sido creados por los últimos tres alcaldes –Fajardo (2004-2007), Salazar (2008-2011) y Gaviria (2012-2015)– en zonas de alta conflictividad social. Éstos se han convertido en sitios de paz y neutralidad donde las pandillas o «combos» delincuenciales se abstienen de delinquir o de enfrentarse entre ellos. En el trabajo de campo que he realizado para mis investigaciones, algunos jóvenes me manifestaron enfáticamente que ellos respetaban «más el parque biblioteca que la misma iglesia», lo cual me ha permitido ver el nivel de apropiación del urbanismo social por parte de las comunidades.

En segundo lugar, el sistema integrado de transporte de Medellín permite a una persona movilizarse por toda la ciudad con menos de un dólar, teniendo acceso al metro, a los buses alimentadores y al metro cable (teleféricos). A diferencia de otras ciudades donde son usados en las zonas turísticas, en Medellín comunican el centro con los barrios periféricos, donde viven obreros que en su mayoría lo usan a diario para ir a su lugar de trabajo. Se encuentra también en construcción un tranvía y se proyectan dos líneas más de metro cable. Estas inversiones han sido posibles por el apoyo de Empresas Públicas de Medellín; a diferencia de lo que pasa en otros países de Latinoamérica con las empresas del Estado, ésta es rentable y eficiente y terminó el año anterior siendo la segunda más grande de toda Colombia.

Si bien no todo es maravilloso, pues aún perviven problemas ligados a la acumulación de desventajas en ciertos sectores y a la violencia difusa de los «combos» que impiden un disfrute pleno de los derechos constitucionales, se podría decir que Medellín tiene hoy más sabor a esperanza que a temor.

(*) Investigador del Centro de Análisis Político de la Universidad Eafit, Medellín, Colombia

http://www.rionegro.com.ar/diario/seguridad-e-innovacion-el-caso-de-medellin-3096205-9539-nota.aspx