SAN MARTÍN DE LOS ANDES (ASM).- Un trabajoso «no culpable» fue el primer veredicto de la serie de nueve simulacros de juicios por jurados iniciada ayer en la provincia, con vistas a la reforma procesal penal que entrará en vigencia en 2014. En este hipotético caso llevó al estrado a un joven acusado de homicidio agravado por el uso de arma.

Los doce jurados se vieron sometidos a un dilema entre los hechos y las circunstancias sociales y morales que los rodearon, planteado con toda intención desde un caso de laboratorio, traído de experiencias académicas pero con elementos de sucesos que podrían ser reales en cualquier situación de violencia urbana y adicciones.

El jurado estuvo compuesto por vecinos de esta ciudad, que se presentaron y salieron sorteados entre 40 voluntarios. «Fue una experiencia increíble y muy enriquecedora, en la que tuvimos la tremenda responsabilidad de decidir sobre algo tan terrible y tan hermoso a la vez como es la libertad de una persona», dijo Violeta Glasiuk, una de los jurados.

Su circunstancial compañero, Manuel González, dijo que «para quienes no somos abogados, fue un gran aprendizaje».

El papel del magistrado, que con el nuevo código tendrá funciones de estricta garantía del proceso, fue ejercido por el juez de Instrucción Jorge Criado, de la Cuarta Circunscripción. La defensa y la acusación estuvieron a cargo del defensor de Cámara, Bernardo Areco, y del fiscal de Cámara Fernando Rubio.

La tarea técnica quedó a cargo de miembros de la Escuela de Capacitación del Poder Judicial, y la coordinación general fue responsabilidad de la secretaria del Juzgado Contravencional, Inés Gerez. Miembros del Poder Judicial, jueces, abogados, estudiantes y numerosos vecinos colmaron el salón de la Intendencia, donde a lo largo de cinco horas se realizó la audiencia. La experiencia, con otro caso distinto a dilucidar, se repetirá hoy en la vecina localidad de Junín de los Andes.

Los hechos juzgados ocurrieron en una barriada ficticia. Una madrugada, el «Topo Gigio» y algunos de sus amigos de la esquina, luego de beber y fumar marihuana hasta quedarse sin cigarrillos, acuden a la casa del «Barba» en procura de más droga. Ante la falta de respuestas, apedrean la vivienda y rompen una ventana.

El «vendedor», que luego sería presentado como miembro de un matrimonio de adictos en recuperación, sale de su casa y se traba en lucha con uno de los agresores. En esas circunstancias, se dispara un arma dos veces y el «Topo Gigio» muere.

El fiscal se centró en los aspectos fácticos (el arma, la huella de un pulgar del «Barba» en una de las cachas), todo lo cual daba por probada la culpabilidad del imputado, según dijo.

El defensor presentó testigos que expusieron al «Barba» como un adicto en recuperación, comprometido con su comunidad, su familia y su trabajo. Pero, sobre todo, intentó hacer ver la imposibilidad de la Fiscalía para probar con certeza, más allá de toda duda razonable, que el acusado fue quien empuñó la pistola y apuntó al estómago del «Topo Gigio».

El jurado deliberó por 70 minutos, hasta que llegó a la conclusión de «no culpable». Uno de los jurados reveló a este diario que la votación fue muy disputada.