Corría el año 1918 cuando un jurado popular español condenó a León Sánchez Gascón (30) y Gregorio Valero Contreras (30), por el asesinato, con fines de robo, de José María Grimaldos López, alias El Cepa (28), un humilde pastor que trabajaba en la finca Osa de la Vega, de la provincia de Cuenca. Los hombres confesaron el crimen tras sufrir inenarrables torturas por parte de la Guardia Civil. Fueron sentenciados a 18 años de prisión, a cumplir en diferentes cárceles. Ambos trabajaban con El Cepa en el mismo emprendimiento agrícola, propiedad de Francisco Antonio Ruiz. León era mayoral y Gregorio, bracero.

Los hechos

Los tres involucrados en esta terrible historia, eran compañeros de trabajo. El Cepa Grimaldos era natural del caserío de Tresjuncos, a donde iba a pasar los fines de semana y aprovechaba para darse un baño y cambiarse de ropa. Los otros dos eran de Osa de la Vega, ambos casados y con hijos, responsables y trabajadores.

Fue así que el 21 de agosto de 1910, José María Grimaldos López había vendido unas ovejas, por lo que se había reunido con algo más de 500 duros. Pero para sorpresa de todos no regresó a la finca, ni tampoco se apareció por la casa de su madre. A partir de ahí comenzó su búsqueda. Pasaron los días y no hubo ninguna novedad. En Tresjuncos comenzó a rumorearse, que El Cepa había sido asesinado para robarle el dinero que había cobrado por la venta de la hacienda, y sin decir agua va, acusaron a León y a Gregorio, de ser los culpables. Es así, que en septiembre de 1911, los sospechosos fueron detenidos e interrogados por el juez del municipio de Belmonte. Sin embargo después de una minuciosa investigación los liberaron al no hallarse ningún motivo para mantenerlos detenidos. No obstante, la familia continuaba con sus sospechas y aprovecharon el cambio de juez para volver a acusar a los compañeros de labores del desaparecido.

En noviembre de 1913, el nuevo juez de Belmonte, Emilio Isasa Echenique, ordenó la detención de los pastores pero esta vez quería culpables. Por ese motivo se valió de la Guardia Civil y de los crueles tormentos a los que fueron sometidos. Decir que les arrancaron las uñas, los golpearon sin piedad, los alimentaron con comidas a base de bacalao salado y le negaron el agua de manera permanente, además de las torturas en sus órganos genitales, es poco.

Los interrogatorios eran realizados en celdas separadas. El modus operandi era que cada uno de ellos pensara que el otro era el culpable. Lograron minar la confianza que ambos se tenían. Es así que León decía que él no había matado al Cepa pero balbuceaba que tal vez Gregorio podría haberlo hecho. En tanto, este último declaró que él no era responsable de la muerte del Cepa, pero afirmó que León sí podría serlo. De esa manera, ambos terminaron imputándose. Pero esto no era suficiente ya que había que encontrar el cadáver. Para eso los llevaron a punta de pistolas a diferentes lugares en búsqueda del cuerpo del desaparecido. En algunos casos los obligaron a excavar con sus propias manos, pero nunca encontraron los restos. Finalmente para que dejaran de torturarlos inventaron que habían descuartizado el cadáver y lo habían tirado a los chanchos, en tanto que los últimos vestigios fueron quemados.

Lo importante era que el juez había logrado su objetivo: consiguió los culpables. Con aquello establecido ordenó labrar el acta de defunción de José María «Cepa’ Grimaldos López,

El juicio, que duró solo una semana, comenzó basado en un sumario plagado de contradicciones, de agujeros negros y de diligencias poco esclarecedoras, con un resultado trágico: 18 años de prisión para los imputados.

 

La libertad manchada de sos pechas

El 4 de julio de 1925, los condenados quedaron libres por sendos decretos de indulto. Habían pasado 12 años en la cárcel, pagando un crimen que no solo no cometieron sino que nunca existió. Pero ellos no fueron las únicas víctimas, sus familias y sus hijos fueron acosados durante años por los familiares del Cepa y por los pobladores tresjunqueños. Solían armarse escuadrones de pobladores que con antorchas y palos se acercaban a las casas de León y Gregorio para intimidarlos.

Ya en libertad, León empezó a trabajar en changas y sobrevivió, de esa manera, a duras penas. Gregorio la tuvo más difícil: nadie quería contratar como empleado a un “criminal”.

El muerto se fue a casar

Los primeros días de febrero de 1926, el cura de Tresjuncos recibió una misiva de parte de su colega de Mira, otro pueblo cercano, solicitando la fe de bautismo de José María «Cepa’ Grimaldos López, quien necesitaba ese documento para casarse. El estupor invadió al sacerdote, que no supo qué hacer y en un principio, agobiado por la tremenda revelación que esta encerraba, optó por guardar la carta. Pero como la partida no llegaba a Mira, fue el mismo Cepa el que se dirigió a la capilla de Tresjuncos a solicitarla.

La conmoción fue generalizada cuando el hombre atravesó caminando las calles de la localidad. A tal punto que el juez de Balmonte mandó a detener al supuesto “muerto” y de inmediato la noticia apareció en la prensa y ya no se pudo ocultar más. El Cepa explicó lo sucedido: “Me agarró un berrinche y decidí tomar los duros que había cobrado de la venta de la hacienda y partí a buscar nuevos rumbos”, dijo, agregando que se radicó en el municipio de Mira, a unos kilómetros de ahí, donde se juntó con una campesina y tuvo dos niñas. Por ese motivo había decidido casarse.

 

La maldición del Crimen de Cuenca

Cuando El Cepa se enteró lo que había sucedido a sus compañeros fue a pedirles perdón. Nunca imaginó lo que su ausencia desencadenaría. El ministro de Gracia y Justicia mandó a revisar la causa y finalmente, el Tribunal Supremo, el 10 de julio de 1926 declaró nula la sentencia dictada en Cuenca en 1918, y dictaminó la inocencia de los acusados y un pago indemnizatorio por los daños ocasionados.

Las repercusiones

El martirio sufrido por estos dos inocentes sacó a la luz los errores y arbitrios de la Justicia de la época y el accionar brutal de la Guardia Civil, aunque la fuerza siempre se excusó en que ellos no eran los responsables sino el juez que había ordenado los procedimientos. La Justicia había vulnerado el derecho a la presunción de inocencia de los acusados.

La maldición de Cuenca

El cura de Tresjuncos que ocultó la carta proveniente de Mira murió ahogado en una tinaja de vino.¿Suicidio? El juez de Belmonte, Emilio Isasa Echenique murió de una angina de pecho al poco tiempo.

La película de la polémica

En 1979, la directora cinematográfica  Pilar Miró filmó la película que llevó el nombre El crimen de Cuenca. La minuciosidad con la que cuenta los episodios de tortura, se constituyó en un brutal alegato contra este tipo de prácticas. La crudeza del filme fue tal, que el gobierno democrático lo prohibió por temor y la cinta se puso a disposición militar, siendo secuestrada durante un año y medio y su realizadora objeto de un proceso castrense. Finalmente fue estrenada en 1981, con gran éxito. Fue la única película prohibida en el período posfranquista.

 

http://www.eltribuno.info/salta/297607-Bajo-brutales-torturas-confesaron-un-crimen-que-no-existio.note.aspx