En los últimos cuatro años cuarenta jóvenes que pasaron por el Irar terminaron muertos. No parece menor la cifra a la que arribaron un grupo de trabajadores del área, que en el mismo informe advirtieron que del total de menores que pasan por el Instituto de Rehabilitación, casi la mitad está solo quince días y el resto tan solo un mes. Dos cifras que ayudan a conocer más de cerca a esta «cárcel de menores»

El «Colectivo de investigación militante sobre los jóvenes y el poder punitivo» está formado por trabajadores del Irar, del Patronato de Liberados, también de Libertad Asistida, y una tallerista de la Unidad N 3. El trabajo fue elaborados ante la inquietud sobre el destino de los pibes que conocieron estos trabajadores del Irar, una vez que salían de allí. Primero intentaron relevar con cifras del poder judicial, pero no tuvieron suerte en la Corte. El relevamiento comenzó hace cinco años con la búsqueda en las propias noticias de los diarios, en forma artesanal nombres, apodos y barrios. «Este es un trabajo artesanal, pero es muy claro: desde febrero de 2010 hasta el mes de julio de 1014, murieron cuarenta jóvenes, cuyos decesos salieron en los diarios», responde Mauro Testa, acompañante juvenil del Irar desde hace cinco años.

-¿Los sorprendió el resultado?

-Nos parece muchísimo, porque las cuarenta muertes son de pibes con los cuales nosotros trabajamos. Son todas personas que conocíamos, tanto a ellos como a sus familias. Hay casos en los que están sus hermanos o primos, y nos cuentan de chicos que pasaron por acá que hoy están en Coronda o en Piñero.

-¿Qué lectura hacen desde este Colectivo con estas cifras?

-Que estos pibes no murieron porque pasaron por el Irar, porque en su enorme mayoría desde los doce años pasaron por una comisaría. Es una situación muy complejo, pero lo cierto es que la cárcel no rehabilita a nadie. No es que alguien este preso para ser rehabilitado, sino que muchas veces lo está para esconderlo de la sociedad, y tenerlo adentro par que no moleste. No vemos que ninguna institución de encierro, sobre todo para jóvenes, sea algo que les cambie o mejore la vida. Esto hay que tenerlo claro como trabajadores, porque a veces uno piensa o la misma sociedad le proyecta objetivos abstractos al Irar, como la recuperación o la rehabilitación. Es muy compleja la situación.

-¿Por qué?

-Porque el cuarenta por ciento de los pibes que ingresan al Irar están quince días como máximo, y el resto hasta un mes. Así que si los jueces piensan que manda a los pibes al Irar a comenzar un proceso socioeducativo, está claro que este tiempo no lo van a lograr. En el instituto hay escuelas y talleres, pero más de la mitad está menos de un mes.

-¿Cuál es el sentido del encierro entonces?

-Sabemos que los jueces hablan de rehabilitación, pero es un tema complejo por el tiempo que están. Esta es una respuesta que debe ganar la luz con esta polémica: antes de la feria judicial en el Irar había cuarenta pibes, y la orden llegó mucho tiempo después, cuando la situación edilicia, de limpieza y de todo, era aún más crítica porque había más chicos. O como hace dos años tuvimos sesenta pibes en pleno verano.

-¿Fracasó el Irar, entonces?

-No, porque como máximo, el que más está, se queda treinta días. Por más que esto sea un hotel cinco estrellas y vaya todos los días a la escuela, es imposible cambiarle la vida a alguien en ese tiempo. Es más hay jueces que les dicen a la familia que liberarían a su hijo si se mudan de barrio, pero la realidad es que no tienen posibilidades económicas para hacerlo. Con lo cual no son solo las condiciones de adentro sino las de afuera las que terminan incidiendo muy fuerte en los pibes.

-¿Porqué motivos cuesta tanto tener un buen ambiente para alojar a los menores? Es desidia oficial, conductas conflictivas de los detenidos, o a qué se debe?

-Hace cinco años cuando ingresamos los acompañantes juveniles, en paralelo a las mejores laborales estaba la cuestión del agua potable, de mejorar la comida, la limpieza, o de tener más recursos para trabajar la convivencia y otras actividades. De hecho eso ahora saltó cuando eran reclamos históricos nuestros. En esta coyuntura están llegando más recursos, hoy hay dos empresas de limpieza, y hay más materiales. Pero hay cosas que depende mucho de los trabajadores, que venimos reclamando la conformación del Comité Mixto de Higiene y Seguridad, para poder cuidar nuestra salud mental, porque los pibes están encerrados, pero nosotros y el Servicio Penitenciario también. Y a veces en ese mundo endógeno que se genera, es difícil ver la respuesta, que desde afuera puede parecer fácil hacer. Por eso formamos este Colectivo de investigación para tratar de ver la cosa de otra manera. Muchas veces es gestión política, porque hace un mes pedimos esto y no lo teníamos, y ahora está todo. Esto es cíclico en el Irar desde que se creó en 1999. Cada vez que aparecieron críticas desde afuera, llegaban los fondos y las cosas que faltaban.

-¿Recordás alguna de estas historias de jóvenes que terminaron muertos?

-Conozco todos los casos de los pibes muertos, porque trabajamos con todos ellos. Uno de los últimos me impactó porque era un pibe que dos días antes se encontró con un compañero que trabaja en el Irar, y le pidió nuestros teléfonos, le preguntó por nosotros. Se ve que había quedado ligado porque afuera tal vez no tuviera a nadie. Este chico no podía trabajar y consumía mucho. Cuando encuentro a este compañero y le doy mi teléfono para que se lo pase a este chico, me dijo que se había ahorcado después de haberse peleado con su novia.

-¿El Estado no tiene un sistema de seguimiento de los pibes cuando cumplen los dieciocho?

-No, pero si se les pudiera haber dado una respuesta seguro estos cuarenta pibes no hubiesen terminado así. Igual, la mayoría de los más de doscientos muertos en Rosario el año pasado era hombres menores de treinta años. Con lo cual lo que les pasa a los pibes que pasaron por el Irar, no es muy diferente a lo que le pasa al resto de la sociedad.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/9-45382-2014-08-17.html