La unidad penal Nº 2 de Villa Devoto, en la ciudad de Buenos Aires, se señalizó hoy como «sitio de memoria» por haber funcionado como centro clandestino de detención y torturas entre 1976 y 1983, durante la última dictadura cívico militar.

El acto se realizó en la puerta de la cárcel, ubicada en Bermúdez 2651, y estuvo organizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación -a través de la Red Federal de Sitios de Memoria que coordina el Archivo Nacional de la Memoria-, conjuntamente con la Subsecretaría de Gestión Penitenciaria, ambas dependientes del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y el Centro de Estudios de Política Criminal y Derechos Humanos (CEPOC).

 

Judith Said, coordinadora General del Archivo Nacional de la Memoria, aseguró que «más allá de haber pasado presos políticos por acá, de las distintas dictaduras, pero sobre todo de la última, también recordamos la masacre conocida como el «Motín de los Colchones» donde fallecieron presos comunes y consideramos que eso también es una responsabilidad del Estado».

 

«Nosotros estamos en una política de reparación en relación a lo hecho por el propio Estado con sus propios ciudadanos, entonces nos parece que este es un hecho importante para recuperar la cultura política y para que el Servicio Penitenciario cumpla la función que debe, que no es el maltrato a los presos sino el intento de reinserción», expresó la funcionaria.

 

El hecho al que hizo referencia Said ocurrió el 14 de marzo de 1978, cuando personal penitenciario ametralló a decenas de internos en el Pabellón 7 y dejó morir quemados y asfixiados a 65 de ellos.

 

Hugo Ricardo Cardozo, sobreviviente del hecho, destacó que «esto no fue un motín sino una masacre a mansalva» y agregó que, «gracias a Claudia Cesaroni, responsable del CEPOC, con quien nos contactamos hace un año y empezamos a reconstruir los hechos y aquí estamos para hacerle honor a todos los muertos que no pudieron defenderse».

 

Durante el acto, Cesaroni recordó que «hubo dos libros que hicieron referencia a este hecho y a quienes debemos un reconocimiento histórico, uno fue el de Elías Neuman, «Crónica de muertes silenciadas» de 1985, y otro el de Daniela Barbieris, «Derechos Humanos del otro país», de 1987″.

 

«La historia se construye de a poquito y gracias a la ayuda de la Asociación Mutual Sentimiento, que nos ofreció el espacio para hacer las primeras reuniones, en las que empezamos a reconstruir lo sucedido aquí, luego pudimos formar un equipo de trabajo desde el que tendemos lazos con personas privadas de la libertad», destacó Cesaroni.

 

Eduardo Jozami, director del Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex Esma, al momento de hacer uso de la palabra, expresó que «esta cárcel tuvo mucho que ver con la historia política argentina, ya que es la cárcel que más presos políticos ha albergado, durante la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse que luego fueron trasladados a otros sectores del país».

 

«En este marco, no podemos olvidar lo que fue la liberación de presos políticos en mayo del `73, que luego, sin esperar la dictadura, en 1975, con la declaración del Estado de Sitio de Isabel Perón, los presos volvieron a esta cárcel», recordó.

 

Jozami, que fue uno de los presos políticos en ese lugar, afirmó que «más allá de las terribles condiciones en las que nos encontrábamos, aquí sellamos amistades que perduran hasta hoy».

 

En este sentido, Jozami expresó que «las políticas como esta no sólo son con el pasado, porque hoy el gobierno nacional no cierra los ojos a lo que sucede en las cárceles y decide trabajar para que las cárceles sean, como dice la Constitución, un espacio de resocialización, y al que no le moleste, es porque no le gusta el proceso de transformación que se está llevando a cabo en la Argentina», concluyó.

 

El director del Servicio Penitenciario Federal, Víctor Hortel expresó que, «esto es un hecho significativo porque desde 1976 el servicio penitenciaro estuvo al mando operativo del Ejército argentino, y hoy desde el Servicio, queremos acompañar las políticas de memoria que permite generar una cultura que recuerda lo sucedido para que no vuelva a pasar».

 

«Esto nos permite vincular también al Servicio con organismos de Derechos Humanos y con la sociedad para que el Servicio Penintenciario también asuma su propia historia», concluyó Hortel.

Durante el acto también estuvieron presentes el senador Eugenio «Nito» Artaza; Marcelo Duhalde, del Archivo de la Memoria; representantes de organismos de Derechos Humanos y ex detenidos y detenidas del penal.