Hagamos geología. Un volcán es una estructura terrestre con lava subterránea, gases, magma, que de forma sistemática tiene movimientos y cada tanto erupciona de modo impredecible, con consecuencias imprevisibles.

Vamos a otra realidad. La figura sirve para ilustrar y 
dimensionar al Servicio Penitenciario de Córdoba (SPC), una institución que debiera velar, tratar y reencauzar la vida de quienes cayeron en el delito. Sin embargo, la realidad en Argentina y en Córdoba nos enseñó que las cárceles son “universidades” donde se especializan los privados de su libertad y los dejan inexorablemente desprovistos para su resocialización.

Los responsables, sin dudas, son no sólo el SPC, sino también el Estado en general y la Justicia en particular. En Córdoba, hay siete mil presos.

El SPC siempre fue foco de conflicto y abandono en Córdoba. En 2005 tuvo sus peores erupciones: en febrero, el motín de la Penitenciaría, donde murieron ocho personas; en agosto, la evasión del secuestrador Martín Luzi y dos secuaces, con la necesaria complicidad de algunos penitenciarios, fuga hoy impune.

En años subsiguientes, se produjeron graves episodios, como motines, tomas de rehenes, intentos de fuga y peleas en los derruidos y abandonados pabellones, con saldos lamentables. Qué decir de los episodios de torturas.

En 2008, el gobernador José Manuel de la Sota convocó de urgencia a un especialista para calmar al SPC y evitar una nueva erupción: el inspector retirado Juan María Bouvier, quien en 2004 se había retirado por la puerta grande.

Hoy, seis años después, Bouvier es el jefe con más tiempo en sus funciones en una fuerza de miles de hombres. De bajo perfil, no es ningún ingenuo. Para llegar adonde está, se basó en tres pilares: el impulso para que los presos trabajen, un mayor acercamiento a sus hombres (obteniéndoles mayores sueldos y conquistas, y escuchándolos) y, no menos importante, se esforzó para que el SPC deje de ser noticia. Si el SPC sale en los medios, es por algo malo.

“Johnny” no tiene subdirector y se rodeó de leales en su plana mayor; incluso su esposa, Estela Bisco, es directora de técnica penitenciaria.

Sin embargo, las cosas no son simples para este hombre con 34 años de trayectoria. La droga que sigue entrando a los 
penales (en Bouwer, los presos llegaron a filmarse con un teléfono mientras aspiraban) y el accionar de bandas que, con celulares, cometen secuestros virtuales son su principal talón de Aquiles. Desde el SPC insisten en que de forma periódica secuestran droga y celulares.

Las sospechas se posan en quienes entran “la merca” y los “fonos” a las celdas. ¿Las visitas? ¿Los guardias? ¿Abogados? ¿Repartidores?

Bouvier quiere concluir su ciclo en 2015, cuando De la Sota supuestamente se marche. Su deseo es habilitar la nueva “penitenciaría” en el predio de Bouwer. ¿Lo logrará? El SPC parece tranquilo. Por ahora, la “lava” está quieta aunque se oyen “ruidos” subterráneos.

http://www.lavoz.com.ar/sucesos/servicio-penitenciario-un-volcan-punto-de-erupcionar