Era de noche y el frío calaba los huesos. La oscuridad y el silencio en el inmenso pabellón era absoluto. Corría la década del 50, cuando Antonia, de solo 8 años, ya no soportaba las ganas de orinar pero no podía ir hasta la batería de baños sin el permiso de la cuidadora. Finalmente, se orinó en la cama. Al entrar la celadora, la niña le avisó casi susurrando. Estaba aterrorizada y lo único que quería era cambiar su ropita. La mujer, de un sacudón, la puso de pie al lado de la cama y le propinó un severo golpe en la cara mientras le mostraba el colchón mojado. Luego, le sacó las frazadas y le abrió la ventana. “Es para que se seque la cama que has meado…”, le dijo y la dejó con su muda empapada al lado de ese enorme agujero negro por donde entraba un viento gélido…

Esta es una de las tantas historias contadas por quienes son ahora mujeres sesentonas, que pasaron, en algún momento de su niñez, por esa institución llamada “Preventorio Doctor Murillo”, ubicado en Guadarrama, Madrid, en plena época de Francisco Franco, “El Caudillo”. Estos albergues estatales funcionaron desde 1945 hasta la muerte del generalísimo, en 1975, y los llamaban también Patronato Nacional Antituberculoso. Se supone que cumplían la función de “prevenir” enfermedades, lo cual suena curioso porque en muchos casos las niñas contraían graves patologías allí y las internaban en los hospitales comunes. Lo real es que eran centros de lavado de cerebro para la formación de cuadros falangistas. El más famoso fue el de Guadarrama, pero no era el único.

La vida en el lugar

Eran más las niñas que los varones que allí ingresaban. Las edades fluctuaban entre 7 y 12 años, pero se sabe que hubo internos de entre 5 y 17 años. El tiempo que permanecían era variable. Podían estar un par de meses, como lustros. En algunos casos, también se los camufló como colonia de vacaciones. En el mismo momento en que ingresaban les cortaban el pelo, les quitaban sus pertenencias y les daban un uniforme. Tenían horario para orinar y defecar y no se les permitía hacerlo fuera de lo establecido, caso contrario eran castigadas brutalmente. Se bañaban una vez a la semana, todas juntas con agua helada, no importaba la época del año. Las niñas eran provenientes, en general, de familias pobres y republicanas.

El modo en que llegaban a esas instituciones era confuso. Por un lado eran reclutadas por el ala femenina del falangismo y, por otro lado, se comenta que no se podía ingresar sino se tenía contacto al interior del franquismo.

Las cuidadoras o celadoras no tenían ningún tipo de formación profesional y a las niñas se las denominaba internas porque no recibían ningún tipo de educación. Lo cierto es que muchas de esas víctimas han comenzado a denunciar el maltrato que allí sufrieron y actualmente están pidiendo que se investigue lo que sucedió realmente. Lo que está claro es que toda la documentación como historias clínicas, nombres de las internas y el resto de papeles administrativos no existen más, los hicieron desaparecer. Han pasado 40 años y esas niñas ya no tienen miedo a denunciar los malos tratos sufridos durante su infancia en el preventorio de Guadarrama. Han solicitado audiencias con diferentes autoridades, pero hasta el momento no las han recibido.

Ahora, movilizadas

 

«Queremos compartir lo ocurrido y encontrar documentación de aquella época que aporte luz a lo que vivimos. Eramos muy pequeñas y tampoco se podía denunciar… aprendí a olvidar. Muchos años después encontré por internet un grupo de chicas que contaban sus experiencias en el preventorio. Comprendí que no estaba sola, y nos juntamos para dar voz a lo ocurrido», dice Alicia.

 

fuente http://www.eltribuno.info/salta/202069–Ninas-maltratadas-ahora-son-mujeres-que-denuncian.note.aspx